Introducción

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Todo estaba muy oscuro, excepto por la luz de la luna, que en ese momento estaba en su máximo esplendor, y que permitía observar a un pequeño grupo de personas, no más de 3, que iban en dirección a una casa, a la orilla del río.

Ésta casa en particular no tenía nada de diferente de las otras casas del siglo XV en Polonia, excepto que, como ya dije, estaba a la orilla del bosque, justo en las barbas del primer árbol pequeño que estaba ahí, como invitando a entrar.

Para el grupo de hombres que iban hacía la casa, ésta se veía como si fuera un mounstro, listo para atacar al incauto que se acercara demasiado, pero también, dependiendo de la luz, se veía como una cueva donde podías encontrarte cualquier cosa.

Al llegar a la casa, los hombres se detuvieron y se miraron unos a otros y, el líder, los fulminó con la mirada, ya que no querían que nadie supiera que estaban ahí. Tocó varias veces, a un ritmo determinado, y, al terminar la última nota, inmediatamente se abrió la puerta y ellos dudaron en entrar, pero finalmente lo hicieron.

Dentro se encontraron varias cosas, entre ellas, cosas de brujas, como calderas, animales disecados, espejos y vidrios con diferentes formas y estatuas talladas con madera.

Cuando se giraron a mirar, alertados por un sonido, vieron al dueño de la casa de pie frente a ellos, sonriéndoles amigablemente. Aunque la luz de la chimenea los alumbraba, las sombras proyectaban cosas terroríficas, pero como ellos son guerreros del rey, muy entrenados, no se asustaron fácilmente.

Éste les invitó a pasar a su casa, y mantuvo la puerta abierta como buen caballero. Les indicó dónde podían sentarse y les ofreció bebidas a todos.

Después de sentarse y acomodarse, el guerrero que es el líder, empezó:

- Bueno, ya sabe a lo que venimos, así que hagamos esto rápido.

El hechicero no se inmutó, ni se enojó con el guerrero por apurarlo, pero sí le dijo en un tono helado:

- Lo que usted desea no se puede hacer de la noche a la mañana, debe tener paciencia. Por cierto, ¿trajo lo que le pedí?

El guerrero se sobresaltó por el tono utilizado por el hechicero, pero recomponiéndose, contestó:

- Por supuesto, ¿usted cree que me olvidaría de algo así? ¿Y luego diciéndome usted que es muy importante para la invocación?

El hechicero sonrió de medio lado, dando la impresión de un humor negro.

- Muy bien, agregaré estos nuevos elementos a los que ya tenemos y empezaremos la invocación. Por favor, traiga los elementos.

Con esto, el hechicero se levantó por los objetos y, dando la vuelta, se dirigió hacia otro lugar de la casa que estaba iluminada sólo con cuatro velas, ubicadas en cada esquina.

En el centro, había un hermoso altar, como los que se hacen a los dioses para que escuchen nuestras peticiones, con varios elementos acomodados según las necesidades de invocación: un cuchillo, varias velas de colores, prendas de los distintos miembros de la familia, objetos para bebés y comida, que ésta fue la última que trajo el guerrero, y fue acomodada al inicio, es decir, hasta arriba del altar, constando el altar de 4 niveles, donde se acomodaban los objetos necesarios.

Después de esto, también debían poner en el altar la sangre de los integrantes de la familia, constando ésta de 3 miembros, padre, madre e hijo.

La historia era sencilla, la familia, con el guerrero, llamado Henry, como padre, querían desesperadamente un hijo, no importandoles el sexo, porque la madre, llamada Helena, no podía tener hijos a riesgo de morir, ya que estaba fuera de la edad para poder quedar embarazada, y esto conllevaba mucho riesgo para ambos, la madre y el feto.

El otro lado del muroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora