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Sus dedos sostenían el pincel, trazando perfección sobre el lienzo, plasmando en el sus sentimientos. Yo le observaba desde las escaleras, en la penumbra, anonada por su arte, siguiendo la destreza de su mano al dar suaves pinceladas. La hora del almuerzo llegaba a su fin, ya debería estar yéndome para alcanzar física; más no quería ir, quería seguir aquí, en esta tétrica mansión mirando a Harry pintar. Suspira cuando por fin termina, murmullos inentendibles llenan el pasillo, su ronca voz se cuela por mis oídos y sonrío con placer. Cautelosamente bajo los cuatro peldaños restantes para dirigirme hacia la puerta trasera, donde está mi motocicleta. Uno de los escalones cruje. El chico voltea en mi dirección con su camiseta hecha puño sobre su mano, agitada me corro rápidamente a un costado, observo como él lentamente y achinando los ojos escudriña las sombras. Le escucho musitar algo, pero no alcanzo a saber qué. Se coloca la camisa dejando los primeros botones sin abrochar dándome la vista de varios tatuajes; toma del piso su mochila y la sacude un poco, ya que ésta se llenó de polvo. Finalmente se marcha y yo me acerco al caballete; una mujer se columpia bajo el yugo de un árbol mirando el horizonte, sola; los colores que ha utilizado le dan a la pintura un aspecto triste. Las comisuras de mis labios se elevan inconscientemente; una lúgubre sensación recorre mi cuerpo y me siento vacía, triste e irremediablemente desamparada. Camino lentamente por el pasillo hasta el patio. Una ráfaga de viento golpea con brusquedad mi rostro y giro mi cara abriéndome paso entre las malezas hasta donde mi vehículo.

La carretera se encuentra desierta, dándome ventaja para acelerar; no deseaba perderme la cuarta clase. La conocida placa en una piedra se hace visible en mi campo de visión, conforme los metros se acortan puedo leer claramente: "Bienvenidos a The Horton Academy", y en letras pequeñas "(1864)". Aparco rápidamente en la sección B del estacionamiento, a un lado del Audi de la profesora Thompson. 

Era una fría mañana de invierno, los dientes me castañeteaban y mis rodillas se doblaban; de los jardines se desprendía un sutil aroma a rocío, los árboles desnudos y las hojas de estos esparcidas por el pasto, rodando libremente como almas perdidas, danzando con gracia. Diez a las nueve en punto, diez minutos antes de la próxima clase. Me recuesto sobre la humedad de la hierba, dejando su frío envolverme; el cielo gris combinaba a la perfección con el ambiente. Cierro los ojos tratando de desconectarme del mundo, dejar de pensar, pero claramente me es imposible. Estaba agotada. Suspiro y presiono los párpados ocasionando que curiosos colores llenasen mi visión, mantengo los ojos cerrados para no dejar escapar la fusión de colores que veía.

Evelyn susurra alguien muy cerca de mí.

Abro mis ojos con cuidado y observo a Harry, está a mi lado con las piernas cruzadas, mirándome fijamente.
Frunzo el entrecejo y el sonríe; se recuesta a un lado mío, no deja de mirarme, el color sube a mis mejillas tiñéndolas de rojo carmesí.

― ¿Qué haces? su tono me desconcierta, es bastante suave y calmado, usualmente suele ser grave y rasposo. Además, que repentino interés por lo que hago. Nunca me había dirigido la palabra, siempre es tan callado, tan... Misterioso. Aún así reúno fuerzas internas para responder sin balbucear.

Miro el cielo.

Bufa.

Que aburrida se aclara la garganta y continúa. Es sólo gris, ¿Qué tiene de especial un cielo gris?

Me giro sobre mi costado y le miro desconcertada, para alguien que le apasiona tanto el arte cómo a él las tonalidades de colores deben ser importantes ¿no? El cabello le caía por la frente haciéndolo lucir adorable, sus labios rojos, sus mejillas rosadas, y sus ojos... Hermosos, tenían un brillo especial. Regreso a mi antigua posición y me vuelvo a sonrojar. Escucho su pausada respiración, siento el vaho que imana su boca chocar en mi mejilla. La felicidad alberga mi alma, cierro los ojos y siento su cálido toque recorrer mi cara, sus dedos retirar con delicadeza algunos mechones rebeldes que salieron de su lugar, su aliento darme calor, menta y café. Mi respiración se vuelve irregular y espero, espero que me bese, los segundos se hacen eternos. Dejo de sentirlo y frunzo mi ceño, un estruendoso ruido llena el campus, la campana suena dando inicio a la siguiente clase. Me levanto precipitadamente viendo a mi alrededor, no hay rastro de Harry. La gente comienza a salir del edificio, algunos se quedan en las bancas, otros corren en el mar de personas para dirigirse al segundo edificio.

Comienzo a caminar tratando de encontrar una respuesta a lo posterior. ¿Qué fue todo eso? Seguramente recordó quien era yo y salió huyendo de la rara. Negué con la cabeza ¿Cómo es que sabía mi nombre? ¿De dónde nació tanta dulzura? Dios ayúdame, estoy perdiendo la cabeza, seguramente fue un sueño, pero se sintió tan... Real. Caminaba entre los pasillos viendo mi confundido reflejo en el pulcro blanco de los azulejos.

Por suerte la puerta del aula se encontraba abierta y el profesor todavía no había llegado. Las miradas puestas en mí, el incómodo silencio, los cuchicheos, el frío aire entrando y saliendo con una rapidez increíble. Suspiro. Me reacomodo la bufanda que Martha me ha tejido y recorro lentamente y entre tropezones el aula hasta el final; hasta un asiento libre donde las quisquillosas miradas de mis compañeros no me sigan más. Me dejo caer y vuelvo a suspirar. Afuera los árboles se mueven al compás del viento, con delicadeza entrelazando sus ramas, chocando entre sí. El silencio y la calma del salón se ven afectados con la llegada de los ruidosos adolescentes, esa paz se esfuma con los demás. Comienza la clase, pero mi mente está divagando en otro lado. Harry. El encuentro me había dejado aturdida, su imagen se repetía en mi cabeza, una imagen que no quería alejar, quería mantenerla y revivir el momento por cuantas veces se me plazca. La clase transcurrió lentamente, las manecillas del reloj iban en mi contra avanzando cada vez más pausadas. Por fin la clase terminó; me tomé el tiempo para guardar los útiles en mi mochila. ¿Qué pasaría si llegara a encontrar a Harry? ¿Qué le diré? O más bien... ¿Tendré el valor para hablarle?

Sigilosamente me escabullo entre el bullicio de gente. No era una persona que llamase mucho la atención, a decir verdad. Veo a escasos metros una figura masculina sentada sobre un escaño de madera. Me acerco y con poca gracia me dejo caer sobre el césped.

"Aquella pureza con la que me sosegaste,
Irrelevante tu manera de acariciarme,
Dulce,
Lento,
Tortuoso.

¿Es esto el cielo?
¿Es real?
Embriágame con aquellos desesperados bálsamos,
Deja qué esta fantasía se vuelva real,
Déjame ser tu ilusión,
Deléitame,
Acelérame,
Martirízame.

Buscando con exasperación en las noches tus cobijos,
Susurros,
Ofuscaciones,
Murmullos.

Envuélveme en tu calor,
Obsesióname sin pudor,
Oscuro,
Delicioso,
Lujurioso."

 ¿Escribes? me sobresalto al escuchar su voz. Harry. Me encojo de hombros y asiento, dejo reposar en mi falda el cuaderno que anteriormente había estado utilizando. Nuevamente me pregunto ¿Por qué diantres me está hablando él?

Su mirada es intensa, penetrante. Me siento débil ante sus ojos, expuesta y tonta. Sin decoro alguno da un vistazo por mi cuerpo. Carraspeo bastante incomoda con la situación. Él sonríe de oreja a oreja, su ceño fruncido ha sido radicalmente cambiado por un rostro totalmente afable. En sus ojos se puede apreciar cierto rastro de diversión, un ápice de aquella emoción que nunca había visto plasmada en las facciones del chico.

Mi corazón se acelera y mi pulso se dispara cuando reparo en la proximidad de Harry. El fuerte olor a tabaco que desprende su aliento me da arcadas, es simplemente desagradable, pero al final de cuentas era... él. Quedo en mi lugar, estática, sin saber exactamente como actuar.

Finalmente acorta toda distancia existente entre nosotros.

Su implacable boca buscó refugio en la mía, su aliento se mezcló con el mío. Suspiro en medio de la fogosa actuación de nuestras bocas. Sus dientes mordisquean mi labio inferior, yo inexperta trato de devolver la mordida en un movimiento poco hábil; su risa resuena en mi garganta.

―Deja la osadía para otro momento.

Asiento sin entusiasmo y no abro los ojos tratando de retomar el beso. Mi cuerpo choca con el vacío. Mis parpados se abren y observo mí alrededor. Harry se ha ido. Otra vez.

Es cuestión de segundos para que se dé el timbre, aquel agudo y molesto sonido que marca la tortura y descanso de muchos. Resignada me levanto del césped, camino con paso tranquilo hacía mi taquilla y guardo mis cosas.


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Ily!!!!!!

EDITADO
All the love.x Valeria


Sonrisas Inexistentes|| Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora