El otro lado del muro

Segunda Parte: La necedad de las piezas

Hola, buenas a todos, aquí continuando la historia, y una disculpa de antemano por los capítulos que dejo a la mitad, lo que pasa es que a veces estoy escribiendo y me interrumpen, y prefiero dejarlo así a continuar con algo que no me vaya a gustar.

Así que a leer, y ya saben, comenten, compartan y denle favorito (como en youtube =) 

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Cuando ya en su habitación, el rey Siren revisa por todos lados la propuesta del rey Valder, no le encuentra ninguna trampa que pueda poner en peligro el reino, más bien lo ve como un buen plan, excepto claro que cierto capitán suyo no va a estar muy de acuerdo con ésto.

Porque el rey es muy consciente y esta informado de lo que tuvo que hacer para tener un hijo, que él y su esposa deseaban con toda su alma, y para dejarlo ir iba a ser lo difícil. Casi prefería que siguiera la guerra con el otro reino a hacerle eso a su capitán y amigo.

Debería tener muy presente que su capitán es muy celoso de su único hijo, al que adora con toda su alma y su corazón, y tener que decirle que lo entregue a cambio de la paz del reino no se oía muy prometedor, así que tenía que pensar muy cuidadosamente lo que le iba a decir.

Como rey, deseaba la paz para su nación y sus habitantes, como amigo, deseaba que su capitán fuera feliz como estaba, y que nunca cambiara el estilo de vida que tenían, pero juntar esos deseos en uno solo, y que los demás entendieran qué difícil era hacerlos a todos felices, era algo que no le deseaba ni a su peor enemigo, porque por más deseos que tuviera que se hicieran realidad, menos se cumplían éstos y más se complicaba todo, así que optó por ser crudo y directo y, esperaba que su mejor capitán y amigo, entendiera su dilema y fuera comprensivo, ya que, después de todo, lo involucraba a él también.

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A la mañana siguiente, el rey convocó al rey Valder a su estudio privado, donde estuvieron hasta la hora de la comida, alrededor de 5 horas, hablando, negociando y en general poniéndose al día en todo lo referente a la tregua, y de sus respectivos reinos.

El rey, después de haber terminado con la copiosa y deliciosa comida, optó por ser directo sobre la condición que había puesto el rey Valder para dar por terminada la guerra, y le dijo:

- Valder, amigo, sobre lo la condición que pusiste para terminar la guerra con nosotros, te seré sincero: no sé si pueda cumplirlo, ya que no está en mis manos el destino de mi pueblo, y mucho menos el de mis soldados, yo no puedo decirles con quién asociarse, a quién amar ni con quién casarse y tener hijos, ni entregarle una persona a otra. Espero que comprendas esto y pongas otra condición para terminar la guerra.

El rey Valder, se quedó pensando un momento, y acomodándose mejor en el sillón y aclarándose la garganta, contestó:

- Bueno, ya sé que nadie tiene el derecho de negociar con personas, pero pensé que tú, siendo el rey, tenías ciertos privilegios y una persona no era ninguna, menos si aseguras de por vida la paz hacia tu reino, pero ya veo que no. No puedes ver que sacrificar a una persona es mejor que sacrificarlas a todas, y vale la pena por su tan ansiada paz. Pero no puedo cambiar esa condición, y te doy 2 meses máximo para acceder a mis demandas o continuaré la guerra y esta vez no tendré compasión de ti ni de nadie de tu reino. Considerate debidamente advertido, ya que no habrá segunda oportunidad de negociación.

El rey Siren, conmocionado, le preguntó:

- Lo que no entiendo es ¿por qué quieres a ese muchacho especificamente? Nunca lo has visto ni sabes cómo es, que yo sepa, y hay miles de personas en mi reino que probablemente te encuentren muy atractivo y accedan a tus demandas más fácilmente que la persona que tú quieres. ¿Por qué él? ¿Te ha hecho algo?

Valder, esbozando una pequeña sonrisa, contestó:

- Eso no te incumbe de ninguna manera, yo sólo te pido que me lo entregues, lo demás es cosa de él y yo, pero te puedo decir algo más: nunca le haré daño de ninguna manera, al final querrá estar conmigo aunque el inicio sea desfavorable, así que no preguntes más, ya sabes el tiempo para que me lo entregues o estaremos en guerra de nuevo. Y ahora me despido, me quedaré aquí un día más y mañana partiré hacia mi reino.

Con esto, se levanta y casi está en la puerta cuando se vuelve y dice:

- Por cierto, decidí que mejor me quedo un día más, quiero verlo, conocerlo y que veas que no pienso hacer nada malo. Mañana nos reuniremos nosotros tres: tú, yo y él, y espero que no quieras agregar a alguien más, porque de lo contrario ni tú estarás en nuestro encuentro, buenas tardes.

Y abriendo la puerta, desaparece rápidamente hacia su habitación.

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En otra casa, más pequeña, los habitantes, específicamente uno, vive ajeno a su destino:

- Padre, el rey que llegó hoy, ¿lo conoces? - preguntó Nathaniel.

- No, hijo, nunca lo había visto hasta ahora, lo que si sabía era que era el líder del otro reino, y lo que he oído de él es que es muy sanguinario, frío y calculador,  y creo que les puedo dar la razón en eso.

Nathaniel se quedó sorprendido con la descripción, ya que en su reino nadie era sanguinario, sino que sólo utilizaban las armas para defensa personal, y cuando entrenaban lo hacían con réplicas de madera suave, que no hacían daño.

- Entonces, ¿vino para hacer un trato o para conocer nuestro ejército? - preguntó.

- Pues en realidad no lo sé, sólo lo vi hoy que llegó a palacio y de inmediato él y el rey se encerraron en su estudio privado. Y antes de que preguntes, no tengo idea de qué hablaron, nunca se nos dice nada hasta que al rey le convenga.

- Pues eso es muy injusto, el rey debería decir qué sucede a todos, si estamos en guerra todavía con el otro rey o no. No deberíamos esperar a que nos ataque, y vaya a saber alguien a qué vino aquí, porque no creo que vayan a ser buenas noticias - respondió su hijo.

- Solo debemos tener paciencia, el rey nos dirá todo a su debido tiempo. Aunque espero que no sea nada imposible - murmura su padre por lo bajo.