𝕊𝔼𝔾𝕌ℕ𝔻𝕆 𝕍𝕀𝔼ℕ𝕋𝕆 •O͜͡N͜͡E͜͡ P͜͡I͜͡E͜͡C͜͡E͜͡ • ❥︎𝙇𝙪𝙛𝙛𝙮 & 𝙕𝙤𝙧𝙤❦︎

𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚇𝚅: Entrenamiento de pesadilla

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Luffy cayó de rodillas exhausto. 

Sus pulmones luchaban por decidir entre el dolor que la respiración pesada de Luffy les provocaba con cada ingesta o el dolor de la continua falta de oxígeno si Luffy dejaba de inhalar.

Todo su cuerpo estaba lleno de polvo y sangre. 

Miró el cuerpo inerte de Marshall D. Teach con vergüenza. 

Lo había matado. 

Le había arrebatado la vida a ese hombre con sus propias manos. 

Lo había matado. 

Se sacudió para salir de su conmoción. 

No había tenido elección. 

El bastardo se habría curado de nuevo a menos que lo terminara. 

No tenía elección...

.....

Luffy tosió un poco de sangre y una ola de dolor punzante volvió a atravesar sus pulmones.

Barbanegra había sido un monstruo. Con el Zoan mítico de Marco agregado al Paramecia del viejo Barbablanca y su propia Logia , parecía tan invencible.

Pero aquí yacía, muerto por su propia ineptitud como usuario de Haki.

......

La pelea entre el comandante de la 1ra división de los Piratas de Barbablanca y el ex miembro de la 2ª división había estado cerca. Pero estar cerca no era lo suficientemente bueno. La muerte de Marco ese día no solo significó la pérdida de amigos y aliados para Luffy. Había significado el dominio de una era para el mundo. ¿Qué hubiera pasado si Marco hubiera ganado esa pelea y el resto de Barbablanca no hubiera sido aplastado? Uno solo podría especular.

......

Zoro y Sanji corrieron hacia él a toda prisa. "¡Luffy, tenemos que salir de aquí!" Sanji gritó. "¡Vienen, es una emboscada! ¡Tenemos que movernos!"

Pero no pudo. No podía moverse. Incluso si pudiera, sintió como si el menor movimiento lo mataría. Debería haberse acostumbrado a ese sentimiento a estas alturas. Pero todas las otras veces que lo había sentido, habían estado a salvo. En el pasado, cuando finalmente cayó de rodillas y su producción masiva de adrenalina se agotó, su completo y absoluto agotamiento siempre estuvo acompañado por una sensación de dulce alivio por haber cumplido su tarea. Ahora, la única emoción que sentía era pavor.

Venían los almirantes del Cuartel General de la Marina. Los habían estado esperando y ahora venían. Y eran tres. Dos almirantes y el propio almirante de la flota. Los tres putos almirantes no serían un aprieto si no estuvieran tan agotados y heridos. Como estaban ahora... su temor no era infundado. Pero no podían detenerse ahora. Estaban tan cerca. Tenían que salir adelante.