Capítulo 3

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Osamu recordó haber subido al coche para regresar al hotel. Recordó haber buscado a tientas el enganche de su cinturón de seguridad hasta que Suna se acercó para hacerlo por él, e incluso recordó haberle preguntado si Suna estaba lo suficientemente sobrio para conducir.

Cualquier cosa después de eso era una nube confusa de borrachera, y cuando Osamu se despertó con calambres en el estómago y la cabeza llena de resaca, se sorprendió un poco al encontrarse en la cama del hotel. Parpadeó contra el brillo de la habitación, que no habría sido muy brillante si no fuera por su palpitante dolor de cabeza, y se encontró mirando las cortinas cerradas. Pensó que debían haber estado abiertas antes. Quizás él las había cerrado, o quizá lo hizo Suna. La luz del sol se colaba por los bordes y atravesaba el centro donde se unían los dos trozos de cortina. Osamu se alejó rodando sobre la cama y sobre su almohada suave como de plumas, y ​​se encontró de frente a Suna.

Recordó haber insistido en que no dormiría en la misma cama que Suna. Quizá había estado tan borracho anoche que se le había olvidado.

Suna estaba boca arriba, con los ojos cerrados y las sábanas tapándole hasta el pecho. El edredón estaba de nuevo en la cama en lugar de en la bañera. Osamu tampoco recordaba que eso hubiera sucedido. El pelo de Suna estaba hecho un desastre, y Osamu supuso que se habría duchado y se habría ido a dormir con el pelo mojado.

A pesar de su recuerdo difuso de la noche anterior, Osamu sabía lo que había sucedido en el bar. Sabía que habían interpretado bien su papel y que Kondo había sido engañado. Sabía que Suna había estado de muy buen humor después, lo que significaba que debía de haber recibido su invitación. Sabía cómo sonaba la risa de Suna, y sabía que algunas de sus sonrisas eran suaves en lugar de afiladas.

Osamu se dio la vuelta. El sol era más fácil de enfrentar.

"¿Puedes dejar de dar vueltas? Estoy intentando dormir."

Osamu rodó sobre su espalda. Suna lo estaba mirando, con sus ojos lo suficientemente despejados como para que Osamu pensara que debía llevar despierto un tiempo.

"No me pareces somnoliento", murmuró Osamu, con una voz poco clara.

"Sí, porque no dejas de dar vueltas." Suna levantó los brazos por encima de la cabeza, los nudillos rozaron la cabecera y la espalda se arqueó mientras se estiraba. "¿Te sientes tan mal como parece?"

Osamu resopló y giró su rostro hacia la almohada. "Vete a la mierda."

"Suena como un sí." La cama se movió. "Pararemos de camino a desayunar y conseguiremos algo para ese dolor de cabeza."

"No dije que tuviera dolor de cabeza."

"No ha sido necesario que lo hagas" Suna se sentó y se pasó una mano por su rebelde cabello. Había dormido en bata de baño, con la V llegando hasta la mitad de su pecho. "Podría haber sido peor. Pensé que igual me despertaba en un charco de vómito."

"No estaba tan borracho", se quejó Osamu, a pesar de que había estado cerca.

"Entonces, odiaría ver que es lo que consideras tú tan borracho." Suna se levantó y se estiró de nuevo, gimiendo mientras volvía a su postura normal. Miró a Osamu con su rostro neutral y dijo: "Si no me hubieras ayudado anoche, me hubieran jodido. Borracho es una palabra demasiado suave. Aniquilado es más preciso. El trabajo habría terminado. Así que gracias." Dicho esto, fue al baño y cerró la puerta. Le siguió el sonido del agua corriendo, ligeramente amortiguado.

Osamu lo miró fijamente, preguntándose si su cerebro empapado en alcohol había alucinado esa última parte. Se dejó caer de nuevo en la cama, tiró de las mantas y se preguntó si tal vez Suna no era la peor persona que había conocido después de todo.

An Inconvenient EspionageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora