El columpio.

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El sol fluye a través de las hojas del Árbol Sagrado, el viento besa sus mejillas, Ban y Elaine han pasado el día con su nuevo columpio como foco. Han probado diferentes formas de ganar velocidad, de sentarse y de detenerse. Cada nuevo método dejándolos en sonrisas y risas.

Ahora el cielo se desvanece en rayas de color naranja y rosa, dando el final a otro día juntos. Pero Ban, sin aliento por sus acrobacias, no parece darse cuenta.

Aún sentado en el columpio, listo para dejar caer la rama de nuevo, la mira con un brillo contagioso en su sonrisa. "¡Vamos otra vez! ¡Pero esta vez, te sientas en mi regazo así! " Ban la levanta, la coloca sobre sus muslos para que sus piernas se asienten a ambos lados de su cintura, frente a él. "De esa manera puedo verte de verdad".

Las manos de Elaine se tensan en las cuerdas, golpeadas por lo cerca que está. Hasta ahora, ella no ha protestado por sus sugerencias, salvo que solo quisiera voltear el columpio por completo sobre la rama. Sin embargo, este es completamente seguro, o al menos no más peligroso que cualquier otra cosa que hayan hecho. ¿Pero viéndolo todo el tiempo? Solo el pensamiento envía un aleteo a través de su estómago.

Y todavía....

"Bien." Con un movimiento de su muñeca, comienzan a volar, el columpio vuela por el aire.

La fuerza la envía a su pecho. Su piel desnuda caliente contra su mejilla, el sonido de su corazón retumbando al oído, el sutil movimiento de sus caderas cuando comienzan a balancearse hacia atrás, ella no extraña una sola sensación.

"¡Oye, no puedo verte así!" protesta. Una de sus manos agarra suavemente su hombro, presiona hacia atrás y la estabiliza mientras se balancean. Pero entonces sus rostros están a un suspiro de distancia, sus mejillas ardiendo y el cabello flotando como un halo alrededor de su rostro.

Los labios de Ban se abren. Su respiración se detiene. Y cuando sus ojos se encuentran, los de ella son de un dorado resplandeciente que lo calienta más de lo que el sol jamás lo ha hecho, los de él son de un rojo tan profundo que podrían tragarla entera, están volando de una manera completamente nueva.

De alguna manera, la mano en su hombro termina acunando su rostro, su pulgar trazando la suavidad allí. Sus dedos ya no se aferran a las cuerdas, sino que encuentran su camino alrededor de su cuello.

Y así permanecen, hasta mucho después de que el columpio disminuya hasta detenerse y solo se vea un resplandor en el horizonte. 

banlaineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora