5, Conversaciones con el cielo

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—Oye, shh, no quiero despertar a nadie —dijo Jaime mientras aguantaba su propia risa y abría con llave la entrada de su casa.

—Hijo de tu... llegamos más tarde porque querías que viéramos las estrellitas. —Rey por su parte también aguantaba sus carcajadas, aparte de venir bromeando y hablando sobre cualquier tontería en el camino del parque a la casa, el cansancio que tenían encima no ayudaba a la situación.

Después de un rato, luchando con la mucha gracia que se hacían el uno al otro, lograron llegar sin mayor complicación al segundo piso de la casa y entraron en el cuarto del pelinegro.

—No soy Karina y no tengo un gigante sofá-cama pero supongo que mi cama está bien para ambos... —El cansancio en la voz y actitud de Jaime se notaban, estaba más despreocupado que nunca—. Así que... sientete como en tu casa, o bueno, en ¿una mejor versión de tu casa?, o algo así.

—No te pases de lanza, mi loco —dijo Rey mientras le dio unas palmaditas al trigueño bastante relajado él también—. Espero que mañana no haya problema por si te llegan a ver durmiendo con otro hombre sin camiseta.

Ambos rieron tontamente para que mientras el moreno se quitaba su camiseta y gorra, el más bajito se acostara en su cama cayendo profundamente dormido casi al instante, el castaño no demoró en acostarse a su lado también. Al más alto le estaba costando mucho conciliar el sueño; observaba la habitación desde la cama mientras pensaba en lo mucho que le recordaba a su dueño, tan pulcra, tan sencilla, tan correcta, le llegaba a hacer un poco de gracia.

El tiempo seguía pasando y el sueño no llegaba a Rey, no lo desesperaba pero si lo hacía sentir muy solo, un sentimiento que era de los pocos que lograban abrumarlo. Los ojos claros como el sol del joven se encontraron con la luna, había una ventana en el cuarto de Jaime que era muy parecida a una que tenía en su propia habitación, ventanas que tenían una muy buena vista al cielo nocturno...

«¿Es ridículo que haya pasado por mi cabeza hablarte de nuevo?», pensó el moreno con la vista y atención fijas en la luna, el cuerpo celeste y el ser humano tenían una relación que las mentes simplonas estaban muy lejos de entender, había una conexión telepática entre ambos, la señora Luna era la mejor oyente del joven desde que era muy pequeño, nunca le había dedicado una palabra pero sí toda su presencia como receptora.

«Mrs. Moon, hola, tenemos tiempo sin hablar, ¿no?, espero me sigas queriendo escuchar como siempre lo has hecho, no sé que puedo contarte pero por el camino se me ocurrirán cosas. ¿Debería pedirte perdón por no hablarte?, ¿no, verdad?, eres tan compasiva, gracias por estar ahí siempre, mi más fiel carnalita, wow, cuánto hubiera dado porque mi jefa fuese como tú, jajaja, sí... no ha cambiado nada, pero ¿qué sentido tiene que te habla sobre ella ahora?, ya le hemos dedicado muchas charlas a Miriam.

¡Ay, no sabes!, tuve un concierto con los chicos, fue genial... siempre es genial, ¡ellos son la verga!, ¡ay!, tampoco sabes del chico más nuevo en la RFL, se llama Jaime, lo conocí en una fiesta, he's so nice... quiero ser muy buen amigo con él, no sé el porqué, pero siento que tenemos una conexión muy grande, bueno, de hecho quizás sí lo sé, creo que tengo la misma energía con él que contigo, ¿recuerdas cuando nos veíamos todos los días?, hasta que un día decidí hablarte, muy buena decisión mía tho, el punto, algo así me pasa con él, bueno... solo que él no es mi mente trabajando lo más que puede para crear un escenario loquisimo, jejejeje, espero pueda llegar a ser tan buen amigo con él, como lo soy contigo, ay Mrs.Moon, te quiero un chingo, aunque... creo que ya tengo algo de sueñ...», Rey no pudo terminar su gran conversación con la Señora Luna sin quedarse dormido, pero aún así él sabía que esto nunca le molestaría, ella siempre había querido lo mejor para él.

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