Capítulo 4

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Ian

Respira, tranquilízate y... entra en pánico. Aaaaah, no puedo.

Es demasiado para mí.

Describir lo que siento por Heidi es demasiado. Hace mucho que empecé a fijarme en ella en las tantas visitas que tenía en la casa de los Volker, prácticamente entraba en modo tieso cuando la veía vagar por los pasillos sin despegar sus ojos de un libro o el celular como si mi presencia no le importara en absoluto. Di por hecho que llamar su atención sería imposible, no obstante, el día que tropecé con ella en plena calle, me dije que era tiempo de hacerlo.

El alivio se alojó en mi pecho cuando ella también hizo lo mismo. Han pasado un par de meses y desde entonces organizamos salidas, ya sea para dar la vuelta o nadar en la alberca con su hermano. Tratamos de disimular nuestras miradas a pesar de que es imposible para mí.

Es por eso que nos hemos dado el tiempo de esperar un poco más para poder establecer una relación. En un mes me iré a la universidad, fui admitido en la licenciatura en cinematografía y estoy ansioso por saber que me depara el nuevo año escolar.

—Creo que no logro entender este capítulo —alzo la cabeza encontrándome con unos orbes esmeraldas —. ¿Quién es Adler?

Blanqueo los ojos con diversión y me acerco a la chica a una distancia prudente.

—Adler es del clan de los Cuervos, son los buenos de la historia que tratan de salvar a su familia y el mundo de una destrucción —Heidi frunce la nariz desviando la mirada hacia la laptop —y ese personaje destaca al ser más intrépido que el resto, no es que no lo sean, pero Adler sabe qué hacer, como actuar y mezclarse entre el bando contrario para ir en busca de la piedra que mantendrá todo a salvo.

—Lo único que entendí fue: Destrucción, un chico super majo y muerte, fin. —Bromea apartando el aparato y acomodándose en el pasto —me gusta lo que escribes, aunque sea raro.

—Lo raro vende, Heidi. Quiero que sea único, no es por presumir, pero la fantasía se me da excelente.

Sus dedos comienzan a vagar sobre mi pecho hasta detenerse en mis labios donde delinea las comisuras con sus yemas. Se ve preciosa con el cabello suelto, el sol provoca que cada mechón pelirrojo intensifique su color. Heidi cierra los ojos al momento que me acerco, beso su frente hasta trazar un camino llegando a su mejilla derecha.

—Me entristece que tengas que irte —murmura ante nuestra cercanía.

—Oye, nos vamos a ver en las vacaciones, mantendré el contacto, haremos lo posible para que funcione, ¿sí? ¿Confías en el plan?

—No quiero volverme un estorbo.

—Jamás, Heidi —acaricio su mentón y le sonrío —te lo prometo.

Enseguida siento sus labios en mi mejilla dándome un corto y significativo beso sin necesidad de ir con prisa.

—Esto sonara muy cursi, pero siento que estoy viviendo una escena de un libro donde ambos protagonistas se juran amor eterno —se ríe mostrando sus dientes —. ¿Te imaginas que suceda?

—¿Y por qué no? Digo que sería estupendo.

—¿Te gustaría estar toda la vida conmigo?

—Tendré que soportarte de algún modo, auch —me pega en el hombro a la vez que me fulmina con esos orbes verdes —estoy bromeando, Volker.

Hace un gesto amenazante para luego subir una pierna sobre mi cintura ocasionando que el dobladillo de su vestido se suba dejando a la vista una franja de sus muslos. Heidi es atractiva y alocada, no quiero faltarle al respeto, pero su cuerpo se ha desarrollado de una manera que llama la atención, aunque no es eso lo que me hizo fijarme en ella.

—Solo te pido una cosa, Vaughan, una dedicatoria cuando salga el libro.

—Creo que podemos hablar sobre los términos más tarde —la acerco a tal punto que su pecho se presione con el mío —ahora háblame de esas clases de música que antes mencionabas, ¿en eso te enfocarás en las vacaciones?

—¡Por supuesto!

Heidi quiere aprender a tocar instrumentos de viento, empezando con la gaita, opino que es complicado de manejar, pero no puedo contradecirle, porque es algo que le gusta y quiere aprender después de todo.

—Evita causar sordera.

Me pega en el hombro nuevamente fingiendo estar ofendida.

—Debes motivarme, bobo, no al contrario.

—Oh, claro que puedo hacer eso, pecosa.

Comento cerca de su oído y noto como su piel se eriza ante mi cercanía.

—Si estás hablando en doble sentido, me gustaría saber de qué eres capaz, Ian.

La escucho pasar saliva cuando se aleja de mí. Frunzo el ceño un tanto desorbitado por sus palabras. Heidi se sienta en posición de indio cruzando las piernas moviendo la cabeza de un lado a otro con inocencia.

—Heidi —alargo su nombre.

Esta chica quiere provocarme.

—¿Tienes miedo de hablar sobre relaciones sexuales? —enarca una ceja —y no es como si quisiera obligarte a que lo hagamos, es solo que el tema para mí me causa curiosidad. Nunca he pensando en que mi primera vez deba ser perfecto, es algo más a, ¿cuáles serían las sensaciones que experimentaría al momento?

Inflo las mejillas al sentirlas hirviendo, también me he hecho la misma pregunta.

—Créeme que cuando lo experimentes, pedirás más. Las relaciones suelen ser adictivas, según he escuchado.

Su sonrisa se ensancha a una maléfica, niego con la cabeza y hago un esfuerzo por desviar la conversación a otro con tal de que lo que hay bajo mi pantalón no se altere, sería vergonzoso pasar por una erección frente a ella. 




 

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Heidi| Extra Los cuervos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora