Capítulo 2

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Limpió torpemente sus lágrimas antes de ingresar a la habitación. Debía mostrarse cómo siempre... Pero Adam no era tonto y, apenas pudo darle un vistazo a aquél rostro, se dio cuenta de aquellos ojos rojos. Sabía que había llorado.

- Aw, ¿Qué ocurre, mi perrito? ¿No te gustó el castigo que te di? Pero, sabes que un buen amo debe aplicar la disciplina, así el perro no le muerde la mano que le da de comer, ¿no te lo he dicho varias veces?

Tadashi asintió con su cabeza y, acercándose, se posicionó al lado del peliazul, observándole fijamente. Se sentía nervioso, pues sabía que Ainosuke tenía alguna intención macabra. Era una bestia insaciable en la cama, y era tan difícil seguirle el ritmo. El sexo con él perdía la diversión y el placer. Era rudo, brusco, un salvaje sin corazón.

- ¿Entonces? ¿Qué pasa? ¿Porqué mi perrito llora de esa forma? ¿Esos golpes te asustaron? Pero lo hice con amor, para que aprendas...

Adam siempre le hacía lo mismo. Le golpeaba como si lo odiase con cada fibra de su ser, y luego usaba esos trucos de "chico bueno" para tenerlo a sus pies... Pero, desde hacía tiempo eso ya no funcionaba. Tadashi estaba mentalmente agotado de tener esa ilusión de que todo sería como cuándo eran niños. Ya no eran unos hombres inocentes. Lo único que tenían ahora, era algo realmente enfermizo. Ya no existían esos viejos tiempos en dónde se tomaban de la mano para decirse muchas promesas irreales y llenas de un amor inocente.

- Ainosuke-sama... No quiero tener sexo. -empezó a hablar el azabache. El miedo se hizo presente en su temblorosa voz. No era bueno negarse a los deseos de su amo- por favor, déjeme descansar... No quiero hacer esto, no ahora, no de la forma en la que lo hacemos.

Se arriesgaba, realmente se arriesgaba al decir esas cosas. Tenía prohibido negarse a los deseos de su amo. Ainosuke le sonrió, mientras deslizaba su mano, acariciando suavemente la pierna ajena.

- Oh, adorable Tadashi-kun. No me había dado cuenta de lo cansado que te sentías. ¿De verdad deseas descansar?

La pregunta le dio esperanza. Quizás él podría ser compresivo durante un momento... Pero todo se esfumó cuándo, en ese momento, las manos del mayor empezaron a despojarle de la parte inferior de su ropa. Y... Por la forma en que lo hacía, sabía que lo había hecho enojar una vez más. Tadashi trató de detenerlo, empujó aquellas manos, forcejeó, pero nada podía detener al peliazul cuándo empezaba con eso...

- ¡N-No..! ¡Ainosuke-sama, por favor, no lo haga! ¡M-Me duele mucho el cuerpo! No podré resistir... Tenga piedad, al menos por hoy. Es lo único que le pido.

- Kikuchi, me importa un bledo. Si te duele el cuerpo, es por tu culpa. Si hubieses hecho las cosas bien, no habrías sido castigado. Ahora debes soportarlo. Recuerda, no tienes opinión de nada, no puedes negarte a nada. Te haré lo que yo desee, por que eres de mi propiedad. No me importa el dolor que sientas... Todo, pronto será placer.

El mayor sabía que la cosa iba muy en serio cuándo Adam se atrevía a llamarle por su nombre... No, no quería. ¡No quería eso, no, no, no! Forcejeó nuevamente y, cuándo tuvo una leve oportunidad, trató de escaparse. Ainosuke estaba más que furioso. ¿Acaso su adorada mascota no había aprendido nada? Quizás debía ser más rudo. Debía enseñarle quién mandaba aquí, debía enseñarle a su cuerpo que no podía huir de sus deseos y órdenes. Le tomó del cabello y, bruscamente, le estampó contra la cama. Por supuesto, debido al intento de escape, Tadashi quedó boca abajo en la cama, la posición que él más odiaba. Lo hacía ver mucho más débil y sumiso de lo normal. De sólo estar en esa pose, ya estaba muy incómodo y asustado; El mas alto jaló con mayor fuerza aquellos oscuros cabellos, mientras se mano libre se encargaba de retirar la única prenda que le quedaba al contrario, y esa prenda era aquél ajustado bóxer fucsia que él mismo había elegido. Tadashi rompió en llanto. La desesperación se mostraba en él, en esas amargas lágrimas, en aquél temblor en todo su cuerpo, era mucho para controlar. El peliazul sonrió, mordiendo su labio. De sólo ver el desastre en aquellas expresiones... Ah, le generaba una gran electricidad a todo su cuerpo.

- ¡N-No quiero! ¡No quiero, por favor, detente! ¡Tenga piedad! ¡Me duele el cuerpo!

Suplicaba entre gritos. A Adam le gustaba eso, y le gustaba demasiado. Las súplicas por clemencia le generaban una interesante reacción. Bueno, era Tadashi de quién hablaba. Era obvio que esa fragilidad que mostraba en esos momentos sería suficiente para encenderlo.

- Si te resistes, todo será peor. Bien lo sabes, bebé.

Le dijo en ese tono malicioso que siempre usaba con él. Sin más, en un rápido movimiento, le recostó boca arriba y, acercándose a su rostro, unió sus labios en un profundo y posesivo beso. Tadashi extendió sus brazos, y empezó a dar golpes en el pecho ajeno... Sólo un beso le fue suficiente para perder toda la fuerza de su cuerpo. Ya no podía luchar. Sólo debía aceptarlo, quizás le dolería menos y, muy pronto, podría descansar. A medida que el beso avanzaba, y la lengua ajena rozaba la suya, él se iba quedando quieto, aceptando su destino... Adam se apartó unos segundos luego, sonriendo satisfecho. Bien, ahora podía comenzar.

- Tadashi-kun, al fin te comportas tranquilo. Bueno, ¿Qué esperas? Hazme sentir bien. Necesito que mi miembro esté bien mojado para poder darle mucho amor a tu hambriento traserito.

Y, luego de decir aquello, dos de sus dedos rozaron aquella rosada entrada. Tadashi asintió con la cabeza y, cuándo el peliazul se sentó en la cama, se bajó de la cama y se acomodó entre las piernas ajenas. Primero apoyó su rostro en la entrepierna ajena. A Adam le gustaba eso... Y lo confirmó, otra vez, cuándo la mano ajena se acercaba para darle unas suaves caricias en su cabeza. Era lo único que lo hacía sentir bien en ese momento. Sabía que todo eso era falso, que esas caricias no significaban nada... Pero era la única muestra de amor que podía recibir de todo el mundo; Usó sus manos para desabrochar aquél pantalón. Se notaba aquél enorme bulto... Si, estaba tan excitado por todo el asunto. Qué asco... Ah, sólo quería acabar con ello de una vez. Sin más, decidió bajar aquél bóxer, para liberar el falo ajeno de aquella ropa... Y, cuándo hizo eso, el miembro del peliazul golpeó suavemente sus labios. Tragó saliva y trató de poner su mente en blanco. Debía hacer un buen trabajo, y no dudar de ello. Pues, mientras más tardase en comenzar, mayor sería la impaciencia de su señor.

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