- Luke -

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Luke

—Hey, Noah —llamó Mitchell la atención de su amigo, saliendo repentinamente de la cocina— ¿Piensas quedarte a cenar?

—¡No! —se apresuró a decir Noah al tiempo que se levantaba de la mesa, esbozaba una pequeña sonrisa nerviosa y comenzaba a guardar frenéticamente sus cosas en la mochila—. Esta noche mi padre vuelve temprano a la casa. Tengo que hacer de cenar, y de hecho creo que ya voy tarde...

La manera en que se volvía incapaz de aguantarle la mirada y se sonrojaba en cuestión de segundos era simple y llanamente alucinante. Era casi doloroso de ver.

—Podemos llevarte si quieres.

—N-no hace falta —tartamudeó Noah y se giró a ver a Luke antes de avanzar hacia la puerta, sólo para encontrarse con una expresión reprobatoria en el rostro de su mejor amigo—. Llegaré en menos de quince minutos si me doy prisa.

—Como quieras —respondió Mitchell, con un tono de voz y una expresión inexpresiva que sólo lograba engañar al más pequeño, que no podía escuchar los desbocados latidos de su corazón haciendo eco de la misma manera que lo hacían el resto de los presentes en la sala.

Esos dos le enfermaban, Luke lo tenía decidido.

Pero llegados a aquel punto, no sabía ya qué podría ser peor. Continuar con ese tira y afloja que se traían desde que eran tan solo un par de niños, o que realmente terminaran juntos.

El gemelo desapareció de nuevo tras la pared de la cocina y Luke alcanzó a Noah en la puerta mientras este se enfundaba con dificultad en la gruesa chaqueta que había dejado antes en el perchero.

—Te dejaste estos cuadernos en la mesa —le dijo Luke al tiempo que le quitaba a su amigo la mochila del brazo para facilitarle el acto de vestirse y de paso encargarse de guardar los útiles olvidados él mismo.

—Oh, gracias —respondió el casi rubio con un gesto avergonzado.

—¿No voy a lograr convencerte de que mi hermano es una mala idea, verdad?

—Eh, yo... —en un manojo de nervios, en eso se convertía su mejor amigo ante la mera mención del menor de los gemelos— ¿Lo siento?

Luke suspiró y le dio un suave golpe en el hombro antes de devolverle la mochila.

—No, no lo sientas. Vete ya.

—Luke...

Ahí iba. No podía portarse ni un poquito mal con él sin sentirse culpable. Aquello era un asco.

Sólo quedaba culpar a la luna, la proximidad de la luna llena lo tenía sensible. Y no era nada que debiera ser tomado a la ligera, pues con su mal humor habitual era mucho más que suficiente.

—Está bien —dijo él, restándole importancia con un gesto—. Sabes que no me importa, no realmente. Es sólo un poco raro.

—Tampoco es como que yo de verdad fuera a... ya sabes. Intentar algo —musitó—. Ambos sabemos que Mitchell no-

—No. Ni se te ocurra decirlo —lo interrumpió Luke—. Por mucho que a mí no me guste, cualquiera de mis hermanos que pensara siquiera en rechazarte sería un idiota —espetó de mala gana—. Ahora vete. No quiero que tengas problemas después con tu padre, te veo mañana.

—Claro —murmuró el más bajo—, te veo mañana.

Y tan pronto como Noah cruzó la puerta y esta se cerró detrás de sí, Luke se giró para encarar a los gemelos, que sabía se encontraban de pie justo detrás de la pared de la cocina.

A wolf by the riverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora