Día 4: Soberbia

3.9K 394 55
                                    

Su propuesta de sexo no pasa por alto en mi cabeza, por lo cual me maldigo cada maldito segundo que pasa por eso.

Cada Luna Roja que pasa se hace más  complicado todo: el hambre, mis ganas de matar, hasta mis emociones.

—¿No tienes una puta ducha aquí adentro? —pregunto sin ánimos —¿O eres así de sucio normalmente?

Su suspiro me hace mirarlo a su rostro, sus ojos cerrados y jugando con una llama que sale de sus dedos, pasándola de una mano a la otra. El rojo del fuego es brillante y contrasta contra su piel pálida y cabello blanco. Sus piernas se estiran por el largo de la cama y, otra vez, se encuentra sin remera. Cada vez que hace un movimiento sus brazos y espalda tatuada se tensan.

—Estoy empezando a cuestionarme si dejarte con vida es un error —murmura entre dientes.

Arqueo una ceja, ignorando el nerviosismo que recorre mi cuerpo.

—No me hagas reír, Smanov. Aunque tengas todos los objetos más poderosos del mundo no podrías acabar conmigo —camino de un extremo de la habitación al otro.

Hay una puerta de metal en una pared, soldada con unos enormes y gruesos tornillos dejando en claro que no se puede abrir.

—Bien los dos sabemos que yo soy mucho más poderoso que tú.

Es verdad.

—Dicen que soñar es gratis —respondo con ironía.

Xavier ríe y me da una mirada desde su cama. El brillo ególatra de su mirada se mantiene mientras se endereza en su lugar y apoya sus codos en sus rodillas. Sé que cuando hace aquello, algo estúpido está por salir de su boca.

—Tengo un baño, Alexa. Está detrás de esa puerta —dice tranquilo, señalando la puerta que antes se llevaba mi atención. Me da una sonrisa inocente que dura unos segundos efímeros —. Pero claro, tendrás que aceptar que soy mejor que tú, que soy más guapo y que puedo matarte si así lo quisiera.

Tienes. Que. Estar. Jodiendo.

Mi silencio expresa lo suficiente mi confusión en estos momentos. Me lo quedo mirando esperando a que diga que es una broma. Pero los segundos pasan y el mantiene sus labios juntos.

—No es decirlo, es admitirlo ¿Aceptas? —insiste.

—Definitivamente la Luna Roja te hace más estúpido —niego con mi cabeza—. No voy a decir eso.

Xavier se encoje de hombros y vuelve a jugar con su llama.

—Si quieres seguir sucia, tú elección —vuelve a recostarse.

De verdad quiero matarlo. ¿Cómo pude siquiera pensar que era un hombre amable? Es un hijo de puta.

Aprovecho que tiene sus ojos cerrados para correr hacia la puerta. Logro abrirla y una luz de esperanza se asoma por la puerta pero se esfuma rápidamente cuando un brazo musculoso pasa por arriba de mi cabeza y la cierra de un movimiento. Su mano se encierra en mi muñeca, dobla mi brazo en un ángulo doloroso y lo presiona contra mi espalda. El frío del metal se expande por mi mejilla y suelto un quejido. Trato de forcejear pero todo utiliza toda la fuerza de su cuerpo para que eso no pase.

—Suéltame —ordeno.

Su nariz roza mi mejilla y sus labios acarician en arco de mi oreja. Su aliento choca contra mi cuello haciendo que se me pongan los pelos de punta. El calor se hace presente y culpo a los efectos de la Luna por ello.

—¿Pensaste que podías salirte con la tuya? —se burla.

Mis labios se fruncen y me quedo callada.

—Oh, vamos. Dilo y te dejaré ir —sus caderas hacen presión en mi parte baja de la espalda.

—Nunca —bramo.

Una lección que aprendí: No te muestres débil ante tus enemigos.

Una de sus manos baja a mi muslo y hace un suave y lento recorrido por el costado de mi cuerpo. Sus dedos rozan los espacios sin tela debajo de mi remera y ahogo un jadeo. Puedo sentir cómo mi sangre comienza a circular más rápido, y si tuviera corazón humano, estaría de la misma manera.

—Puedo hacerte hablar de muchas maneras —sus dedos juegan con el elástico de mis bragas. Cierro mis ojos disfrutando la acción —. ¿Te las digo Alexa?

Sus dedos paran de moverse y yo inclino mis caderas hacia adelante indicando que vaya más profundo con su idea. Escucho su risa y me sonrojo.

—Puedo hacer esto —su mano suelta mi brazo retorcido y suelto un suspiro de alivio. Apoyo ambas manos en la puerta de metal, mientras recibo un beso húmedo en mi cuello, justo debajo de mi oreja —, o también esto —. Su mano, firme y sin titubear, se mete en mi pantalón y con su dedo del medio recorre mi sexo por arriba de la tela de mis finas bragas. Muerdo mi labio inferior fantaseando con ello, sabiendo que puede estar en otro lugar más excitante —, pero creo que esta es mi preferida.

—¡Ah! —gimo cuando corre la tela y toca directo en mi humedad.

—Dilo.

Mueve en círculos, de arriba abajo y me folla con sus dedos como nadie hizo conmigo. Mis uñas se clavan en el metal soltando un chillido molesto. Perforé el metal con mis uñas. Lo miro sobre mi hombro y disfruto de la vista de sus pupilas dilatadas y la gran erección que se marca en su pantalón.

—Más... tus dedos... —no puedo expresar mi idea por la nube de placer que me ciega.

—¿Quieres más profundo, Alexa? Dilo —jadea en mi hombro.

Me muevo más rápido pero él me lo impide pegándome más a su cuerpo, haciendo que mi única opinión sea decirlo.

—Tú eres mejor que yo —la presión aumenta en mi interior cuando introduce dos dedos. No tengo aliento para hablar, pero de algún modo logro continuar —, eres mucho más guapo —. Su dedo pulgar acompaña el movimiento acariciando mi clítoris —y podrías matarme si así lo quisieras.

Aumenta sus movimientos y de forma deliciosa llego al orgasmo en poco tiempo.

—Buena chica. Puedes pasar —abre la puerta por mí, dejando que recupere la compostura y dignidad.

Semana del pecado ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora