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La segunda vez, más que una casualidad fue el echo de buscarse. Él fue mirando en todos los vagones y todas las sillas. Ella se quedó sentada, con su mochila guardando un asiento, con la vista fija en las puertas y las ventanas.

Hasta que él llegó al último vagón y la vio, y disimuló, hasta que perdió la paciencia y su voz hizo que ella girara la cabeza. Y sus ojos volvieran a verlo, y sus labios se curváran como saludo, y por fin dejaron de pensar el uno en el otro y comenzaron a conocerse.

La segunda vez, si hablaron.

escríbeme sobre el amor: E&PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora