capítulo 7

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CAPITULO 7

En sus sueños Tomoyo sostenía una lucha inútil por salir de un río con aguas agitadas. Trataba de agarrar unas manos grandes y fuertes que veía a los lejos, pero no podía llegar a ellas. A espacios intermitentes, aparecía la imagen de cuadro que había pintado del rancho estropeado de manera brutal.

-¡No! –gritó despertando alterada por el sueño.

De momento le costó mucho trabajo recordar donde se encontraba, pero después de un segundo recordó que se hallaba en la habitación de la servidumbre en el rancho de los Kinomoto. Trato de serenarse, pero le fue muy difícil controlar su agitada respiración y el palpitar acelerado de su corazón.

De repente escuchó unos golpes en la puerta.

-Tomoyo, ¿estás bien? –era la voz de Touya.

-Si –respondió levantándose de la cama, y se apresuró a abrir la puerta.

-¿Qué pasa? –preguntó cuando se encontró con Touya en la puerta.

No hubo respuesta a la pregunta. La expresión de Touya era malévola. Con lentitud, se percató de que los ojos masculinos se habían detenido en el escote bajo de su camisón, analizando la suavidad de sus curvas bajo el ligero material. En su prisa por abrir la puerta Tomoyo había olvidado cerrar la bata, apresurada, lo hizo sin poder evitar un sonrojo.

-¿Qué… qué haces aquí? –tartamudeó la chica alarmada.

-Se supone que deberías estar en la cocina preparando el desayuno… –repuso irritado-, ya es muy tarde… -y subió la mirada hacia el cabello desordenado y los ojos amatistas-. Además escuche algunos ruidos raros.

-¿Qué… qué horas son? –preguntó ella en un murmullo ignorando el último comentario a propósito.

-Mucho más tarde de la hora en que deberías estar ocupada en la cocina –fue su brusca respuesta.

-¡Dame quince minutos y estaré trabajando… amo!

-Que sean diez, y reconsideraré que te quedes -declaró con cierta ironía. La mirada de la chica estaba crispada de un notable enojo, pero había algo más… tal vez temor y cierta confusión por la forma en que se despertó momentos antes.

Tomoyo se disponía a entrar cuando una mano firme se lo impidió. Sentía en aquel toque que cada fibra de su ser, cada nervio, parecía dispararse a magnitudes inimaginables para ella hasta ese momento. Touya la retuvo un momento y la observó en silencio preocupado.

-¿Qué pasa Tomoyo?

-¿Qué… qué pasa de… de qué?

-¿Estás enferma? Tal vez te hizo daño la empapada de ayer – y dicho eso le tomó la barbilla para levantarle la cara y observarla mejor-. Estás sudando.

-¿Sudando? –y era cierto estaba empapada en sudor, pero como explicarle que se debía a la pesadilla y no a lo sucedido el día anterior-. No… no es nada –aseguró apartándose de él.

-¿Estás segura? -insistió

-Si –respondió ella con firmeza.

No dijo mas nada al asunto. Dando una cabezadita se marchó dejando a la chica.

No iba a sacar mejor respuesta de aquella terca mujer.

Tomoyo lo miró alejarse por el pasillo. Vestía una camisa color beige y pantalones ajustados de trabajo. Al notar que él se volvía de nuevo, se sorprendió.

-Yukito debe haber desayunado donde pasó la noche, por lo tanto no debes preocuparte por él esta mañana.

Diez minutos más tarde, según lo acordado, volvió a enfrentarse a la fría realidad al entrar en la bien equipada cocina. ¿Qué cosa desayunaba un ranchero?

JUNTO A TI SxSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora