Desde aquel día todos los días fuimos a esa sala, la limpiamos, la decoramos con los trabajos que hacíamos en clase. Comenzó a cobrar vida con nuestra esencia. Sentía que estaba viviendo en un libro lleno de estética, solo que esperaba que este no tuviera la palabra "tragedias" en su tema principal.
Tú me enseñabas tanto como podías, pero también me guiaba de videos que veía en mi teléfono con la poca conexión que llegaba al salón. A veces me frustraba mucho que se detuviera cada dos segundos y eso te hacía reír, así que en algún momento se me hizo una costumbre hacerlo solo para escuchar tu armoniosa risa.Solo teníamos treinta minutos para practicar, pero lo hacíamos todos los días de la semana, y yo aparte hacía ejercicios que me ayudaran con la coordinación y agilidad de mis dedos a toda hora.
Cuando me dijiste que tenía un talento innato realmente me hizo feliz, fue como haber sido concedida de un privilegio al ver cómo alguien tan habilidoso como tú me decía eso. Me hacía querer mejorar más, me motivabas a seguirlo intentando.
A los dos días de haber empezado pude tocar mi primera pieza, era una melodía extremadamente fácil ya que era una canción para niños y con solo unas cuatro notas se podía formar, pero de ahí fuimos avanzando, agregando más y más teclas que tocar hasta formar una verdadera armonía.
Me sentía tan orgullosa de lo que estaba logrando, y a la vez tan agradecida de lo que me estabas haciendo lograr hacer, que no cabía en mi felicidad cada día llegando a ese salón junto a ti durante los recesos.Y así fui mejorando, ya no estábamos todo el tiempo viendo videos para aprender, en cambio nos turnábamos para tocar. Siempre te pedía que tocaras la misma canción y tú nunca te negaste, mis sentimientos iguales como la primera vez que te escuché, solo que esta vez sí tenía tiempo de reaccionar aplaudiendo con toda la fuerza que tenían mis manos.
Sin embargo, pronto nos cansamos de ese patrón de turnos, así que decidimos tocar nuestra primera canción a dúo. La primera vez fue torpe y desastrosa, pero en ningún momento nos desanimamos, porque teníamos el pensamiento presente que, lo que sea que estuviéramos haciendo, era especial. Y con eso en mente, pudimos mejorar rápidamente.
Así pasamos nuestros últimos días juntos.