Seiki fue el último en llegar, pues como nadie lo había invitado a esa reunión le había tomado más tiempo del esperado encontrar el punto de encuentro; aun así, pasó junto a los guardaespaldas apostados en la puerta y avanzó hasta una esquina sin saludar a nadie. Desde ahí contempló el rostro completo de la persona sentada en la cabecera de la única mesa que había en la sala de conferencias, quien en ese momento discutía en voz baja con el hombre que se encontraba de pie a su derecha.
—¿Qué estás haciendo aquí? —es el susurro furioso de Karasu al materializarse junto a él mientras tironea de su brazo con fuerza innecesaria.
Seiki se abstiene de reaccionar con violencia pues el cabeza de búho siempre ha mostrado una vergonzosa falta de modales, en cambio mira significativamente hacia la mesa logrando que Karasu controle su estallido de mal humor.
—No te necesito aquí —añade.
Eso crees, piensa Seiki esbozando una sonrisa calmada –una sonrisa que choca con el destello mortal de sus ojos caramelo–.
—No te comportes como vieja histérica, Kara-chan, aunque entiendo que dadas las circunstancias es inevitable que corras como pájaro descabezado, solo por eso pasaré por alto tus pésimos modales —y tras decirlo dirigió sus ojos hacia la mano que sujetaba su codo.
Karasu reacciona justamente como espera que lo haga, apartando la mano como si acabara de darse cuenta lo cerca que ha estado de perder los dedos antes de estremecerse.
—Lárgate.
El tono infantil y venenoso hace que Seiki quiera reírse, su sonrisa tan solo crece.
—Deja de perder el tiempo, Kara-chan, y prepara tu discurso para evitar que te desplumen.
Eso consigue que Karasu cierre la boca, se retuerza los dedos y mire al hombre sentado en la cabecera de la mesa. Su expresión ansiosa es divertida de contemplar mientras se prepara para ofrecer el informe de su fracaso.
—Empecemos —dice una voz y Seiki aprovecha que todos se concentran en el hombre de la mesa para inspeccionarlos a ellos.
Karasu ha tenido la precaución de traerse consigo a dos de sus mejores hombres: Kenta "Puño de Hierro" y Jiro "Maestro de las Cien Caras", y ambos son una curiosa combinación parados uno al lado del otro. Kenta, y su rostro alargado. Son tan dispares que al estar juntos hacen que la cabeza de búho de Karasu pase casi desapercibida.
Claro que ninguno de esos tres es rival para el hombre que se encuentra sentado en la cabecera de la mesa, Adachi Kugisaki, actual líder de su familia. Un hombre robusto y feral que se abrió paso hasta la cima asesinando a todos los hijos legítimos del Clan Kugisaki.
Cualquier ser humano con sentido común sabría que hacer negocios con él es poner el cuello en una guillotina, pero Karasu era tan ambicioso que se había tapado los ojos y las orejas antes de saltar con los pies por delante al barco que dirigía el heredero Kugisaki, todo con tal de reclamar el pago millonario que este le ofrecía. Y ahora, tras un estrepitoso fracaso, era posible que Karasu terminara sin sus plumas ni su cabeza. A Seiki le habría encantado un asiento en primera fila para ver el espectáculo, pero su amor por el dinero sobrepasaba su interés por la sangre. Casi. No por mucho.
Depende de quién sea el dueño de la sangre.
El líder de los Kugisaki también se había asegurado de traer a su gente, con él se encontraba su guardaespaldas personal, un asesino extranjero al que llamaban Valix cuya expresión sangrienta estaba fija en Karasu como un perro de caza atento a su presa a la espera del silbato de salida, y Suguru Todo, la mano derecha de Adachi y que en ese momento terminaba de recitar con voz monocorde los problemas causados en Kioto.
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Electricity [Bakukami]
FanfictionDenki sabe que se necesita de una sonrisa para construir otra. Y si bien las sonrisas que responden a la suya son gestos de mera cortesía, el simple hecho de conseguirlas demuestra que no es un inútil como susurra esa voz que no lo deja en paz. La v...