Día 7: Lujuria Y Tristeza

5.3K 489 151
                                    

Última Luna Roja

—¿Estás mejor? —grito mordiendo mis uñas mientras.

Sí, sigo encerrada en el baño. Luego de alimentarnos, Xavier no me ha dejado salir y eso me preocupa. ¿Lo habré lastimado? ¿Habré hecho algo que no le gusta?

—No. Quédate ahí —su voz sale gélida.

La misma respuesta que las demás. Bufo frustrada. Camino de un lado a otro, pensando en las palabras indicadas para poder salir.

—Es la Luna, Xavier —el silencio es su respuesta —. Es la más fuerte de todas, tienes que...

—Sé lo qué es, Alexa —me interrumpe con sarcasmo —. Yo también transito esto —su voz suena más cerca de la puerta y yo me acerco apoyando mis manos en esta.

—Con más razón necesitas que salga, tienes que colocarte el collar —digo con firmeza —. Me necesitas.

Su vacilación me saca una sonrisa de victoria. Cuando la puerta se abre, los nervios y calor vuelven a mí, recordando sus labios en la parte interna de mi muslo, succionando y lamiendo con deseo. No puedo evitar morder mi labio cuando lo veo. Xavier está a una distancia considerable con su brazo extendido y sus pupilas dilatadas. Me quedo embobada unos segundos, creando confusión en el rostro de Xavier.

—¿Qué esperas? —pregunta sin acercarse.

Arqueo mis cejas ante su tono. Paso mis manos por mi nuca y desengancho el collar para entenderlo. Aún así, él no llega a agarrarlo.

—Ven a buscarlo.

Sus ojos negros oscurecen.

—Alexa... —pronuncia mi nombre en forma de advertencia.

—No te veías incómodo hace unas horas atrás —insisto balanceando el collar entre mis dedos —¿Hice algo que no querías?

Xavier baja su brazo y lo pasa por su cabello.

—No saques conclusiones precipitadas. Dame el collar.

Niego con determinación.

En un abrir y cerrar de ojos me encuentro sobre la cama boca arriba y la perfecta vista de su rostro a unos centímetros del mío. Nuestros cuerpos se amoldan creando una perfecta combinación. Su mirada está llena de lujuria y osadía. Toda esa oscuridad acumulada se centra en una tentación irresistible.

—Tengo miedo —susurra con cercanía.

—¿De qué? —acuno su mejilla con mi mano, obligándolo a que me mire —Háblame.

Duda en hablar por unos segundos, pero se rinde a mí.

—De volverme adicto a pecar, Alexa. Tú eres mi pecado más peligroso y hermoso que existe.

Eso fue la gota que rebasó el vaso. Toda cordura abandona mi cuerpo, toda sensatez y dignidad también. Yo también quiero pecar con él, que sea mi perdición si eso conlleva, pero lo que más quiero es sentir su verdadero yo. Nuestros labios chocan creando una sensación exótica y ardiente. Los movimientos bruscos y desesperados me hacen tardar en encontrar el compás de sus labios.

—Quiero —su mano se encierra en mi cabello y tira de él dejando mi cuello expuesto, sus labios dejan besos hasta llegar entre mis pechos —sentirte.

Envuelvo mis piernas alrededor de sus caderas para sentir su gran erección contra mi sexo. Arranco un gruñido de su garganta y gimo su nombre. Xavier vuelve a mi rostro y me mira a los ojos, llenos de deseo y lascivia:

—Te follaré tan duro —lame mi labio inferior y tira de él —, comeré ese coño mojado que tienes, gemirás de dolor —su mano me da un golpe firme pero suave en mi entrepierna y me estremezco de placer. Sonríe en mis labios —¿Te gusta el dolor, eh?

Asiento silenciosa con mi cabeza.

Xavier destroza mi remera dejando mis pechos desnudos al descubierto. La vergüenza me invade pero él me impide taparme. Sin dudarlo, sin consultar, clava sus colmillos justo arriba de mis pechos haciendo que tiemble del placer y arquee mi espalda. Todo parece desvanecerse, mis pensamientos no están firmes, mi cuerpo y mente se entregan exclusivamente a él.

Lo agarro de su cabello y lo beso con desesperación. Por una vez en mi vida agradezco no necesitar del oxígeno y embriagarme el tiempo que quiera con sus besos.

—Quiero montarte —me alejo de su rostro para ver si está de acuerdo.

No da una respuesta verbal, solo me levanta con él mientras que yo quedo sentada en su regazo. Sin dejar de mirarlo, me deshago de su pantalón y saco de su boxer el miembro de gran longitud. Me relamo los labios y lo masturbo disfrutando escuchar mi nombre salir de sus labios. Su mano me para sabiendo que va a acabar.

—Ábrete de piernas —ordena.

Abro más mis piernas dejando que la punta de su miembro duro y erecto me torture justo en la entrada.

—Mierda —jadeo.

Su boca ataca mi pecho y me da una nalgada. No entro en él, sino que juega a torturarme con el roce de nuestras intimidades.

—¿Cómo quieres que te folle, Alexa? —su voz ronca me provoca desear cosas prohibidas —¿Duro? ¿Rápido? ¿Lento? ¿Despacio?

Solo hay una respuesta correcta.

—De todas las formas —suplico.

Xaver me da una sonrisa pícara y entra en mí de una sola embestida.

—Joder, estás caliente y estrecha —tira su cabeza hacia atrás y arruga las sábanas debajo de sus manos.

Comienzo a mover mis caderas luego de acostumbrarme a la presión que siento. El sonido de nuestros cuerpos chocando es la armonía perfecta que necesito. Todo en mí encaja con todo lo de él. Somos uno. La lujuria que manejamos, el deseo, la oscuridad que sentimos ambos es maravilloso. Estuvimos horas, días insaciables dándonos placer cómo nos gusta.

La Luna Roja había acabado y acá estamos.

Ahora, viéndolo dormir, pensando en la semana que pasamos, los conflictos y emociones que transité, puedo decir una cosa: los mitos de nosotros no son ciertos, ambos estamos condenados por el mismo poder que nos aleja.

Xaver no es mi enemigo, es mi alma gemela.

Una lágrima cae por mi mejilla, porque, aunque no me guste admitirlo, no podremos estar juntos. Ambos tenemos obligaciones que nos dejan en un exilio de sentimientos. Tendremos que ser fuertes por nuestras familias.

Pero nunca olvidaré esta semana del pecado.

Semana del pecado ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora