- River -

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River

Travis y River pasaron toda la mañana del sábado desempacando cajas y limpiando el desastre en que se había convertido el interior de la cabaña con el paso de los últimos años.

Para cuando dio la media tarde, iban apenas a la mitad del desempaque y ambos estaban cansados y sucios, pero la mayor parte del polvo había desaparecido y aquello ya era un avance.

En algún punto de la tarde River había tenido que escarbar en una de las maletas hasta encontrar una liga con la que amarrarse el pelo, que últimamente le llegaba hasta los hombros y comenzaba a estorbarle.

A diferencia de lo que pudiera parecer desde fuera, el interior de la cabaña era bastante amplio y espacioso. Y una vez terminaran de descargar todo, Luke estaba seguro de que se vería bastante bien. A pesar de que pareciera que estaba por caerse a pedazos.

—¿Terminaste ya con esta habitación? —preguntó Travis al entrar al pequeño cuarto en el que se encontraba River, sentado sobre una caja, y tomar la vieja escoba recargada contra la pared.

River asintió sin pensarlo demasiado..

—Creo que me la voy a quedar.

—¿Estás seguro? —le cuestionó su padre algo extrañado mientras observaba el cuarto a su alrededor.

De las dos habitaciones de las que disponía la cabaña, aquella era la que quedaba más al fondo, y evidentemente también la más pequeña. Adentro había apenas el espacio suficiente para dar un par de pasos de la cama al armario en la pared contraria, frente a la ventana había un escritorio viejo y a un par de metros estaba la puerta.

No era demasiado diferente a la antigua habitación de River en Brunswick.

—Por la ventana se alcanza a ver el lago —respondió el menor encogiéndose de hombros.

—Y veo que ya trajiste tus cosas —observó su padre señalando el montón de cajas con un movimiento de cabeza.

River asintió de nuevo mientras se levantaba y daba un paso atrás para poder observar bien las cajas.

—Estaba pensando en no comenzar a desempacar hasta mañana —comentó—, pero si pasado mañana tengo clases debería de tratar de desenterrar la mochila.

—Puedes tomarte tu tiempo, da un poco lo mismo si comienzas el lunes o el martes —le restó importancia Travis—. Y sobre la habitación supongo que está bien. si no quieres tú la grande, me la quedaré yo.

—De acuerdo.

—Que por cierto —recordó Travis—, venía a avisarte que iré al pueblo a comprar algunas cosas. Nada importante, pero con las prisas de la última vez olvidamos prácticamente la mitad de la lista —señaló, empujando a River a hacer memoria de las pocas cosas que habían metido la tarde anterior a la nevera—, vuelvo en una hora.

—Claro —respondió sin más preámbulos— ¿Aunque, estás seguro de que conducir a esta hora en el medio del bosque es buena idea? —se preguntó de repente— Habrá oscurecido para cuando vuelvas.

Conforme el invierno se acercaba, más pronto anochecía. Y en aquel momento, al día le quedaba poco tiempo, pero aquello a Travis parecía no preocuparle, por lo que River tan sólo lo dejó pasar.

Había pensado en darse una ducha rápida y tocar la guitarra por un rato mientras su padre regresaba del pueblo, pero no pasaron ni siquiera dos minutos de que el sonido del motor hubiera desaparecido por el camino antes de que River repentinamente volviera a sentirlo.

Había alguien allí afuera.

En el bosque.

Era la misma extraña sensación de la otra noche.

River se asomó por la ventana y miró en la dirección que sus instintos le indicaban, pero, a pesar de los remanentes rayos de luz solar que aún se lograban colarse entre las ramas, no pudo ver a nadie.

Pero él sabía que había alguien allí.

Sintió aquel pulso de emociones con una claridad abrumadora, más fuerte que nada que hubiera sentido nunca.

No lo dudó un segundo antes de salir.

La tierra crujió bajo sus botas conforme caminaba a las orillas del río, avanzando en dirección a la explosiva fuente de emociones.

Casi había terminado de oscurecer, y River caminaba casi a ciegas a través del bosque, tropezando ocasionalmente a causa de algún tronco u obstáculo en el suelo, pero siguiendo aquel pulso cada vez más fuerte.

Y fue entonces que una desesperación cruda atravesó su mente como un rayo y River escuchó un aullido de dolor provenir del suelo a su derecha.

Y solo una vez que supo exactamente dónde estaba pudo verlo.

Había un chico temblando de rodillas en el suelo, ambos puños aferrados a la tierra enfrente suyo y cubiertos de tierra hasta las mangas.

No se alcanzaba a ver su rostro, pues este colgaba hacia abajo mientras su espalda subía y bajaba frenéticamente al compás de su respiración entrecortada, pero River pudo determinar por su contextura pequeña que no podía tratarse de más que un adolescente, como mucho. Y a juzgar por la escena que estaba teniendo lugar enfrente suyo, debía de estar sufriendo de alguna clase de ataque o algo por el estilo.

Sin embargo, River se quedó paralizado en su lugar mientras vagamente recordaba haber dejado su celular frente a la mesa de la cocina, al tiempo que se preguntaba si tan siquiera habría una ambulancia o un hospital en el pueblo, y en caso de que los hubiera, ¿debería correr de regreso a la cabaña para poder llamarlos o intentar ayudar al chico desconocido?

Para su buena, o mala suerte, todas aquellas dudas se desvanecieron en el instante en que el primer crujido resonó y el sonido de la tela al rasgarse hizo eco en sus oídos.

En todo lo que River pudo concentrarse después de eso fue en la manera en que la pálida piel de la espalda del chico en el suelo fue desgarrada por los huesos de su propia columna que poco a poco comenzaba a cambiar de forma en medio de un mar de sangre.

Sus manos, anteriormente hechas puños contra la tierra, estaban ahora también cubiertas de sangre, una delgada capa de pelaje, y largas garras sobresalían de sus nudillos agrietados.

Y cualquier persona en su sano juicio hubiese decidido que era momento de correr tan pronto como hubiese visto aquello, pero River tan solo se mantuvo allí de pie, preguntándose si habría alguna manera de ayudar al chico tirado en el suelo, de detener lo que fuera que le estuviera pasando.

Porque por mucho que quedarse pudiera ser peligroso, el chico realmente parecía no tener ninguna clase de control sobre sí mismo en aquel momento. En realidad, aunque River no pudiera confiar en que no fueran otra cosas más que simples imaginaciones suyas, el chico parecía estar peleando contra ello más que cualquier otra cosa.

Todo lo que podía sentir provenir de él era dolor. Tanto dolor que era casi invasivo, podía sentirlo como si fuera suyo.

Y con algo más de tiempo, justo detrás de aquel dolor, pudo percibir también ira e impotencia.

Y por la milésima de segundo en que el chico repentinamente alzó la vista y un par de brillantes ojos amarillos se encontraron con los de River... un brillante estallido de silencio fue todo lo que hubo en su cabeza.

El chico terminó de transformarse en apenas un instante después de ello.

River tan solo logró ver su rostro por un segundo antes de que un enorme lobo tomara forma y huyera a lo profundo del bosque, disparado por un rayo, sin tan siquiera darle tiempo para procesar lo que acababa de ver.

Para el momento en que River pudo preguntarse a sí mismo si algo de lo sucedido durante la última media hora había sido real, se encontraba solo y perdido en medio de la nada.

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Pues este es el final del segundo capítulo~ Muchas gracias a quienes están leyendo, espero les este gustando :)

Also, probablemente no vuelva a actualizar hasta el mes que entra porque mi documento original es un desastre, así que me toca editar antes de poder continuar publicando,, 

A wolf by the riverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora