No sabía que lo había llevado ahí, pero de alguna forma se encontraba parado afuera de la habitación de Tomoyo, antes de poder pensarlo demasiado tocó a la puerta pero no hubo respuesta, tocó de nuevo y nada… abrió la puerta y asomó la cabeza.
-¿Tomoyo? –nada de nuevo, se decidió a entrar.
Aún estaba un poco oscuro, se había levantado muy temprano esa mañana. Se acercó a la cama y la vio durmiendo plácidamente, el cabello se extendía por la almohada, una hermosa cascada con rizos naturales. No pudo evitar la tentación y extendió una mano, acarició sus mejillas rozándola apenas con las yemas de los dedos, ella se movió y abrió lentamente los ojos, la había despertado. Aquellos ojos amatistas le observaban un tanto confundidos.
-¿Tomoyo? –preguntó con voz profunda, la vio parpadear y enfocar la mirada.
-¿Cuánto llevas ahí? –le preguntó con voz ronca.
-Unos minutos
-Ella se incorporó sobre el brazo, apoyando el codo en la almohada.
-¿Qué haces aquí?
-Tenía que hablar contigo.
-¿Aquí? ¿Ahora? –preguntó confusa-. ¿Qué hora es? –estiró la mano hacia el despertador pero el la detuvo antes de que lo agarrará. Aquella corriente de sensaciones de la noche anterior al tocarle, le invadió de nuevo. Temía perder el control, pero no lo hizo y al fin se decidió a hablar. Para ponerle fin a todo aquello.
O eso, creía en un principio.
-No importa la hora. Tenía que hablar contigo –dijo mientras se sentaba en la cama-, sobre lo de anoche… es que yo… - pero por alguna extraña razón no había soltado el brazo de la chica.
-No te preocupes –dijo ella, apoyándole un dedo en los labios-. No pasa nada, yo entiendo…
-Tu me gustas –dijo él interrumpiéndola, Tomoyo lo miró sorprendida sin poder comprender-. ¿Por qué no comenzamos de cero? –sugirió él, besándole en la palma de la mano-. Hagámoslo mejor.
Luego la besó sin exigencias, tranquilamente, con dulzura, tocándola apenas con la lengua y todo renació.
Él se separo de ella sonriendo, la luz del sol empezaba a filtrarse por las cortinas de la ventana.
-Por cierto, estás hermosa cuando duermes –Tomoyo se ruborizó-. Tan hermosa de verdad... –susurro viéndole sonreírse. Ahí estaba aquella sonrisa.
Touya se inclinó sobre la cama y apoyó una mano en el colchón, la otra sobre el hombro de ella y antes de que pudiera besarla de nuevo el sonido de la alarma del despertador atravesó sus tímpanos con una fuerza increíble.
-¿Qué pasa? –preguntó Touya tapándose los oídos con las manos.
-Tengo que levantarme temprano ¿recuerdas? –respondió Tomoyo como si nada-. Y solo así puedo levantarme ¿Por qué no lo apagas?
Touya obedeció de inmediato y se estiró para alcanzar el despertador, cuando por fin lo hizo sintió que caía en un vacío sin fin y cerró los ojos.
Escuchó un estruendo, después sintió un dolor en su codo y su pierna, y se preguntaba ¿Qué demonios ocurría?
Cuando los abrió de nuevo se encontraba en el suelo de su habitación, con las sábanas enredadas en sus piernas las cuales se encontraban en posición horizontal recargadas en la cama. El sonido del despertador en su mano lo trajo a la realidad.
Otra vez había estado soñando con ella.
Por primera vez, desde sus tiempos de adolescente, se había quedado dormido, casi siempre se despertaba un poco antes de que la alarma sonará.