Capítulo 5. Nuevas amistades. Enero 2000

4 1 0
                                    

Finalmente estaba listo para volver a la sociedad.

Volví a ciudad luego de meses de entrenamiento envuelto en las pieles de un hombre nuevo, mis músculos habían crecido, pero también algo malo creció dentro de mí... El sentimiento de culpa no me dejaba en paz, intentaba hablar con la gente para callar las voces en mi cabeza.

Mañana del 6 de enero 2000

Me encontraba conversando con Anne cuando a lo lejos escuché gritos de desesperación, alguien gritaba de dolor intenso, reconocí la voz de Emily.

—Ahora vengo, tengo que irme rápido. —Le avisé a Bonny.

Corrí a toda velocidad por el barco y navegué hasta el origen de los gritos, al llegar donde estaba Emily salté al agua mientras ordenaba que dejaran caer el bote de remos para subirla, la cargué en mis brazos y la puse en el bote, me subí con ella, tomando su mano suavemente.

—Llévanos de vuelta al puerto, ¡De prisa! —Le ordené al oficial mientras tomaba el timón, estaba haciendo un frio invernal, pero no me importaba, me quité la ropa y se la puse a Emily.

—Gracias por acordarte de mí, cariño. —Me dio un beso en los labios.

Navegó lo más rápido hasta llegar a Port St. Johns. Me transformé en lobo y la puse a mis lomos. Corrí con fuerza hasta llegar a casa donde se encontraba Anne.

—¿Tenemos las cosas suficientes para hacer un parto natural aquí? —Le pregunté.

—Por supuesto, déjame traer unas cosas y estaremos listos, vigila que no entre en labor de parto, no me tardo.

La llevé hasta la cama donde comencé a revisar sus signos vitales, todo se mantenía estable.

—Vamos, aguanta, te vamos a ayudar. —Acaricié su mano suavemente.

—Nunca me equivoqué al decir que eres la mejor persona que he conocido. —Me sonrió con algo de dolor.

Finalmente había llegado Anne con los materiales y con ella comenzó la labor de parto.

—Bien, revisa que no haya preeclampsia, toma esta bata, por si algo se complica, me vas a ayudar. —Me ordenó la doctora.

Asentí con la mirada mientras comprobaba sus constantes vitales.

No hubo ninguna complicación. Luego de 7 horas de trabajos de parto un aullido de dolor marcó el nacimiento de mi hijo.

—Es un niño, ¿Cómo lo van a llamar? —Me preguntó.

—Edward Davis. —Respondí con seguridad.

Al parecer me había oído, respondió con un llanto de aprobación.

—Felicidades, Sirius, me alegro por ti... —Me dio una palmada en el hombro.

De pronto se despertó con Edward en brazos y se lo llevó.

Intenté detenerla, pero parecía estar en trance, sus ojos se habían llenado de otra cosa distinta, no llevaba niebla en los ojos, pero habían cambiado a un color turquesa.

—Cuídate mucho, Emily. —Intenté no derramar la primera lágrima.

—Lo siento mucho, Sirius, estoy segura que pronto volverá arrepentida de su error. —Me comentó con un tono optimista.

—Gracias por estar conmigo, te amo tanto...—le comenté mientras acariciaba su cabello—, vamos a beber algo, ¿qué te parece? —Le pregunté con una sonrisa.

—Solo si me dejas pagar los tragos. —Se burlaba de mí.

—Acepto, pero quiero algo a cambio... —Le comenté mientras cambiaba mi tono de voz a uno más carismático el cual le encantaba mucho.

¿Qué es lo que somos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora