La oscuridad de las cárceles de la Ciudad Silenciosa era más profundo que cualquier
oscuridad que Jace hubiera conocido. No podía ver la forma de su mano delante de sus
ojos, no podía ver el suelo o el techo de su celda. ¿Qué sabía de la celda, que sabía
desde el primer vistazo con la antorcha que había tenido, guiado por aquí con un
contingente de Hermanos Silenciosos, que han abierto la puerta impedida de la celda
para él y lo han acomodado adentro como si él fuera un criminal común.
Por otra parte, eso sea lo que probablemente hayan pensado de él.
El supo que la celda tenía un piso señalado de piedra, que tres de las paredes fueron
labradas en piedra, y que la cuarta estaba hecha de barrotes de electrum poco espaciado,
cada uno de los extremos hundido profundamente en la piedra. Él sabía que había una
puerta en los barrotes establecidos. El también supo que una barra metálica larga corría
por la pared oriental, porque los Hermanos Silenciosos habían conectado un lazo de un
par de puños de plata a esta barra, y el otro puño a la muñeca. El podía subir y bajar la
celda unos pocos pasos, zumbando como el fantasma de Marley, pero fue tan lejos como
podía ir. Ya había frotado su muñeca derecha áspera tirando irreflexivamente en el
puño. Al menos se quedó con las manos en un pequeño punto brillante en la
impenetrable oscuridad.No importaba mucho, pero era tranquilizador que su mejor
mano de lucha estuviera libre. Comenzó otro lento paseo a lo largo de su celda, a lo
largo de los dedos detrás de la pared como él anduvo. Le ponía nervioso no saber qué
hora era. En Idris su padre le había enseñado a decir la hora por el ángulo del sol, la
longitud de las sombras de la tarde, la posición de las estrellas en el cielo nocturno. Pero
no hay estrellas aquí. De hecho, había comenzado a preguntarse si vería el cielo de
nuevo.
Jace paró. ¿Ahora, por qué se había preguntado él eso? Por supuesto él vería el cielo
otra vez. La Clave no iba a matarlo. La pena de muerte estaba reservada para los
asesinos. Pero el aleteo de miedo se quedó con él, algo menos de su caja torácica, como
una extraña inesperada punzada de dolor. Jace no era exactamente propenso a ataques
de pánico -Alec habría dicho que podría haberse beneficiado de un poco más en la
forma constructiva de cobardía. El miedo es algo que nunca le afectó mucho. Pensó en
Maryse diciendo, nunca temiste a la oscuridad.
Es cierto. Esta ansiedad era antinatural, y no como él en absoluto. Tenía que haber más
que la simple oscuridad. Tomó otro aliento superficial. Él sólo tenía que pasar la noche.
Una noche. Eso fue todo. Dio otro paso hacia adelante, su manilla que tintinea
tristemente.
Una buena división del aire, la congelación en sus pistas. Fue un alto, rigiendo
ululación, un sonido de puro y terror sin inteligencia. Parece seguir y seguir cantando
como una nota de desplumar un violín, cada vez más altos y delgados y más nítida,
hasta que fue abruptamente cortado. Jace juró. Sus oídos fueron señales, y el terror que
podía saborear en la boca, amarga como el metal. ¿Quién hubiera pensado que había un
gusto a temor? Presionando la espalda contra la pared de la celda, dispuesto a
tranquilizarse a sí mismo. El sonido fue de nuevo, esta vez más fuerte, y luego hubo otro
grito, y otro. Algo se estrelló sobre la cabeza, y Jace se agachó involuntariamente antes
de recordar que fue varios niveles por debajo del suelo. Oyó otro estrépito, y una imagen
se formó en su mente: las puertas del mausoleo rompiéndose, los cadáveres de los
cazadores de sombras centenarios que tambaleaban libres, nada más que esqueletos
unidos por tendones secos, arrastrandose a sí mismos en todo el piso blanco de la
Ciudad Silenciosa sin carne , dedos huesudos-
¡Basta! Con un grito de esfuerzo, Jace forzó la visión lejos. Los muertos no vuelven. Y
además, fueron los cadáveres de los Nefilim como él, sus hermanos y hermanas
muertos. Él no tenía nada que temer de ellos. Entonces, ¿por qué tuvo tanto miedo? Él
apretó sus manos en puños, las uñas clavandose en la palma de su mano. Este pánico fue
indigno de él. El lo dominaría. El lo aplastaría. El respiró hondo, llenando los pulmones,
así como otro chillido había sonado, éste muy fuerte. El aliento raspó fuera de su pecho
como algo chocó fuertemente, muy cercano a él, Y él vio una flor repentina de luz, una
fuego-flor caliente que apuñala en los ojos.
El hermano Jeremiah tambaleó en la vista, su mano derecho que agarraba una antorcha
de quieto-ardor, su capucha de pergamino retrocedió para revelar una torsión de cara en
una expresión grotesca de terror. La boca anteriormente cosida estuvo abierta en un
chillido mudo, los hilos ensangrentados de puntadas rotas que balancean de los labios
destrozados. Sangre, negra en la luz de las antorchas, salpicó las túnicas. El tomó unos
pocos pasos asombrosos adelante, las manos extendidas -y entonces, como Jace miró en
la incredulidad total, Jeremiah cayó y se cayó de cabeza al piso. Jace oyó el quebranto
de huesos cuando el cuerpo del archivero golpeó el suelo y la antorcha farfulló, rodando
fuera de la mano de Jeremías y hacia la cuneta de piedra cortada en el piso justo en las
afueras de la puerta de la celda prohibida.
Jace fue a las rodillas instantáneamente, estirando lo que la cadena lo permitía, los
dedos para alcanzar la antorcha. No podía tocar bastante. La luz fue desapareciendo
rápidamente, pero por su brillo menguante él podía ver la cara muerta de Jeremías, la
sangre aún goteando de su boca abierta. Sus dientes eran retorcidos talones negros.
El pecho de Jace sentía como si algo pesado fuera apretado contra el. Los Hermanos
Silenciosos nunca abrieron las bocas, nunca hablaron ni se rieron ni chillaron. Pero que
había sido el sonido que Jace había oído, estaba seguro de que ahora los gritos de los
hombres que no habían llorado en medio siglo, el sonido de un terror más profundo y
potente que la antigua Runa del Silencio. Pero, ¿cómo puede ser? Y dónde estaban los
otros hermanos?
Jace quería gritar para pedir auxilio, pero el peso estaba todavía en su pecho,
presionando. El no podía parecer conseguir suficiente aire. El se lanzó hacia la antorcha
otra vez y sintió uno de los pequeños huesos en la muñeca quebrantarse. El dolor disparó su brazo, pero le dio la pulgada adicional que necesitaba. El barrió la antorcha
en la mano y se levantó a sus pies. Cuando la llama saltó atrás en vida, él oyó otro ruido.
Un ruido de espesor, una especie de feo, arrastrado. El cabello en la parte posterior de su
cuello se puso de pie, como agujas afiladas. El empujó la antorcha hacia adelante, la
mano que sacudía envíaba golpecitos salvajes del baile de luz a través de las paredes,
brillantemente iluminaba las sombras.
No había nada allí.
En vez de alivio, él sentía su terror intensificarse. El ahora jadeaba succionando aire en
grandes corrientes, como si hubiera estado bajo el agua. El temor fue el peor de todos
porque era tan desconocido. ¿Que le había sucedido? ¿Había él llegado a ser de repente
un cobarde?
El dio un tirón duramente contra la manilla, esperando que el dolor vaciaría la cabeza.
No lo hizo. El oyó el ruido otra vez, el golpear deslizando, y ahora fue cercano. Hubo
otro sonido también, detrás del deslizar, un suave y constante murmullo. Nunca había
escuchado ningún sonido tan malo. La mitad de su mente con horror, él tambaleó atrás
contra la pared y levantó la antorcha en la mano desenfrenadamente de un tirón.
Por un momento, brillante como la luz del día, vio toda la habitación: la celda, la puerta
impedida, las losas descubiertas más allá, y el cadáver de Jeremías acurrucado contra el
piso. Había una puerta justo detrás de Jeremías. Se abría lentamente. Algo tiró su
camino a través de la puerta. Algo enorme y oscuro y sin forma. Los ojos como hielo
abrasador, hundido profundo en dobleces oscuros, mirando a Jace con un gruñido de
diversión. Entonces la cosa arremetió. Una gran nube de irritante vapor subió arriba en
frente de los ojos de Jace como una onda que barre a través de la superficie del océano.
Lo último que vio fue la llama de su antorcha canalones verde y azul antes de que fuera
tragado por la oscuridad.
Simon fue agradable besando. Fue algo agradable y apacible, como acostado en una
hamaca en un día de verano con un libro y un vaso de limonada. Es el tipo de cosa que
podías seguir haciendo y no se sentía aburrido o con aprensión o desconcertados o
molesto por mucho de todo, excepto el hecho de que la barra de metal en el sofá cama
estaba clavandose en su espalda.
-Ay, -dijo Clary, tratando de escaparse fuera de la barra y sin éxito.
-¿Te lastimé? -Simon se levantó arriba en su lado, pareciendo concernido. O quizás era
sólo que sin sus gafas sus ojos parecían dos veces más grandes y oscuros.
-No, no tú-la cama. Es como un instrumento de tortura.
-No me di cuenta, -dijo en tono pesimista, ya que agarró una almohada del suelo, donde
había caído, y que acuñó debajo de ellos.
-Tú no. -Ella se rió-. ¿Dónde estabamos?
-Bueno, mi cara estaba aproximadamente donde está ahora, pero la tuya estaba mucho
más cerca de la mía. Eso es lo que recuerdo, de todos modos.
-Que romántico. -Ella le tiró abajo encima de ella, donde equilibraba sobre los codos.
Sus cuerpos claramente alineados y que podía sentir el latido de su corazón a través de
sus camisetas. Sus latigazos, normalmente oculta tras sus gafas, cepilló la mejilla
cuando él se inclinó para besarla. Ella dejó de reír-. ¿Es esto extraño para ti? -Susurró ella.
-No. Creo que cuando te imaginas algo con suficiente frecuencia, la realidad parece...
-¿Decepcionante?
-No. ¡No! -Simon se echó para atrás, mirando con convicción-. No jamás pienses eso.
Esto es lo contrario de decepcionante.Es...
Las risitas suprimidas burbujearon arriba en su pecho-. Bien, quizá no quieres decir eso,
tampoco.
Él medio cerraba los ojos, la boca curvándose en una sonrisa-. Bien, ahora quiero decir
algo de vuelta para ti sabelotodo, pero todo lo que puedo pensar es ... -Ella le sonrió
hacia arriba-. ¿Deseas sexo?
-Para. -El agarró sus manos, las sujetó al cubrecama, y miró abajo hacia ella
gravemente-. Que Te quiero.
-¿Así que no quieres sexo?
El soltó las manos-. Yo no dije eso.
Ella rió y empujó en el pecho con ambas manos-. Dejame levantarme.
Él la miró alarmado-. No quise decir que sólo quiero sexo...
-No es eso. Quiero ponerme mi pijama. No puedo hacer nada en serio cuando todavía
tengo los calcetines.
El la miró doloridamente mientras ella recogió su pijama del tocador y se dirigió al
cuarto de baño. Tirando de la puerta cerrada, ella miró hacia él-. Vuelvo en seguida.
Lo que dijo en respuesta se perdió al cerrar la puerta. Se cepilló los dientes y luego dejó
correr el agua en el fregadero durante mucho tiempo, mirandose a sí misma en el
botiquín espejo. Su pelo estaba alborotado y sus mejillas estaban rojas. ¿Que no cuentan
como resplandeciente, se pregunta? ¿Las personas enamoradas supuestamente
resplandecen, no eran ellos? O quizás era sólo en las mujeres embarazadas, no podía
recordar exactamente, pero seguro que se suponía que iba a mirar un poco diferente.
Después de todo, esta fue la primera sesión de largo tiempo besando verdadera que ella
jamás había tenido -y fue agradable, se dijo, seguro y agradable y cómodo.
Por supuesto, que había besado Jace, en la noche de su cumpleaños, y que no había sido
segura y cómoda y agradable a todos. Había sido como la apertura de una vena de algo
desconocido dentro de su cuerpo, algo más caliente y dulce y más amargo que la sangre.
No pienses en Jace, se dijo violentamente, pero mirandose a sí misma en el espejo, ella
vio los ojos oscurecer y supo que su cuerpo recordaba incluso si su mente no quisiera.
Corrió el agua fría y salpicando a lo largo de su cara antes de llegar por su pijama.
Fenomenal, se dio cuenta, que había llevado su pijama con ella, pero no la parte
superior. Por mucho que Simon quizás lo aprecie, era pronto para dormir sin la parte
superior. Volvió al dormitorio, sólo para descubrir que Simon estaba durmiendo en el
centro de la cama, agarrando la almohada como si fuera un ser humano. Ella ahogó una
risa.
-Simón ..., -ella susurró -entonces oyó el fuerte sonido de dos tonos, que marcó un
mensaje de texto que acababa de llegar a su movil. El teléfono se encontraba doblado
sobre la mesita de noche; Clary recogió y vio que el mensaje era de Isabelle. Ella dio la
vuelta al teléfono abierto y desplazando a toda prisa el texto. Lo leyó dos veces, sólo
para asegurarse de que no eran imaginaciones. Entonces corrió hacia el armario para
coger su abrigo.
-Jonathan.
La voz habló en la oscuridad: lento, oscuro, conocido como el dolor. Jace parpadeó los
ojos abiertos y vio sólo la oscuridad. El tiritó. Él estaba acostado sobre el suelo helado.
Debió de haberse desmayado. A su juicio, la furia de una puñalada en su propia
debilidad, su fragilidad.
El arrolló en su lado, la muñeca rota que late en su manilla-. ¿Hay alguien ahí?
-Seguramente reconoceras a tu propio padre, Jonathan. -La voz volvió, y Jace lo supo:
su sonido de hierro viejo, su cercano-carente de matiz liso. Trató de luchar a sus pies las
botas, pero resbaló en un charco de algo y él patinó hacia atrás, sus hombros de golpe la
pared de piedra dura. Su cadena zumbó como un coro móvil de campanillas de acero.
-¿Estás herido? -Una luz quemó hacia arriba, quemando los ojos de Jace. El parpadeó
quemando lejos las lágrimas y vio la posición de Valentine en el otro lado de los
barrotes, al lado del cadáver del Hermano Jeremiah. Una piedra resplandeciente de luz
mágica en una mano lanzó un resplandor blanquecino agudo sobre el cuarto. Jace pudo
ver las manchas de sangre de los antiguos en las paredes -y la más reciente de sangre, un
pequeño lago de la misma, que había derramado Jeremías de la boca abierta. El sentía el
estómago irritado y apretado, y el pensamiento de la forma negra sin forma que antes
había visto con los ojos como la quema de joyas-. Esa cosa, -que fue estrangulado-.
¿Dónde está? ¿Qué era?
-Estás lastimado. -Valentine se acercó a las barrotes-. ¿Quién ordenó que te encerraran
aquí? ¿Fue la Clave? ¿Los Lightwoods?
-Fue el Inquisidor. Jace miró hacia abajo en sí mismo. Había más sangre en sus
pantalones y en su camisa. No podía saber si alguna era suya. La sangre se filtraba
lentamente por debajo de su manilla.
Valentine lo consideró amablemente por las barrotes. Fue la primera vez en años que
Jace había visto a su padre en el traje de batalla verdadero -la ropa gruesa de cuero del
cazador de sombras que permitia libertad de movimiento al proteger la piel de la
mayoría de las clases de veneno de demonio; el chapado en electrum tirantes en los
brazos y las piernas, cada uno marcado con una serie de glifos y runas. Había una
amplia correa en el pecho y la empuñadura de una espada relucía por encima de su
hombro. El se agachó abajo entonces, poniendo los ojos amoratados frescos en un nivel
con Jace. Jace se sorprendió al ver que no había ira en ellos-. El Inquisidor y la Clave
son uno y lo mismo. Y los Lightwoods nunca deberían haber permitido que esto
sucediera. NYo nunca habría permitido que nadie te hiciera esto.
Jace presionó los hombros apoyados contra la pared; fue en lo que respecta a su cadena
le permitirá recibir de su padre-. ¿Viniste aquí para matarme?
-¿Matarte? ¿Por qué querría matarte?
-Bueno, ¿por qué matar a Jeremías? Y no me molesta tragarme alguna historia acerca de
cómo acabas de suceder para vagar adelante después de que él se muriera
espontáneamente. Sé que hiciste esto.
Por primera vez miró hacia abajo de Valentine al cuerpo del Hermano Jeremías-. Yo lo
maté, y al resto de los Hermanos Silenciosos también. Tuve que hacerlo. Tenían algo
que yo necesitaba.
-¿Qué? ¿Un sentido de la decencia?
-Esto, -dijo Valentíne, y señaló a la espada de su vaina en el hombro en un rápido
movimiento-. Maellartach.
Jace se estranguló atrás la boqueada de la sorpresa que rosaba en la garganta. El lo
reconoció bastante bien: La enorme, pesada hoja de la espada de plata con el puño en
forma de alas extendidas fue el que colgó arriba de las Estrellas Parlantes en el cuarto del consejo de los Hermanos Silenciosos-. ¿Tomaste la espada de los Hermanos
Silenciosos?
-Nunca fue suya, -dijo Valentine-. Pertenece a todos los Nefilim. Esta es la hoja con que
el Angel condujo a Adam y a Eva fuera del jardín. Y él colocó al este del jardín del
Edén querubines, y una espada llameante que giraba cada camino, -citó, mirando hacia
abajo en la hoja.
Jace lamió sus labios secos-. ¿Qué vas a hacer con ella?
-Yo te diré eso, -dijo Valentine-, cuando crea que puedo confiar en ti, y sé que tu confias
en mí.
-¿Confiar en ti? ¿Después de la manera en que te movieras furtivamente por el Portal en
Renwick y lo aplastaras tanto que no pudiera después de ti? ¿Y la manera en que trataste
de matar a Clary?
-Nunca habría herido a tu hermana, -dijo Valentine, con un destello de ira-. Y tampoco
te haría daño a ti.
-¡Todo lo que has hecho es lastimarme!¡Los Lightwoods son los que me protegen!
-Yo no soy el que te cerró aquí. Yo no soy el que te pone en peligro y desconfía de ti.
Eso fueron los Lightwoods y sus amigos en la Clave. -Valentine pausó-. Viendo que te
gusta esto -la manera en que hemos tratado y, sin embargo, que siguen siendo estoicoestoy orgulloso de ti.
En eso, Jace miró arriba en sorpresa, tan rápidamente que sintió una ola de vértigo. Su
mano dio un insistente palpitar. Él empujó el dolor y volvió a respirar aliviado-. ¿Qué?
-Me doy cuenta ahora de lo que hice mal en Renwick, -Valentine pasó-. Yo te
imaginaba como el niño pequeño que dejé atrás en Idris, obediente a cada uno de mis
deseos. En su lugar me encontré a un joven testarudo, independiente y valiente, y yo te
traté como si aún fueras un niño. No es de extrañar que te rebelaras contra mí.
-¿Rebelarme? Yo -Jace apretó la garganta, cortando las palabras que quería decir. Su
corazón había comenzado a golpear a un ritmo palpitante en la mano.
Valentine siguió adelante-. Nunca he tenido la oportunidad de explicarte mi pasado, que
te diga por qué he hecho las cosas que he hecho.
-No hay nada que explicar. Tu mataste a mis abuelos. Tuviste a mi madre prisionera.
Mataste a otros cazadores de sombras para conseguir tus propios fines. -Cada palabra en
la boca de Jace probó como veneno.
-Ustedes sólo conocen la mitad de los hechos, Jonathan. Te mentí cuando eras un niño,
ya que eras demasiado joven para comprender. Ahora ya eres mayor para que te diga la
verdad.
-Dime la verdad.
Valentine a través de los barrotes de la celda puso su mano en la parte superior de la
Jace. La textura áspera y callosa de los dedos se sentía exactamente de la misma manera
que cuando Jace había tenido diez años.
-Quiero confiar en ti, Jonathan, -dijo-. ¿Puedo?
Jace quería responder, pero las palabras no le salían. El sentía el pecho como si una
banda de hierro fuera apretada lentamente alrededor de el, cortando el aliento por
pulgadas-. Deseo..., -susurró.
Un ruido sonó por encima de ellos. Un ruido como el estruendo de una puerta metálica
y, a continuación, Jace escuchó pasos, haciéndose eco de susurros de la ciudad de los
muros de piedra. Valentine comenzó a sus pies, cerrando su mano sobre la luz mágica
hasta que fue sólo un tenue resplandor y él mismo era una sombra ligeramente
esbozada-. Más rápid de lo que yo pensaba, -murmuró, y miró hacia abajo a través de
los barrotes a Jace.
Jace miró por delante de él, pero no podía ver nada, pero la oscuridad más allá de la
iluminación débil de la luz mágica. Que atraviesa el pensamiento de la forma oscura que
había visto antes, aplastando toda la luz que tiene ante sí-. ¿Qué viene?¿Qué es? -
Exigió, escarbando hacia adelante de rodillas.
-Debo irme, -dijo Valentine-. Pero nosotros no somos hechos, tu y yo.
Jace puso la mano en los barrotes-. Desencadéname. Sea lo que sea, quiero ser capaz de
luchar contra eso.
-Desencadenarte apenas sería una bondad ahora. -Valentine cerró su mano alrededor de
la piedra de luz mágica completamente. Guiñó fuera, hundiendo a la habitación en la
oscuridad. Jace se lanzó contra los barrotes de la celda, su mano rota chillaba y
protestaba de dolor.
-¡No! -gritó-. Padre, por favor.
-Cuando te quieras encontrar conmigo, -dijo Valentine-, tu me encontrarás. Y entonces
sólo hubo el sonido de sus pasos y la propia respiración rasgada de Jace como él se
desplomó contra los barrotes.
En el paseo del metro exterior Clary se encontró incapaz de sentarse. Ella fue de un lado
para otro del vagón casi vacío, sus auriculares de iPod que balanceaban alrededor del
cuello. Isabelle no había atendido el teléfono cuando Clary llamó, y un sentimiento
irracional de preocupación había roído en el interior de Clary.
Ella pensó en Jace en el Hunter's Moon, cubierto de sangre. Con los dientes
descubiertos en enredar ira, él había mirado más como un hombre lobo que un cazador
de sombras a cargo de proteger a humanos y mantener a los subterráneos en la línea.
Ella salió del metro subiendo por las escaleras en la parada de la Noventa con la Sexta,
sólo ralentizando a una caminata cuando ella se acercó a la esquina donde el casco del
Instituto asomaba como una sombra gris inmensa. Había hecho calor abajo en los
túneles, y el sudor en la nuca picaba fríamente cuando ella avanzó arriba la caminata
concreta agrietada a la puerta principal del Instituto.
Ella llegó al enorme tirador de hierro que cuelga del arquitrabe, entonces dudó. ¿No era
ella una cazadora de sombras? Tenía derecho a estar en el Instituto, tanto como los
Lightwoods. Con una oleada de resolución, ella agarró el asidero de la puerta, tratando
de recordar las palabras que Jace había dicho-. En el nombre del Angel, yo...
La puerta se abrió en una oscuridad estrellada por las llamas de docenas de velas
diminutas. Cuando ella apuró entre los bancos, las velas parpadearon como si se rieran
de ella. Ella alcanzó el ascensor y sonó la puerta metálica cuando cerró detrás de ella,
apuñalando los botones con un dedo que temblaba. Ella quería disminuir su nerviosismo
-¿Estaba preocupada ella por Jace, se preguntó, o se preocupó solo por ver Jace? Su
cara, enmarcada por el cuello levantado de su abrigo, parecía muy pequeña y blanca, sus
ojos grandes y de color verde oscuro, sus labios pálidos y mordidos. No bastante con
todo, ella pensó en la consternación, y forzó el regreso del pensamiento. ¿Qué importa
lo que ella pensara? Jace no se cuidó. Jace no podría cuidarse.
El ascensor sonó cuando llegó a un tope y Clary empujó la puerta abierta. Iglesia la
esperaba en el vestíbulo. El la saludó con un contrariado maullido.
-¿Cuál es el problema, Iglesia? -Su voz sonaba poco natural fuerte en la tranquila sala.
Se preguntó si había alguien aquí en el Instituto. Tal vez sólo ella. El pensamiento la arrastró-. ¿Hay alguien en casa?
El persa azul le dio la espalda y se dirigió por el pasillo. Pasaron la sala de música y la
biblioteca, todo vacío, antes de que Iglesia girase otra esquina y se sentara delante de
una puerta cerrada. Bien, entonces. Aquí estamos, parecía decir su expresión.
Antes de que ella pudiera llamar, la puerta se abrió, revelando a Isabelle de pie en el
umbral, descalza en un par de pantalones vaqueros y un suéter violeta suave. Ella
comenzó cuando vio Clary-. Me parece haber oído que alguien viene por el pasillo, pero
no pensé que fueras tú, -dijo. ¿Qué estás haciendo aquí?
Clary la miraba-. Me enviaste un mensaje de texto. Diciendome que el Inquisidor tiró a
Jace en la cárcel.
-¡Clary! -Isabelle miró hacia arriba y hacia abajo por el corredor, mordiendose el labio-.
No significaba que vinieras aquí a la carrera en este momento.
Clary quedó horrorizada-. ¡Isabelle!¡Cárcel!
-Sí, pero -Con un suspiro derrotado, Isabelle se paró aparte, hizo gestos a Clary para
entrar en su habitación-. Mira, tu también quizás entres. Y ahuyentale, tu, -dijo, agitando
una mano a Iglesia-. Haz guardia en el ascensor.
Iglesia le dio una mirada horrorizado, echó abajo su estómago, y se fue a dormir.
-Gatos, -murmuró Isabelle, y cerró de golpe la puerta.
-Oye, Clary. -Alec se sentaba en la cama deshecha de Isabelle, con sus pies que
balanceaban sobre el lado-. ¿Qué estás haciendo aquí?
Clary se sentó en el taburete acolchado en frente de la mesa gloriosamente desordenada
de vanidad de Isabelle-. Isabelle me mandó un mensaje. Ella me dijo lo que le pasó a
Jace.
Isabelle y Alec intercambiaron una mirada-. Oh, vamos, Alec, -dijo Isabelle-. Pensé que
ella debía saberlo. ¡No sabía que iba a llegar hasta aquí a las carreras!
El estómago de Clary dio bandazos-. ¡Por supuesto que iba a venir!¿Está bien?¿Por qué
hizo el Inquisidor que lo arrojaran en la cárcel?
-No es exactamente la cárcel. Está en la Ciudad del Silencio, -dijo Alec, sentado con la
espalda recta y tirando una de las almohadas de Isabelle a través del regazo. El escogió
ociosamente en el margen bordado con cuentas cosido a sus orillas.
-¿En la Ciudad del Silencio? ¿Por qué?
Alec dudó-. Hay celdas bajo la Ciudad del Silencio. Mantienen los delincuentes antes de
deportarlos hacia Idris para ser sometidos a juicio ante el Consejo. La gente que
realmente ha hecho cosas malas. Asesinos, vampiros renegados, cazadores de sombras
que rompen los Acuerdos. Ahí es donde está Jace ahora.
-¿Encerrado con un grupo de asesinos? -Clary estuvo en pie, ultrajada-. ¿Qué pasa con
ustedes?¿Por qué no les molesta más? Alec e Isabelle intercambiaron otra mirada-. Es
sólo por una noche, -dijo Isabelle-. Y no hay nadie allá abajo con él. Le preguntamos.
-Pero, ¿por qué? Jace ¿Qué hizo?
-El contestó al Inquisidor. Eso fue, por lo que sé, -dijo Alec.
Isabelle encaramada a sí misma en el borde de la mesa de la vanidad-. Es increíble.
-Entonces el Inquisidor debe ser un loco, -dijo Clary.
-Ella no es, en realidad, -dijo Alec. ¿Si Jace estuvo en su ejército mundano, piensas que
a él le sería permitido contestar a su superior? No, en absoluto.
-Bueno, no durante una guerra. Pero Jace no es un soldado.
-Pero todos somos soldados. Jace tanto como el resto de nosotros. No hay una jerarquía
de mando y el Inquisidor se encuentra cerca de la cima. Jace se encuentra cerca de la
parte inferior. Tendría que haberle tratado con más respeto.
-Si estás de acuerdo en que debería estar en la cárcel, ¿por qué me pediste que viniera?¿Sólo para estar de acuerdo contigo? No veo el punto. ¿Qué quieres que haga?
-Nosotros no dijimos que él debe estar en la cárcel, -Isabelle chasqueó-. Así que no
debería haber hablado de nuevo a uno de los miembros de rango más alto de la Clave.
Además, -añadió en una pequeña voz-, pensé que tal vez podrías ayudar.
-¿Ayudar? ¿Cómo?
-Te lo dije antes, -dijo Alec-, la mitad de las veces parece que Jace está tratando
matarse, él tiene que aprender a mirar por sí mismo, y eso incluye la cooperación con el
Inquisidor.
-¿Y tú crees que le puede ayudar a hacer lo que hacemos? -dijo Clary, la incredulidad de
coloreó su voz.
-No estoy seguro de que cualquiera puede hacer a Jace hacer nada, -dijo Isabelle-. Pero
creo que se le puede recordar que él tiene algo para vivir.
Alec miró hacia abajo con la almohada en la mano y le dio un tirón repentino salvaje a
la franja. Isabelle sacudió bolas fuera de la manta, como una ducha de lluvia localizada.
Isabelle frunció el ceño-. Alec, no.
Clary quiso decirle a Isabelle que ellos eran la familia de Jace, no ella, que sus voces
llevarían más peso con él que la suya. Pero ella se mantuvo oyendo la voz de Jace en la
cabeza, diciendo, Nunca sentí que yo pertenecía a ninguna parte. Pero tu me haces sentir
que pertenezco-. ¿Podemos ir a la ciudad silenciosa y verlo?
-¿Vas a decirle que coopere con el Inquisidor? -exigió Alec.
Clary consideró-. Quiero oír lo que tiene que decir en primer lugar.
Alec dejó caer el despojó de almohada en la cama y se paró, frunciendo el entrecejo.
Antes de que pudiera decir nada, hubo un golpe en la puerta. Isabelle se desenganchó de
la mesa de la vanidad y fue a contestar.
Era un pequeño niño de cabello oscuro, los ojos medio ocultos por gafas. El llevaba
vaqueros y un chandal demasiado grande y llevaba un libro en una mano-. Max, -dijo
Isabelle, con cierta sorpresa-, pensé que estabas durmiendo.
-Yo estaba en la sala de armas, -dijo el muchacho -que tenía que ser el hijo más joven de
los Lightwoods-. Pero hubo ruidos procedentes de la biblioteca. Creo que alguien podría
estar tratando de ponerse en contacto con el Instituto. -Él miró en torno a Isabelle a
Clary-. ¿Quién es esa?
-Esa es Clary, -dijo Alec-. Ella es la hermana de Jace.
Max redondeó los ojos-. Pensé que Jace no tenía hermanos o hermanas.
-Eso es lo que todos pensamos, -dijo Alec, recogiendo el jersey que había dejado
colgado en una de las sillas de Isabelle y extrayendo sus propias conclusiones. Su
cabello rayaba alrededor de su cabeza como un suave halo oscuro, con cortes de la
electricidad estática. Él empujó de nuevo con impaciencia-. Mejor voy a la biblioteca.
-Vamos a ir los dos, -dijo Isabelle, cogiendo su látigo de oro, que fue torcido en una
reluciente cuerda, fuera de un cajón deslizante y el asa a través de su correa-. Tal vez ha
sucedido algo.
-¿Dónde están tus padres? -preguntó Clary.
-Ellos fueron llamados hace algunas horas. Un duende fue asesinado en Central Park. El
Inquisidor fue con ellos, -explicó Alec.
-¿No queriais ir?
-No se nos invitó. -Isabelle serpenteó sus dos trenzas oscuras arriba encima de su cabeza
y atascó el rollo de pelo con un pequeño puñal de vidrio-. Cuida de Max, ¿quieres?
Volvemos en seguida.
-Pero, -protestó Clary.
-Volvemos inmediatamente. -Isabelle salió como una flecha en el pasillo, Alec sobre sus talones. En el momento en que la puerta cerraba detrás de ellos, Clary se sentó en la
cama y con aprensión consideró a Max. Ella nunca había pasado mucho tiempo cerca de
los niños -su madre nunca le dejó ser niñera- y ella no estaba realmente seguro de cómo
hablar con ellos o qué les puede divertir. Ayudó un poco que este chico le recordaba a
Simón a esa edad, con sus brazos y piernas delgadas y las gafas que parecían demasiado
grande para su cara.
Max volvió su mirada con un breve examen de su propia, no tímido, pero reflexivo y
contenido-. ¿Qué edad tienes? -dijo finalmente.
Clary fue sorprendida-. ¿Qué edad crees que tengo?
-Catorce.
-Tengo dieciséis, pero la gente siempre piensa que soy más joven porque soy baja.
Max asintió-. Yo también, -dijo-. Tengo nueve, pero la gente siempre cree que tengo
siete.
-Te ves nueve para mí, -dijo Clary-. ¿Qué es lo que tienes? ¿Es un libro?
Max llevó su mano detrás de su espalda. El tenía un libro en rústica ancho y plano,
acerca del tamaño de uno de esas pequeñas revistas que venden en los mostradores de
las tiendas de ultramarinos. Este tenía una cubierta de brillantes colores con kanji
japonés bajo palabras en inglés. Clary rió-. Naruto, -dijo-. Yo no sabía que te gustase el
manga. ¿De dónde sacaste eso?
-En el aeropuerto. Me gustan las fotos pero no puedo averiguar cómo leerlo.
-Aquí, dame. -Ella lo echó al aire abre, mostrandole las páginas-. Tienes que leer hacia
atrás, de derecha a izquierda en lugar de izquierda a derecha. Y lee cada página a la
derecha. ¿Sabes lo que eso significa?
-Por supuesto, dijo Max. Por un momento Clary se preocupó por si le había molestado.
Parecía bastante satisfecho, sin embargo, cuando tomó el libro de vuelta y vuelta a la
última página-. Este es el número nueve, -dijo-. Creo que debo recibir los otros ocho
antes de leerlo.
-Eso es una buena idea. Tal vez puedas conseguir a alguien que te lleve a Midtown
Comics o Planeta Prohibido.
-¿Planeta Prohibido? Max pareció desconcertado, pero antes de que Clary pudiera
explicarle, Isabelle irrumpió por la puerta, claramente sin aliento.
-Fue alguien intentando ponerse en contacto con el Instituto, -dijo, antes de que Clary
preguntara-. Uno de los Hermanos silenciosos. Algo que ha sucedido en la Ciudad de
Huesos.
-¿Qué clase de algo?
-No lo sé. nunca he oído hablar a los Hermanos Silenciosos antes pidiendo ayuda. -
Isabelle estaba claramente angustiada. Ella se dirigió a su hermano-. Max, ve a tu cuarto
y quédate ahí, ¿de acuerdo?
Max tensó la mandíbula-. ¿Tú y Alec salen fuera?
-Sí.
-¿A la Ciudad del Silencio?
-Max...
-Quiero ir.
Isabelle sacudió la cabeza, la empuñadura de la daga en la parte trasera de su cabeza
brillaba como un punto de fuego-. Absolutamente no. Eres demasiado joven.
-¡No tienes dieciocho!
Isabelle giró a Clary con una mitad de mirada de ansiedad y mitad de desesperación-.
Clary, ven aquí un segundo, por favor. Clary se levantó, preguntandose -Isabelle la
agarró por el brazo y la extrajo a la salida de la habitación, cerró la puerta detrás de ella.
Hubo un ruido sordo cuando Max se lanzó en contra de ella-. Maldita sea, -dijo Isabelle,
sosteniendo el pomo-, ¿puedes agarrar mi estela para mí, por favor? Está en mi
bolsillo...
Precipitadamente, Clary tuvo fuera la estela que Luke le había dado más temprano esa
noche-. Usa la mia.
Con unas pocas pinceladas rápidas, Isabelle había tallado una runa de bloqueo en la
puerta. Clary todavía podía oír las protestas de Max del otro lado como que Isabelle dio
un paso lejos de la puerta, haciendo una mueca, y le entregó a Clary su estela-. No sabía
que tuvieras una.
-Era de mi madre, -dijo Clary, entonces mentalmente se reprendió a sí misma. Es de mi
madre. Es de mi madre.
-Huh. -Isabelle golpeó en la puerta con un puño cerrado-. Max, hay algunos PowerBars
en el cajón de la mesilla, si te da hambre. Volveremos tan pronto como podamos.
Hubo otro grito de indignación tras la puerta, con un encogimiento de hombros, Isabelle
se dio la vuelta y se apresuró hacia abajo por el pasillo, Clary a su lado-. ¿Qué dice el
mensaje? -exigió Clary-. ¿Así que hay problemas?
-Que hubo un ataque. Eso es todo.
Alec estaba esperando fuera de la biblioteca. Él vestía de cuero negro con la armadura
sobre su ropa de cazador de sombras. Los guanteletes protegian su armamento y las
Marcas rodeaban la garganta y las muñecas. Cuchillos serafin, cada una el nombre de un
ángel, brillando en el cinturón alrededor de su cintura-. ¿Estás lista? -dijo a su hermana-.
¿Está a cargo de Max?
-Él está bien. -Ella tenía fuera su armamento-. Marcame.
Cuando Alec trazó las pautas de runas por la espaldas de las manos de Isabelle y el
dentro de las muñecas, él echó un vistazo a Clary-. Probablemente deberías volver a
casa, -dijo-. No querrás estar aquí por ti misma cuando el Inquisidor vuelva.
-Quiero ir con vosotros, -dijo Clary, las palabras habían salido fuera antes de que ella las
pudiera parar.
Isabelle tomó uno de sus manos apoyadas en Alec y sopló en la piel Marcada como si
ella refrescara un café demasiado caliente-. Suenas como Max.
-Max tiene nueve. Soy la misma edad que tu.
-Pero no tienes formación, -sostuvo Alec-. Acabaras siendo un incordio.
-No, no lo haré. ¿Alguno de ustedes ha estado alguna vez en el interior de la Ciudad del
Silencio? -exigió Clary-. Sé cómo entrar. Sé cómo llegar sin ayuda alrededor.
Alec se enderezó, poniendo su estela a distancia-. No creo...
Isabelle le cortó-. Ella tiene un punto, en realidad. Yo creo que debe venir si quiere.
Alec miró sorprendido-. La última vez que tuvimos que afrontar un demonio, ella se
encogió y gritó. -Clary vio el brillo ácido, él le disparó una mirada llena de disculpas-.
Lo siento, pero es la verdad.
-Creo que necesita una oportunidad de aprender, -dijo Isabelle-. ¿Sabes lo que siempre
dice Jace? A veces, no tienes que buscar el peligro, a veces el peligro te encuentra a ti.
-No me puedes bloquear como se hizo con Max, -añadió Clary, y vio con resolución el
debilitamiento de Alec-. No soy un niño. Y sé donde esta la Ciudad de Hueso. Puedo
encontrar mi camino sin ti.
Alec alejó agitando la cabeza y murmurando algo acerca de las chicas. Isabelle tuvo
fuera una mano para Clary-. Dame tu estela, -dijo-. Es tiempo de que consigas algunas
Marcas.
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cazadores de sombras Ciudad de ceniza
FantasíaSi Clary Fray pudiera dejar atrás el mundo de los cazadores de sombras, tendría más tiempo para Simon, su mejor amigo, que se está convirtiendo en algo más. Pero ni el mundo subterráneo ni ese apuesto y exasperante Jace están preparados para dejarla...