La vida a tu lado pasó tan rápido como la melodía que tocaste la primera vez que te escuché tocar el piano, y así como en ese momento, nunca me dio tiempo de reaccionar sino hasta que esta había terminado, e incluso en ese instante, me costó volver a la realidad.
Realmente nunca planeaste vivir mucho, de hecho siempre me decías que, si había que vivir, preferías hacerlo felizmente y esperar un final cercano que vivir toda una larga vida sufriendo.
¿Por qué tenía tantas esperanzas de que hicieras lo contrario a tus palabras? ¿Era egoísta querer retenerte, aún si no estabas feliz viviendo de esa manera? Afortunada o desafortunadamente, nunca me dio tiempo para pensar en ello, o de siquiera hacerlo.
Sin darme cuenta aquel primer día fue como la premonición de todos los recuerdos que tengo ahora, o tal vez solo me esté sugestionando porque tengo la necesidad de buscarle la musicalidad a un poema que aún no he superado.
Tu existencia fue como un soplido, lleno de alegría y buenos recuerdos que siempre mantendré en mi mente hasta que nos volvamos a encontrar en algún momento, allá donde estés, en un lugar lleno de ángeles como tú.
Pasaron meses para que mi corazón pudiera sanar, y aun así todavía estaba la esencia de una melancolía que jamás podría borrar.