Desperté en una mullida cama.
Con lentitud, me obligué a levantarme; la pereza era peor, no recordaba cuánto llevaba sin alimentarme, mis movimientos eran más lentos que los de una tortuga.
«Qué bonitas cortinas de satén», miré a la ventana por la que el sol brillaba con pasión. «Quiero unas para mi cuarto. Y ese armario... También lo pondría en lugar de la cama de Melinda, a la que me encantaría que mi madre mandara a otra habitación, tengo ganas de dormir solita y tener un espacio solo para mí...»
Terminé con ese pensamiento. Lo que sentía era envidia y... avaricia. Mierda.
Abrí la puerta de aquella estancia, ¿dónde me encontraba? Entonces obtuve mi respuesta: era el apartamento de Derek, quien estaba en el sofá, pasando los canales de la tele de forma perezosa.
―Buenos días, brujita.
El tono con el que se había dirigido a mí no era tan descortés como en otras ocasiones, parecía que había incluso cariño en él.
―Buenos días ―murmuré.
Apagó la tele, se levantó y me ayudó a llegar a una de las sillas que había junto a la mesa de salón donde se apilaban varios ejemplares de libros esotéricos. Recordaba haberlos visto en la biblioteca, de la cual no sabía cómo había salido.
―Tengo un hechizo que puede acabar con tu estado de zombi viviente, al menos... por el momento.
―¿Cómo he llegado a tu casa?
Sonrió de manera socarrona.
―Te quedaste frita y te traje aquí para que descansaras.
No lo recordaba, pero en mi estado actual, no me extrañaba.
―¿Qué has descubierto?
―Que hay un hechizo que puede paralizar por unos días todas las enfermedades del mundo. Aunque solo se debe usar una única vez sobre el sujeto en cuestión. Y, por supuesto, solo puede realizarlo una bruja.
Bueno, unos días era mejor que nada.
―De acuerdo, ¿qué hay que hacer?
***
No me podía creer que estuviera comiéndome una hamburguesa, ¡estaba hecha en las jodidas cavernas del cielo! Ummm...
―No he visto a nadie disfrutando tanto de un trozo de carne ―me dijo Derek divertido.
―Llevo varios días sin comer, no te imaginas los orgasmos que acaba de experimentar mi paladar al contacto con el queso.
Derek soltó una carcajada.
―De nada por salvarte de la inanición.
Tenía razón, gracias a su idea de realizar el conjuro, ahora me encontraba mejor. Pero sentía en mi interior que los pecados avanzaban, había tenido envidia de cada persona con la que me había cruzado; había sentido la necesidad de tenerlo todo bajo control, de poseer cada una de las cosas que veía, como si fuera una persona muy avariciosa.
―No puedes hacer nada sin mí. Soy el mejor vampiro que encontrarás, ¿y querías matarme?
―Tampoco te pases, hay muchos vampiros por ahí.
Derek puso mala cara.
―Pero soy el mejor, y además, el más altruista. Otro no te habría tratado como una reina.
―Puede ser, pero te conviene que seamos amigos, porque soy la que te maldijo.
Le di un nuevo bocado a mi hamburguesa mientras echaba un ojo alrededor; hacía un montón de meses que no pisaba un centro comercial. Había invertido demasiados esfuerzos en atrapar a Derek.
El vampiro hizo una mueca.
―Porque estás más loca que una cabra y solo sabes meterte en líos a ti y a los demás.
Fruncí los labios, algo indignada por sus palabras, pero lo dejé pasar, porque estaba la mar de feliz devorando mi querida hamburguesa.
―Quiero otra ―dije con la boca llena―, las quiero de todos los sabores y maneras.
―Vale ya, avariciosa ―me censuró riendo.
Me centré un poco dejando las bromas a un lado.
―Escucha, creo que va siendo hora que de que se lo cuente a mi familia. Llevo días desaparecida, me estarán buscando, y es obvio que nosotros dos no podemos acabar con este hechizo solos.
―¡Claro que sí! ―se enfadó―. Yo he descubierto cómo ralentizarlo, daré con la clave.
Negué con la cabeza.
―Es la soberbia quien habla, ¿no te das cuenta? Solo te queda una bolsa de sangre, cuando se acabe el efecto, la pereza volverá a invadirte y no tendrás ganas de salir de casa, acabarás de nuevo como te encontré en tu apartamento, sentado sobre un sofá dejándote morir. Y a mí me pasará lo mismo. Yo soy humana, no voy a poder resistir tanto como tú, tal vez termine convertida en una momia incluso antes que tú. Esto solo es temporal.
―No quiero que te vayas con tu familia ―me dijo con un brillo en la mirada. Luego se dio cuenta de lo que había dicho y reculó―: Olvídalo.
Mi hamburguesa se quedó suspendida en el aire. Me había dejado a cuadros.
―¿No quieres que me vaya?
Se levantó de la silla, inquieto.
―Termina de comerte eso y volvamos a casa, hay que seguir investigando.
Hizo ademán de marcharse de allí, pero entonces nuestro alrededor se quedó congelado, como suspendido en el tiempo. Un segundo después, me di cuenta de lo que aquello significaba.
―Brujas ―dije irguiéndome de un golpe sobre mi propia silla.
―Por fin te tenemos, vampiro ―pronunció una voz muy conocida para mí.
Derek comenzó a gritar, a retorcerse sobre sí mismo, mientras mi hermana venía hacia nosotros desde una de las tiendecitas que había en la galería donde estábamos. Alzaba la mano con el rostro crispado por la ira.
―¡No, Melinda! ¡Para, por favor! ―Me arrodillé junto a él, que estaba en posición fetal.
―¿Acaso te ha absorbido el seso este ser? ―preguntó ella sorprendida ante mi súplica.
―¡No, detente! Me está ayudando.
Mi hermana no se detuvo. Giró la mano y Derek profirió un nuevo alarido.
―¡Deja de hacerle daño! ―Usé mi poder mental para apartarla de nosotros.
Melinda salió disparada hacia atrás. Atónita, apenas parecía creer lo que veía.
―Estás bajo su dominio ―sentenció.
―No estoy hipno...
Mi hermana no me dejó hablar.
―Carcelis ―recitó, y unas esposas mágicas se enroscaron alrededor de mis muñecas―. El tribunal del clan será quien se ocupe de esto.
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Los 7 pecados capitales
ParanormalEsta historia ha sido creada para el concurso de Los 7 pecados capitales, realizado por @WattpadVampirosEs Derek es un vampiro que no se mete en líos, no mata a nadie y disfruta de las comodidades de Nueva York y el mundo moderno. Vivía tranquilamen...