( ↑ ) Capítulo 3: Maldito seas.

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Esa fue la primera impresión de Ánica Dilton al conocer a Reiji Sakamaki. No lograba comprender por qué de todas las chicas del mundo, tendría que correr esa suerte justamente ella. Después de todo una chica de campo con una vida provincial no merecía estar involucrada entre vampiros y un gato parlante perdido.

—Ya no llores, te ves muy vulgar, ¿es que acaso no te gustó que mordiera tu piel?.

—No creí que fueras un monstruo.

Ella seguía tan débil que mirándolo con los ojos entrecerrados sólo podía expulsar unas cuántas lágrimas.

—Debiste de haber visto tus lindos ojos cuando te dije que serías mi esposa, parecías tan ilusuionada —sonrió satisfactoriamente.

—Incluso así...¿no mantendrás tu palabra?.

—Pero que inteligente, no tienes esa cabezota de adorno.

Ánica gimió aún sin poder siquiera moverse completamente, el alcohol y la pérdida de sangre la tenían completamente noqueada.

—¿Por qué a mí?.

—¿Qué dices, pequeña?

—¡¿Por qué a mí?! —intentaba gritar inútilmente.

—Es una buena pregunta querida pero no puedo responderla ahora...aunque...puedo decirte como di contigo. Me enteré de tu existencia por tu padre hace unas noches, y debo decir que me fue muy satisfactorio el encontrarte.

—¡Tú! ¡maldito monstruo!.

Ánica intentó golpearlo pero se llevó una bofetada por parte de su captor...y bien marcada.

—¡Cállate! ¡es hora de que entiendas una cosa!. ¡Los humanos hacen este tipo de cosas todo el tiempo!, y si se sirve de "algo" no fue nada personal comprarte a tu propio padre, él aceptó gustoso venderte a un completo extraño a cambio de dinero. ¿Y sabes qué? él está con la conciencia tranquila en este momento porque a esto le llamó..."sacrificio por la familia". Si quieres maldecir a un monstruo, no es precisamente a mí a quien tienes que culpar.

Y así, con una vena saltándole de la frente, Reiji ató las manos y los pies de la chica; le puso una venda en sus ojos y boca, ella se retorcía incontrolablemente pues no quería estar en ese lugar. La cargó como un costal de papas y Ánica forcejeaba aún llorando.

—¡No vas a comportarte así de insolente en mi propia casa!.

Shu se encontraba escuchando música hasta que unos gritos ahogados bloquearon sus tímpanos.

—¡Ya callense maldita sea, intento dormir! ¿eh?.

Shu veía como Reiji entraba a su laboratorio con una chica totalmente amordazada.

—¿Pero cómo se atreve a...?.

El naranjado estaba a punto de intervenir hasta que recordó...que nada de lo que pasara con Reiji le interesaba. Aún si una víctima estaba involucrada.

—¿Qué más da? no es asunto mío.

➢ El laboratorio...La jaula.

Reiji finalmente logró poner a Ánica en una jaula de pájaro muy grande, ella se arrastró aun amordazada a los barrotes, gritando. Reiji respiró el familiar aroma de su laboratorio que lo embriagaba de placer; liberó los ojos y la boca de Ánica.

—¡Ayuda! ¡alguien ayúdenme por favor!.

—Ay ay ay, ¿los mortales nunca se callan? ¿o será que estoy usando los métodos equivocados?.

Reiji ajustó sus lentes mientras preparaba una jeringa llena de un líquido azul profundo.

—¡Auxilio! !Auxilio!.

Reiji logró tomar del brazo a Ánica, estamparla contra los barrotes y penetrar su piel con una jeringa.

—Esto te mantendrá callada, pequeña.

—Reiji...no.

Ánica terminó rindiendose ante la medicina y cerró sus ojos, casi instantáneamente.

Éste se dirigió a su habitación a bañarse; preparó un buen cambio de ropa y lustró sus zapatos, la noche aún estaba joven y era hora de ir al Instituto.

No mencionaría nada sobre Ánica y sus futuros planes, no era conveniente, tenía toda la confianza de que ninguno de sus hermanos lo escuchó, pero estaba equivocado.

A paso firme se dirigió al vestíbulo y tocó una campanilla de plata.

...






Aquel gato y el SADISTA (Reiji Sakamaki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora