El dolor de vivir parecía peor

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15-6-2018


"Todo irá bien, ya pasará, tus padres te quieren, tienes amigos, puedes leer libros ..." Altea no paraba de repetirse mentalmente estas palabras. Se estaba dirigiendo hacia la casa rural en un Fiat 500 blanco de segunda mano. No podía quedarse allí, sabía que si hacía el interrogatorio se pondría nerviosa y lo acabaría diciendo todo. Se sentía mal por lo que había hecho, pero estaba segura de que se sentiría peor si sus compañeros pasaban el resto de su vida en una prisión por su culpa.


Aparcó como pudo en medio del barro y salió corriendo hacia la casa. Entró en la cocina, empezó a abrir cajones como si le fuera la vida en ello. En un pequeño armario encontró el Kit de primeros auxilios lleno de medicamentos. Siguió subiendo las escaleras para ir al desván. No podía respirar, no por el hecho de correr, sino para que sus pensamientos la estaban sofocando hasta el punto de explotar.


Cuando llegó arriba pudo volver a respirar con normalidad. Por un instante, allí parecía que el tiempo paraba, se veían los campos de flores deslumbrados por un sol brillante. Se sentó en el tejado contemplando el paisaje tan nostálgico que le recordaba a su infancia. Solía ​​venir aquí siempre para leer, era su escondite secreto. Escapaba de sus primos que siempre la molestaban porque le gustaba "Harry Potter".


Supongo que todo es más fácil cuando eres un niño. - Dio un pequeño suspiro y volvió al presente. Miró el Kit que tenía a la derecha. Nunca había estado tan nerviosa, ni siquiera en su primer examen de universidad. Si no fuera por su hermano... Héctor tenía cinco años más que ella y fue el único que pudo tranquilizarla, pero ya no estaba allí para hacerlo de nuevo. Siempre le decía que no fuera una miedosa, que la gente así no iba a ninguna parte.


Abrió el Kit y cogió el bote de ibuprofenos, el de aspirinas y el de paracetamol. Sabía lo que tenía que hacer. Sólo tenía que tomar cuatro pastillas de cada tipo y todo acabaría. No quería experimentar el dolor de la muerte, pero de alguna manera, el dolor de vivir parecía peor. Quizá porque morir hacía menos daño que seguir viviendo. No era una cobarde, era valiente y leal. Por nada del mundo traicionaría a sus compañeros. Observó por última vez las nubes, el sol,... -Una, dos, tres y cuatro. - se tomó los ibuprofeno. Muy lentamente, notando como cada pastilla bajaba por su cuello.


- Una, dos, tres y cuatro. - las aspirinas. Ya no había marcha atrás.


- Una, dos, tres y cuatro. - el paracetamol. Le quedaría una hora de vida, y la pasaría sola en las tejas de esta casa rural. Porque sola vino a este mundo, y sola se irá.


La muerte sólo es el reto de irse de casa y no volver, una experiencia irreversible, volver a nacer y dejarlo todo para volver a empezar. Nunca se había parado a pensar como moriría, pero morir en lugar de alguien a quien aprecias le parecía una buena forma de hacerlo, lo más importante para ella siempre ha sido la familia. Cada día mueren personas, pero la muerte más digna es el sacrificio. La gente escucha esta palabra y se asusta pensando que les sacarán algo o que deberán renunciar a lo que para ellos es imprescindible. Sacrificio para ellos significa pérdida, en un mundo donde lo podemos tener todo, pero Altea sentía que su sacrificio era una victoria, porque exige nuestra libre voluntad dejar vivir a alguien que amas más que a ti mismo.


Seamos sinceros, es un riesgo. El sacrificio no siempre eliminará el dolor de la pérdida, pero sí que ganará la guerra contra la amargura, que debilita la luz de todo lo que es de verdadero valor en nuestras vidas. Ella se había sacrificado por sus compañeros, para que tuvieran la vida que se merecían y vivieran lo que esta experiencia les había sacado; y ella, al final se sentía tan vacía, que amaba más las vidas de los demás que la suya propia, aceptando las consecuencias.

EL ARTE DEL HOMICIDIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora