Capítulo 6. En busca de la ciudad perdida. Febrero 14. 2000

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Capítulo 6. En busca de la ciudad perdida. Febrero 14. 2000

Me acerqué a ella, toqué con un dedo el borde de su boca, sus labios humedecidos eran la sensación más dulce que haya sentido, me miró a los ojos con ternura infinita, posó sus brazos sobre mis hombros mientras nuestros labios se juntaban lentamente, cerramos los ojos mientras nuestros dientes sin fuerza buscaban morder los labios del otro haciendo un juego divertido al besarnos.

Al abrir los ojos me sonrió al igual que yo, nos había gustado mutuamente.

Seguimos besándonos con más pasión, mientras lentamente nos quitábamos la ropa e íbamos acostándonos en las piedras las únicas testigos de nuestro amor.

—Mi amor, tengo que confesarte algo...—Me comentó con algo de pena.

—Dime, ¿Qué sucede? —Le pregunté con una sonrisa.

—Es solo que esta es la primera vez que lo hago con alguien para serte sincera...—bajó su tono de voz.

—Hagamos que esta noche sea inolvidable. —Le respondí mientras su blusa iba cayendo dejando pocas cosas a la imaginación.

Comencé a acariciar su piel suave con lentitud en juego con mis dedos.

— ¡Woaw, esto es placentero! —Jadeaba de placer al lamer su ombligo lentamente.

Poco a poco se apoderaba de ella un verdadero orgasmo placentero.

—¿Cómo... lo... haces? —Me preguntaba entre jadeos de placer que no cesaban.

—Me entrego a ti totalmente, soy tuyo, cada parte de mi cuerpo...—Suspiré con alegría.

Me tomó sin usar la fuerza mientras me recostaba en el suelo y me quitaba el atuendo entero, quedándome al descubierto suyo.

Poco a poco, la noche iba sacando nuestro lado más oscuro en la intimidad.

—Gracias por estar conmigo, Sirius, tú eres un chico del cual nunca me voy a sacar de la cabeza...—Agregó con un suspiro.

—Y no lo tienes que hacer porque siempre voy a estar contigo. —Le sonreí mientras tomaba su mentón y nos besábamos lentamente.

—Te amo tanto. —Nos dijimos al unísono.

Miramos al amanecer, el cuál llegaba con un sol radiante, los tonos morados y dorados me hacían sentir en otra dimensión.

—Que hermoso amanecer y justo a tu lado se vuelven el paisaje perfecto. —Le comenté a Sofia.

—Y tú lo complementas ahora. —Me sonrió mientras nos vestíamos.

Bajamos rápidamente de la montaña saltando al agua.

—Al menos ese fue un buen chapuzón, pero... ¿ahora que hacemos? —Me preguntó, ella pensaba que no teníamos más propósito.

—Tenemos que buscar esa ciudad que tanto veo en sueños, y ayudar a Alice —Le respondí con un tono más serio.

Hicimos un viaje por las pirámides de Guiza.

En el trayecto nos encontramos a AbDagh observando las pirámides.

—Finalmente nos volvemos a ver, ¿podríamos hacerlo a solas?—Me preguntó aquel hombre.

No quería hacerlo, pero Sofía aceptó retirarse, a lo lejos voltee a verla mientras me guiñaba un ojo.

—Sabes, quiero hacerte una pregunta. —Me comentó.

—Dígame. —¿Qué es lo peor que has presenciado en toda tu vida? —Me preguntó.

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