Capítulo 1°

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Siempre me he considerado una buena persona, de hecho, en todos los grupos en los que he estado siempre me han colocada la etiqueta de “chico bueno”, pero supongo que en las situaciones extremas descubres partes de ti que ni tú mismo conocías. Durante estos últimos meses he descubierto que no soy el tipo de persona que creía o, que todo el mundo, creía que era.

Soy un “chico malo”, un chico fuerte, un chico… gay.

Muchos recuerdos me llegan a la cabeza mientras veo a lo lejos como se quema la casa que durante este tiempo ha sido mi prisión. En mi mano un bidón de gasolina y, en mis labios, una amplia sonrisa. Puede que estéis pensando que estoy exagerando, que tampoco soy un chico tan despiadado… Total, solo estoy quemando el antro insalubre en el que durante tanto tiempo me han hecho sufrir pero, ¿y si os digo que en su interior se está quemando vivo un hombre? La cosa cambia ¿no?

...TODO EMPEZÓ HACE DOS MESES…

Emily me miraba con cara de niña buena, que nunca había roto un plato en su vida mientras se terminaba de colocar su sujetador de encaje negro. En mi rostro se veía reflejada la frustración del que no ha disfrutado para nada una sesión de sexo duro. Ella se puso de rodillas y gateo por la cama hasta situarse justo encima de mí.

-¿Qué te pasa?- me preguntó mientras me daba unos cuantos besitos fugaces en el pecho.

-¿Que qué me pasa?- dije molesto- Todos mis amigos se han pasado la vida diciéndome que el sexo es la hostia y que la primera vez es genial y ahora… bueno la primera vez ni siquiera conseguí dejarla dura y la segunda no tengo ni un puto orgasmo…

-Venga no ha estado tan mal…-dijo mientras se ponía de pie y seguía vistiéndose.

Yo me levanté también y le contesté algo enfurecido mientras tomaba mis bóxers del suelo:

-Claro, lo dices porque tú si te has corrido.

-¿Y no es eso lo que importa? –preguntó con una sonrisa burlona en los labios.

Yo la miré con cara de pocos amigos y ella no tardó en contestar que era una broma. Cuando terminamos de vestirnos fuimos a la recepción del motel y entregamos las llaves. Ambos nos detuvimos en la puerta para despedirnos. Emily me ordenó un poco el pelo y el abrigo para mirarme después directamente a los ojos.

-Lo único que te pasa es que estás muy tenso- se acercó a mi oído y besó el lóbulo de mi oreja.-

Sólo tienes que relajarte y todo saldrá solo. -Y mientras decía estas últimas palabras acarició sutilmente mi entrepierna.

Después de eso se retiró un poco y nos dijimos adiós despidiéndonos con un suave beso en los labios.

Volvía a casa por una calle desierta cuando, de repente, desde el final del callejón vi acercarse a dos hombres vestidos de negro. No sé porque razón, pero sentí un escalofrío por mi columna vertebral y decidí cambiar de camino pero, cuando di la vuelta, había otros dos a mi espalda. Esos cuatro hombres me rodearon. Eran altos y tenían pinta de duros. La verdad es que sentí miedo porque no parecían los típicos tíos que quieren atracarte. Instintivamente pensé que solamente eran de los que buscan pelea por diversión y, de ser así, yo no era malo en el cuerpo a cuerpo. Uno de ellos dio un paso hacia mí y esa fue la única señal que necesité. Le di un golpe tan fuerte en la cara que le rompí la nariz. Otro se acercó e intentó detenerme pero una patada en el estómago hizo que se quedara tendido en el suelo al segundo. En ese momento, los dos que se encontraban a mi espalda me sujetaron mientras yo intentaba liberarme. El tío al que le había roto la nariz fue a darme un puñetazo en la cara.

-¡Para!- dijo uno de ellos- Al jefe no le gustará que le dejemos marcas.

El cerdo que seguía ahí, chorreando sangre se mordió el labio con furia y apartando el puño de mi cara, se llevó la mano al bolsillo interior de su chaqueta, del que sacó un pequeño estuche que contenía una jeringuilla con un líquido en su interior, ya preparado. El gilipollas me sonrió y yo intenté soltarme del aprisionamiento de sus compañeros.

-¡Soltadme! ¿Qué es eso que vas a ponerme hijo de puta? ¡Pelea como un hombre!

-¡Calla pequeña mierda! Y agradécele a mi jefe que no te parta la boca.

El tío me agarró del pelo y me hizo levantar la cabeza. En ese momento clavó la aguja en mi cuello y sentí como el espeso líquido entraba en mi interior. Parece que esa mierda hacía rápido su efecto porque a los pocos segundos me costaba mantenerme en pie y apenas dos minutos después ya estaba profundamente dormido.

Esclavo en su cárcel del placer. (Yaoi/Gay) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora