Capítulo 1

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Tadashi sabía obedecer, lo sabía muy bien. Desde niño le enseñaron eso y, a estas alturas de su vida, era incapaz de incumplir con sus deberes, pues sabía que ante sus errores, las consecuencias llenas de reproches no tardarían en ser puestas sobre él... Y, en este caso, sobre su cuerpo;
Muchas veces trató de concentrarse, pues su lado cuerdo le suplicaba escapar de aquellos brazos venenosos. Pero no podía huir, él siempre lo encontraba. Quiso acabar con su vida tantas veces que perdió la cuenta. Sus brazos seguían llenos de las marcas de esos actos... Pero, por supuesto, había heridas en todos lados, y algunas eran invisibles para la mirada humana, al menos la mirada normal. Sus ojos no mostraban nada, por que así fue criado, pero por dentro el sufría. Gritaba por clemencia a todo el mundo, suplicaba por paz para su manchada alma. La humillación carcomía su pensar, su cuerpo se sentía constantemente sucio, pues siempre fue manchado por el sudor de sus superiores. Sólo era un juguete para todos, algo que estaba de adorno. Sólo era un secretario... No, menos que eso, quizás sólo un simple perrito... Pero, hasta un perro recibía mejores tratos que él. No podía soportarlo más.

- ¡Tadashi!

La voz de su amo y señor le sacó de sus pensamientos. El te desbordaba de la taza, y manchaba todo el escritorio... Oh, no.... Rápidamente se disculpó y, tomando el trapo de la bandeja, hizo un esfuerzo por evitar que aquél líquido lo siga manchando todo... Pero era tarde, estaba por todos lados, hasta en la ropa del peliazul.

- ¡L-Lo siento tanto! ¡Le traeré un cambio de ropa y--...

Fue silenciado. Se quedó callado cuándo esa mano pálida se alzó. Esa era la señal para que guarde silencio, la conocía bien.

- Eres un perro inútil... ¡Lo hiciste a propósito! ¿Qué pasa, perrito? ¿Planeabas tu próximo movimiento? "Oh, cuándo Ainosuke-sama salga hoy, usaré una soga para colgarme del árbol". ¿Es así?

Tadashi negó rápidamente con su cabeza. No sabía qué responderle. Ainosuke se giró con su silla, y quedó frente al pelinegro. Con sólo mover su dedo y señalar el piso, Tadashi supo lo que debía hacer. Se arrodilló enfrente del peliazul, sintiendo los nervios controlar su cuerpo. Él no era así, Tadashi no era así. No le mostraba nada a nadie, pero con Adam... A él le mostraba sus peores apariencias. Él era el único que podía verlo de esa forma tan lamentable; Ante otro gesto, Tadashi extendió ambas manos hacía el más alto. Ya podía sentir el dolor que se vendría.

- Estoy cansado, Tadashi. Sólo quería relajarme con una taza de te caliente... Pero, arruinas mi escritorio, mojas mi ropa, y me quemas un poco... Y, de seguro, es por que pensabas hacer "esas" cosas otra vez. Mientras yo viva, mi perrita, jamás dejaré que tu vida se apague. Te obligaré a vivir, incluso si tu cuerpo deja de funcionar... Vas a vivir por y para mí, y harás todo bien a mi lado. ¿Sabes lo que te pasa cuándo te equivocas?

- Ainosuke-sama me castiga... T-Tú tienes derecho a hacer lo que quieras conmigo. Debo aprender mi lección, merezco ser tratado así.

- Buen chico. Al fin haces algo bien... Pero eso no te salva de tu castigo.

Tomó la tetera.... Y vació aquél líquido caliente en los brazos del azabache. Tadashi se mordió el labio, y soltó varios quejidos. Quería, pero no podía gritar. Esa sería una falta de respeto hacía su amo. No quería más problemas... Luego de aquello, Adam se puso de pie, desabrochando su cinturón.

- Ahora, sé un perro obediente y, quítate tu saco, tu camisa, y dame la espalda.

Tadashi tragó saliva, y apoyó su rostro contra los zapatos del más alto. Le dolían sus brazos por el te caliente, pero suplicarle por clemencia era mas importante.

- P-Por favor, no. Haré lo que sea, pero no haga eso.

Pero eso no suavizaba el corazón del político. Nada lo haría, nada lo hacía cuándo se ponía furioso; Su pie chocó contra el rostro ajeno un par de veces, y eso acabó por sacarle sangre de la nariz al mayor... Oh, pobre perro desobediente. Era tan lamentable.

- ¡Obedece! ¿O, acaso, estás suplicando por que te haga sentir más dolor? Aunque eso sería un premio para ti, ¿No es así? Por que eres un perro bastante sucio, tanto así que a veces suplicas por más dolor. Obedece, Tadashi. No lo diré otra vez.

El tono en su voz hacía estremecer aquél frágil cuerpo. Sus manos temblorosas se encargaban de quitarse la parte superior de su traje. Adam le ordenó que se dejase la cortaba, pero que lo demás se lo quitase. Tadashi así lo hizo y, cuándo le dio la espalda, aquél cinturón de cuero fue estrellado contra la espalda de aquél infeliz secretario. Quizás, lo más doloroso, era la hebilla contra su expuesta piel. El ojiverde gimió en dolor, y trató de mantener su postura, aun de rodillas, pero con el cuerpo derecho. Los golpes le hicieron sacar lágrimas. Le dolía mucho. Adam golpeaba sin piedad. En aquella piel iba a marcar las órdenes que le había dado. Le haría recordar a aquél cuerpo que era de su propiedad, que el dolor significaba "obediencia", y que aquellos golpes significaban "amor". Si, así es, Adam "amaba" tanto a Tadashi, que ilustraba eso en aquél cuerpo. Lo amaba tanto, que iba a enseñarle a serle fiel.... El azabache seguía gritando y gimoteando ante cada golpe, mientras alzaba su voz para gritar un lastimero "lo siento". Se disculpaba por haberle fallado ese día, se disculpaba pues eso, a veces, le funcionaba, y los maltratos cesaban... Este no fue el caso. Los azotes se detuvieron, pero la mano de Adam tomó aquella corbata, y la jaló con fuerza. Así levantó al mayor del piso, y así apretó aquél cuello.

- Haré que te guste que aprieten tu cuello. Se te va a parar cada vez que sientas algo apretándolo con fuerza, y así serás capaz de olvidarte de irte con la muerte... Te gusta, ¿No es así? ¿Te gusta como suena mi voz contra tu oído? ¿Te gusta esto? ¡Anda, responde!

A Ainosuke no le importaba la sangre que había salido de las heridas de aquella espalda, pues apegó al contrario contra su cuerpo, apretando aun más la corbata. Tadashi trataba de quitarla, quería liberarse, quería respirar.

- Gus.... Ta... M-Me gusta... A-Ainosuke... Sama... M-Me gusta...

Eso era mentira. No le gustaba nada, era muy doloroso, pero debía decirle lo que quería escuchar... Y así el peliazul le soltó. Retiró la corbata, a la vez que el ojiverde trataba de respirar. Esos ojos llorosos eran su perdición.

- Tienes suficiente castigo por ahora. Ten, toma esto.

Y se acercó, uniendo ambos labios en un apasionado y dominante beso. Tadashi lo aceptó, aunque este no quisiera nada de ello. Pero no quería rechazarlo, pues él era su jefe, y no quería otro golpe contra su cuerpo.

- Ven, Tadashi. Vamos a mi habitación. -ordenó el más alto, ayudando al contrario a ponerse de pie- tengo ganas de que me hagas sentir bien.

No podía negarse, no podía hacer nada más que asentir.

- Voy enseguida, Ainosuke-sama. Sólo déjeme recoger todo este desastre...

- Bien, pero no me hagas esperar tanto, o volverás a recibir un castigo.

Y, sin más, el peliazul se retiró... Una vez que este se marchó, Tadashi se apoyó contra el escritorio, y rompió en llanto. ¿Cómo podía vivir así? ¡Ya no lo soportaba! Era muy humillante, y muy doloroso... No podía más, pero no podía hacer nada para cambiar su destino. Tenía miedo de hablar, sabía que nadie iba a creerle. El dinero movía el mundo, las acusaciones que hiciera, podrían taparse. Ainosuke estaba forrado en dinero, podía salirse de eso sin problemas. Y luego sería Tadashi el que recibiría los problemas... Maldita sea. ¡¿Porqué tuvo que terminar así?! ¡¿Porqué todo se volvió así de horrible?! ¡Esto era algo enfermo! Pero... No podría salir; Recogió y limpió todo, y se encaminó a la habitación. Ya sabía lo que se venía y, a pesar de tratar de estar serio, aun seguía llorando. No quería lo que estaba por ocurrir, pero era Ainosuke-sama el que le ordenaba y... Bueno, Tadashi era su secretario, su sirviente, su perro... Debía cumplir hasta el más simple pedido, y realizar aquellas fantasías enfermas que le causaban dolor a su cuerpo y mente. No podía negarse, ya nunca más.

No lo niegues.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora