VII. Territorio (des)conocido

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La noche era fría y húmeda, pero al menos ya había dejado de llover. Cualquiera diría que era la estación mas calurosa del año, aunque ya estábamos advertidos de aquel tiempo y habíamos traído sudaderas por si las moscas.

Oliver decidió que la expedición por el monte se realizaría en parejas, pero nunca separándonos mucho los unos de los otros, ya que no disponíamos de otros medios por si nos perdíamos. 

Debido a nuestro pobre fondo físico, Anna y yo éramos la última pareja del equipo de búsqueda. No tardamos mucho tiempo en darnos cuenta de que nos era imposible seguirles el ritmo. Tampoco era de mi agrado estar caminando casi a ciegas por mi fobia a la oscuridad. Solo disponíamos de las linternas de los móviles y por desgracia no alumbraban mucho, aumentando mi ansiedad.

 Lo único que me tranquilizaba un poco era la compañía de Anna.

Después de estar caminando un rato sin resultado alguno, decidimos parar en un lago que se encontraba en medio del bosque. Para acceder a él teníamos que subir unas descuidadas escaleras de piedra y fue justo cuando resbalé en el último escalón, y de no ser por Anna, probablemente hubiese quedado con importantes daños. 

Me agarró fuertemente de la mano y cuando al fin tuve el lago ante mis pies, sufrí de nuevo un pinchazo en la cabeza. Me quedé inmóvil observando la laguna a la luz de la luna, pero por dentro notaba como mis recuerdos colisionaban sin sentido alguno. 

Como si me hubiese subido la fiebre, empecé a tener mareos y Anna tampoco me había soltado de su mano. De pronto, me percaté en lo marcadas que estaban sus venas y en lo áspera que tenía la piel. Levanté la vista, encontrándome con una señora mayor que en nada se parecía a Anna.

Pero sentía que la conocía.

—Todo va a estar bien cariño—me sonrió con dulzura. No me podía creer lo que estaba viendo, y por eso me dediqué a asentir—Encuentro mucha paz en este sitio, por eso te traigo aquí.

Las palabras no salían de mi boca, y tardé unos segundos en titubear la pregunta más obvia del mundo—¿Quién es usted?

La anciana se me quedó mirando, a y medida que pasaban los segundos podía observar como su rostro se iba desfigurando y tornando a algo diabólico.

La anciana se me quedó mirando, a y medida que pasaban los segundos podía observar como su rostro se iba desfigurando y tornando a algo diabólico

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 Lo único que hice yo fue gritar y soltarle rápidamente la mano a ese ser. También aparté la vista, notando como pasaban los segundos sin que ocurriese nada. 

—¿Qué ha pasado, Alice?—Lauren se acercó a mi y puso su mano en mi hombro, lo que hizo que reaccionase. 

Al girar de nuevo mi rostro, todos estaban mirándome como si hubiesen visto al mismísimo diablo.

—No lo sé—empecé a respirar fuertemente, sin entender lo ocurrido anteriormente.

—Parecía que estabas en un viaje astral y empezaste a hablar sola—reveló Anna, quien lo presenció todo. 

—Nosotras mejor nos volvemos—Lauren avisó a los demás. 

En el camino de vuelta notaba como mi amiga me observaba, y aunque no me decía nada, su silencio lo decía todo. Algo gordo había sucedido en esa casa y solo unos pocos estaban dispuestos a llegar hasta el final del asunto.

El problema era que convivíamos con los impostores bajo el mismo techo y el tiempo se agotaba. 

LAGUNAS©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora