Capítulo I

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Era el dos mil veinte, estábamos en un encierro total, así que básicamente no tenía a donde ir, o más bien huir... aunque inesperadamente terminé atrapado en la casa de la abuela, lo cuál no es malo, dormir hasta tarde, comer todo lo que quiera... no hay gritos, no hay regaños, solo galletas y chocolate caliente en las tardes, era un sueño.
Había pasado ya un mes y el encierro comenzaba a afectarme, despertaba muy temprano y me iba a la cama temprano, leí todos los libros que la abuela tenia disponibles, cuando me di cuenta, terminé comprando libros por internet y de pronto han pasado dos meses.

Comencé a tener ataques de ansiedad...

La abuela había estado sola por mucho tiempo, desde que el abuelo murió, han pasado ya cinco años, por eso creo que el estar encerrada no le afectó tanto como a mí. Luego de dos meses y medio, comencé a experimentar insomnio, lo cual solo hacía todo más difícil, no quería ser una carga para la abuela.

Al tercer mes me había convertido en un lunático de la limpieza, empecé por podar el jardín... reparar la casa del árbol, que en realidad era mi casa del árbol, o al menos lo fue hace algún tiempo. Plante semillas de legumbres, prácticamente había creado mi propio huerto, como les repito, estaba enloqueciendo.

Luego de terminar con el patio trasero y delantero, de pintar las cercas, incluso la casa, comencé a limpiar toda la casa, a todo esto, terminaba tan cansado, que poco a poco mis horas de sueño se fueron regulando. Comencé a ver a un psicólogo, el daba sus servicios gratis a las personas que pasaban por un mal momento durante la cuarentena, así que le hablé sobre lo que estaba pasando.

Mis amigos y yo no habíamos parado de hablar durante los últimos meses, video llamadas largas durante el día, nos enviábamos mensajes a todas horas del día, no importara lo que estuviéramos haciendo, queríamos que los demás lo supieran.

Al quinto mes decidí que era hora de limpiar el ático, y era algo especial, ya que le había temido a ese lugar por mucho tiempo. Cuando mis padres y yo vivíamos aquí, solía escuchar ruidos extraños, incluso ver cosas, pero siendo sincero, tenia seis años, a esa edad cualquier niño le teme al ático o al sótano.

Así que tomé una escoba, bolsas, sacudidor y mi traje de limpieza, sí, si es lo que están pensando, era un pañuelo amarrado en la cabeza, un camisón y mis respectivas sandalias. Empecé sacando algunas cajas de ropa, tiré algunas cosas que definitivamente no servían... incluso encontré mi manta favorita, recuerdo que la llevaba a todas partes y mi madre tenia que quitármela mientras dormía para poder lavarla.

Ya había pasado una semana, lo estaba tomando con calma, solo faltaba una caja por abrir, el lugar estaba limpio, excepto esa esquina, tomé la caja y como las anteriores, la inspeccione, primero la golpeé con la escoba, esperando a que nada se moviera o hiciera ruido, luego de un rato sin recibir una respuesta de adentro de esta, era obvio que no había ningún animal dentro, por lo cual procedí a abrirla.

Lo que había dentro eran fotografías viejas, libros, o eso parecían al principio, comencé hojeando alguno, solo para saber que eran exactamente. La caligrafía era hermosa, parecía ser alguna clase de historia, apenas pude leer unos renglones y me fui directo a la primera página, tenia un nombre escrito y una fecha. Me dispuse a revisar los demás, en efecto todos tenían el mismo nombre y una fecha y parecían estar en un orden específico, eran diarios.

Decidí dejarlos fuera, los leería en cuando terminara con esto, y así lo hice. Terminé de limpiar y bajé para preguntarle a la abuela por ellos. Jamás la había visto así...

El invierno llegó antes || KookgiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora