6, ¿Quién no llora con su reflejo?

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Tal y como estaba programado, a las cinco en punto de la mañana, empezó el tedioso sonido proveniente del teléfono del pelinegro. El muchacho, envuelto entre sábanas, no tardó en levantarse para apagar la alarma; la expresión que habitaba en su cara era evidencia de lo poco que había dormido. Y aunque su cuerpo se opusiera, el joven se limitó a suspirar para irremediablemente continuar con su día.

A la par que todavía libraba la batalla contra el sueño, Jaime empezó a tender su cama, mientras lo hacía, la incógnita de: ¿A qué hora se había dormido?, llegó a su cabeza; efectivamente, no estaba seguro, pero no era complejo intuir que no había sido temprano. Sin dejarle mucho tiempo a su mente para pensar una respuesta exacta y habiendo terminado, el joven fue hasta su escritorio para dejar lista su mochila.

Como si de otra persona se tratase, habían varias cosas encima en desorden, al percatarse, el muchacho se mostró confundido, no fue hasta que miró más detenidamente las libretas y demás, que recordó haber intentado escribir la noche anterior. Bastante más aliviado al tener una explicación, el trigueño volvió con la organización de todo lo necesario para su día.

Naturalmente, también puso orden a los otros útiles, cuando lo hizo, no pudo evitar revisar lo hecho el día anterior; una sonrisa burlona se talló en su cara al observar lo plasmado en el papel, estaba avergonzado de lo que había leído.

—Ay, ¿en serio?, ¿espejo con reflejo?, la creatividad me persigue pero yo soy más rápido —dijo todavía sonriendo para sí mismo el ojinegro, mientras arrancaba aquella hoja—. Aparte ni siquiera lo terminé... se ve que anoche no fue mi mejor momento como literato.

Con el morral hecho y su habitación ya arreglada, lo único que faltaba para seguir el rutinario día de Jaime era ducharse y cambiarse, terminado eso, ya podría recoger a su amiga para embarcarse en el autobús camino a la universidad.

Como de costumbre, el joven trigueño pasó a su baño evitando verse al espejo, cuando se desnudaba, notó de reojo que desviar su mirada había sido inútil, en realidad, no había ningún espejo. Buscando una confirmación de lo que vió, observó de manera fija a esa dirección, no se había equivocado.

«No me acuerdo de haberlo quitado... igual ni tengo tiempo ahorita para buscarlo», pensó Jaime mientras entraba a la ducha. El muchacho esperaba que la sensación refrescante del agua bajando por su cuerpo le ayudara a despejar su cabeza; a pesar de que el día apenas había transcurrido, las consecuencias del descanso casi nulo no se hacían esperar.

—O sea que te llamo cuando me suba en "Quiebra Rocas", ¿verdad? —Ciara, sorpresivamente, despierta antes de que el reloj marcara las seis y media, finiquitaba con su novia los planes que tenía para ese día—. Va corazón, entonces hablamos luego, te amo.

Con la llamada colgada, la pelirroja siguió desayunando. Le esperaba una jornada pesada pero de gran importancia, estaba mentalizada a afrontarla con su mejor versión, dando así sentido a que estuviera preparada más temprano de lo usual.

Satisfecha y habiendo lavado los platos, la muchacha de ojos ojerosos, se sentó en un mueble de su sala; incluso ella estaba sorprendida de sí, era la primera vez desde que habían entrado a la universidad, que ella podía esperar a su amigo con tiempo de sobra. Aunque era extraño, también era muy satisfactorio, al poco tiempo, una sonrisa y expresión tranquilas se hicieron en su cara.

Sin fallar, como siempre, apenas el reloj marcó las seis y cuarenta y cinco, el sonido de la puerta siendo golpeada empezó. Las pobladas cejas de quien esperaba detrás de la entrada delataron su reacción al levantarse, Jaime, acostumbrado a tener que esperar como mínimo quince minutos, estaba impresionado al ver que su llamado fue atendido casi al instante.

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⏰ Última actualización: Jan 23, 2022 ⏰

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