Los siguientes días fueron tranquilos, como se había previsto Sakura pasaba ahí todo el día con Shaoran. Afortunadamente nada malo había pasado y Tomoyo casi había creído que todo había sido producto de una pesadilla.
Casi… lo único que le decía que no era así eran los dos guardaespaldas y el chofer que la acompañaban a todos lados. Tomoyo había tratado de convencer a Li a través de Sakura de lo innecesarios que eran pero ella misma le había dicho que era imposible que se le retirara la guardia.
La amistad con la chica creció mucho más, al igual que la curiosidad que sentía Tomoyo por la familia Kinomoto, y en especial por uno de sus miembros.
En cuanto a Keiju, Tomoyo no había podido comunicarle sus sentimientos y el chico tampoco parecía dispuesto a tocar el tema, se habían visto un par de veces fuera de casa y solo para compartir la hora de la comida. La conversación siempre giraba en torno a la situación de su familia y la necesidad de que terminará pronto. Keiju también consideraba innecesarios a los guardaespaldas, decía que con él nada podía pasarle. Tomoyo tenía que agradecer el que al menos podía platicar con alguien más, aparte de Sakura sobre este tema y el mismo Keiju parecía dispuesto a soportar los inconvenientes que se presentaban.
Esa tarde Tomoyo estaba en su clase de pintura, llevaba varios días concentrada en la creación de su más reciente obra, al parecer el relato de Sakura sobre el rancho había excitado su imaginación al grado de tratar de recrear su versión de lo que ella creía que sería el lugar.
-Muy bien señorita Daidouji –la alabo la profesora Seiko cuando pasaba junto a ella-. Haz mejorado mucho.
La profesora paso su vista de la pintura de Tomoyo a la del guardaespaldas que se encontraba en ese momento junto a la puerta mirando en dirección a ellas sin perder detalle. No paso inadvertido para Tomoyo la expresión de hastío de su profesora cosa que la entristeció, ya había pensado seriamente dejar esta clase también por lo menos por el momento. "Si no fuera por que le gustaba tanto pintar… y necesitaba de la tranquilidad que ello le proporcionaba" –pensó Tomoyo dando un suspiro.
De repente la tranquilidad del lugar fue interrumpida por un sonido, la alarma contra incendios comenzó a sonar. Todo sucedió con tanta rapidez que a Tomoyo le sería difícil recordar más tarde con detalle lo que pasaba.
-Rápido, todos afuera –ordenó la profesora Seiko.
Tomoyo se quedo un momento estática, tratando de comprender lo que estaba pasando, hasta que el guardaespaldas la tomó del brazo para llevarla a la puerta. Mientras escuchaba cuando se comunicaba por un pequeño radió colocado en su muñeca con el otro guardaespaldas que ya se encontraba en la puerta de emergencia del edificio. Todo parecía irreal, escuchando gritos y gente corriendo hacia afuera, apenas pudo ver algo pues el guardaespaldas la llevaba casi abrazada evitando que nadie a su alrededor intentará algo contra ella.
Salieron del edificio rápidamente con el resto de la gente, pero no se detuvieron hasta que llegaron junto al auto y la subieron en él. Las sirenas sonaron anunciando la llegada de los bomberos.
-No creo que sea conveniente que nos quedemos aquí –anunció uno de los hombres.
-Tienes razón –estuvo de acuerdo el otro-. Es mejor que nos vayamos –y dicho esto los dos subieron al auto.
-Pero… mis cosas –dijo Tomoyo con urgencia-. ¡Mi pintura!
-No se preocupe, señorita. Después de dejarla en su casa, volveré por sus cosas.
-Está bien –dijo Tomoyo con desgano y volvió su vista atrás deseando que no sucediera nada malo.
Cuando Tomoyo entro en la casa ese mismo día, notó que la atmósfera se sentía diferente. No parecía haber nadie alrededor. Subió a su habitación y se quedo ahí con la extraña sensación de que algo sucedía.