1, Grandes focos, pequeñas luces

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—¡Deténgase, no dispare de nuevo, por favor! —gritó Ciara con un marcado tono de pánico y miedo en su voz.
—Cerezita vamos adentro… —Karina sujetaba a su novia de la cintura con ambas manos para evitar que esta se lanzara a atacar o hiciera algo que la pusiera en peligro.

El frío de la noche, la soledad de la calle y la luz de un alumbrado público que funcionaba a duras penas eran testigos de cómo un hombre intentaba asesinar a su mujer; la pareja de chicas conocía ya esta historia, no era la primera vez que su vecino llegaba borracho y agredía a su esposa, pero, nunca había escalado tanto.

—Llama a la policía —dijo Rey mirando directo a los ojos de Jaime después de haber estado unos segundos en silencio por los ruidos que interrumpieron su conversación. 
—Vo… voy. —Jaime temblaba mientras buscaba su teléfono en los apretados bolsillos de su pantalón.
—Tiene que ser el viejo ese… aunque, a lo mejor su esposa por fin se reveló… agh no tengo ni idea. —Rey se había desvanecido entre sus pensamientos hablando en voz alta. El chico de piel trigueña y cabello negro lo miraba confundido al no entender nada mientras esperaba alguna contestación al teléfono.

De manera repentina y como volviendo a la realidad, el de piel más oscura agarró de la mano al de pelo negro y lo llevó afuera de la cocina, Jaime no puso ninguna resistencia ante esto debido a la combinación entre nervios y miedo que estaba sintiendo por la situación.

La música que nunca apagaron, el olor a alcohol y las luces que alternaban entre diferentes colores neón a lo largo de los pasillos de la casa no lograban camuflar el panorama; la gente estaba casi en su totalidad reunida cerca a las ventanas de la casa observando lo que pasaba en las afueras del domicilio.

—Hagan permiso, maldita sea —dijo Rey con una actitud muy alterada mientras todavía sujetaba a Jaime llevándolo a las afueras abriéndose paso por la multitud.
—Sí, e… esa sería la dirección señorita oficial, apúrense por favor. —Jaime había pedido ayuda de la policía ya sin tener mucha idea de lo que estaba pensando pero logró convencerlos de venir.

En cuestión de segundos los dos chicos estaban afuera acompañando a Ciara y Karina mientras observaban no muy lejos suyo a un hombre mayor con un aspecto sucio y con un olor a alcohol tan fuerte que hasta ellos podían oler, que apuntaba con un revólver a otra señora mayor también que se veía completamente aterrorizada.

—¡Señor, no la mate, por favor! —gritó Rey dando varios pasos hacia adelante haciendo una seña con su mano para que Jaime retrocediera.
—¡Callese maricón, no se meta! —El hombre apuntó su pistola hacia el de ojos claros.
—¡Piense en su vida, piense en la vida de la señora, piense en sus hijos! —Rey dio más pasos tratando de acaparar toda la atención del hombre mientras hizo otro gesto a su mano pero direccionado a las chicas.
—¡Ni se le ocurra dar un paso más o le disparo, jotito! —El tono de voz del hombre y la actitud que tenía daban pena ajena, estaba claro que no tenía ninguno de sus 5 sentidos funcionando.
—¡Por favor, no lo haga!

Rey siguió gritando sin dar un paso más llevándose toda la atención del hombre; Ciara por su parte entendió la seña que el más moreno hizo y corrió lo más rápido que pudo tratando de evitar que la viera el viejo.

La idea espontánea del castaño y la acción rápida de la pelirroja dieron sus frutos, sin que la viera Ciara se acercó lo suficiente como para golpear al débil hombre en la cara y hacer que cayera soltando el arma. Jaime corrió por el arma para evitar que alguien más la tuviera a la vez que Rey corrió para ayudar a Ciara a dejar inmovilizado al tipo, Karina fue a revisar cómo estaba la señora mayor y verificar que el tiro hecho anteriormente no le hubiera dado.

Por sorpresa a diferencia de lo que estaban acostumbrados en la ciudad de San Antonio, la policía llegó bastante rápido; era casi como un milagro. Llamarlos y esperar que llegaran muchas veces era un juego de azar con alta probabilidad de perder.

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