Anillos.

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— c: @ksmpri on twitter.

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Las vacaciones de Navidad pasaron bastante lento, comparadas con los fugaces que le resultaban sus días en la escuela. Yuji se arrepentía de haber vuelto con sus padres y gemelo a casa, con lo único que se entretenían era en ir a ver a sus familiares cercanos y hacer los deberes que llevaban atrasados; así que cuando por fin volvió a poner un pie en el castillo fue como si solo en ese momento estuviera realmente en su hogar. Casi todos los demás habían vuelto también, y Yuji se reunió con Nobara, Megumi, Ryomen y los demás en la cena. Sin embargo, Satoru y Suguru, que habían viajado a Japón para visitar a sus respectivas familias, no llegarían hasta mucho después.

Yuji estaba tumbado en su cama, intentando que Bianey no se comiera las golosinas de Inumaki. Ya era muy tarde, pero de pronto sintió ganas de ir a la Sala que estaba debajo las únicas escaleras inamovibles de todo el castillo. Probablemente sería una tontería, porque Satoru acababa de volver de un viaje bastante largo, tendría ganas de descansar h no estaría por allí, pero aún así se puso la túnica por encima del pijama, se calzó las zapatillas y se dispuso a salir. Bianey saltó de la cama tras él y quiso seguirle.

—¡Bian! —Dijo Yuji en voz baja para no despertar a Inumaki y a sus demás compañeros de cuarto.—Vuelve a la cama, no tardaré nada.

El gato blanco lo miró directamente a los ojos, como diciéndole que si lo dejaba solo en ese cuarto, iba a rasgullarle o a hacer un ruido tan fuerte para hacer despertar a sus compañeros, Yuji entendió que no se iba a librar tan fácil de su gato, así que inclinó su cuerpo y sujeto a la pelusa blanca con ojos y patas en sus brazos, acomodandolo en su hombro. Avanzó por los pasillos, subió las escaleras y cruzó el cuadro de Barnabás, llegando por debajo de las escaleras inamovibles que llegaban a la dirección de La Dama Gorda.

Abrió la puerta de aquella sala con una mano temblorosae, e inmediatamente Bianey saltó de sus brazos y se lanzó a la suelo, caminando de manera elegante hasta una figura al fondo, frotando la cabeza en la pierma derecha de la persona, soltando ronroneos que se podían escuchar hasta donde Yuji se encontraba. Satoru se dio la vuelta y cogió a Bianey cuidadosamente, poniéndoselo delante de la cara con ambas manos.

—Eh, parece que alguien me extrañó. —Le dijo Satoru al gato con una sonrisa, dejándolo en un sillón. Gojo se volvió hacia Yuji. —Feliz navidad.

—Pensé que no ibas a venir, como fuiste de viaje, pensé que estarías cansado. —Dijo Yuji, llegando a su lado con una sonrisa.

—Hemos venido con traslador. —Respondió Satoru, como si fuera lo más normal del mundo.

—Eh... No sé que es eso, pero me alegra que estés bien.— Dijo Yuji, con los ojos curiosos. —Estoy feliz de verte.

Ambos muchachos fueron hasta uno de los sillones, un tanto alejados de Bianey, quien se quedó dormido tan pronto como iniciaban una nueva conversación. Sin embargo, en lo poco que llevaban ahí dentro, Satoru pareció recordar algo, así que se levantó en su lugar y fue a una esquina del cierto para sacar un paquete, volvió acercarse a Yuji y se lo tendió sin decir nada.

—¿Para mí? —Dijo Yuji, apuntándose con un dedo, incrédulo.

—Bueno, si no lo quieres, tal vez a Suguru o a Nishimiya les iría a bien... —Empezó a decir Satoru con una sonrisa, así que le retiró el paquete de las manos. —¿Sabes qué? Mejor se lo doy a Bianey, él sí que me a echado de menos.

Yuji se puso de pie rápidamente, mareandose en el proceso.

—No, no, yo te he echado más de menos, ¡Así que lo quiero! —Exclamó, dándole palmaditas en los hombros al mayor.

—Te pareces un poco Geto. —Se burló el otro. —Toma, feliz navidad.

Le lanzó el paquete de nuevo y Yuji volvió a sujetarlo.

—Pero... Yo no te he comprado nada.

Satoru se río y le dejó su mano en el cabello, nuevamente pasando sus dedos en el cabello rosado del menor. Entonces Yuji entendió que debía callarse y solo abrir el paquete.

—Bueno, me debes un regalo para el año que viene. —Dijo Gojo poco después.

Yuji sonrió, abrió el paquete de cartón, deslizó los dedos por la cinta de color canela, retirando papeles de color verde y amarillo, sacando por segunda vez una caja más pequeña, pero de color rojo carmín, como los ojos de su gemelo. El menor abrió la caja, encontrándose con dos anillos de aspecto elegante, uno era más grande que el otro, y tenía un diamente cortado, más las iniciales de Gojo Satoru; el otro era más pequeño, y en vez de tener un diamente cortado, tenía un rubí pigeon blood con forma circular, más las iniciales de su nombre.

—Son... ¿Anillos? —Yuji lo miró fascinado, tomando el par de anillos en su mano y tendiendole el anillo con el diamante a Satoru. —Toma. —El anillo se deslizó en el dedo pálido de Gojo, adornando su mano; al igual que con él, Satoru tomó la mano del joven de cabellos rosas y deslizó el anillo con el rubí en su dedo.

¿Nunca has conocido a una persona que te haya hecho sentir deseos de descubrir todo lo que esconde?

Sin salidas a ninguna parte, al cerebro de Yuji se le atravesaron las palabras que su hermano alguna vez le dijo estando en su cuarto, cuando el más joven le preguntó cómo es que se sentía tan abierto y cómodo al estar junto a Megumi. Yuji frunció el ceño, recordó el aliento de Satoru en su oído mientras le susurraba las reglas de los naipes explosivos cuando jugaban contra Choso, un chico del mismo año que Satoru y que era realmente bueno en Pociones. También las manos entrelazadas de Megumi y Ryomen cuando los vio en la sala de Astronomía una vez, así que, por un segundo, por un momento tan efímero como la vida de las mariposas monarca, a Yuji se le cruzó por la mente el entrelazar sus manos con las de Satoru, envolver la enorme palma de color blanco y apreciar la bonita diferencia que poseían ambas extremidades. También recordó el brazo de Satoru sobre su brazo, guiando los movimientos de su varita, años atrás. Recordó perfectamente la preciosa imagen de Satoru volando sobre su escoba como una exhalación y la adrelina que había sentido a través de él, y s elo tragó todo.

Porque le resultaba más gratificante hundir todas esas sensaciones mágicas que no conocía en el pecho de Gojo.

—Eh... Yuji, ¿Me estás escuchando? —Le dijo Satoru, sacándolo de aquellos pensamientos. —Si no te interesan los anillos, podría darte otra cosa...

Los lentes de Satoru nuevamente se deslizaron del puente de su nariz, sus ojos azules se asomaron como los rayos del sol por la mañana; Yuji soltó una carcajada y negó con la cabeza, elevó su mano y la de Gojo, haciendo que ambas posara en el aire, modelando las gemas que, aunque no se parecían en nada, tenían un buen significado personal para ambos.

—Ah... Me enteré que te hicieron prefecto... —Habló de repente Yuji, rompiendo el silencio y recordando que Shoko le dijo aquella noticia por la mañana cuando llegaron. —¿Encontrarás tiempo de venir aquí? No puedes dejar que suspenda Transformaciones, pesará en tu conciencia de prefecto.

—Ni siquiera soy prefecto de tu casa. —Bromeó, revolviendo su cabello. —A veces pienso que solo me quieres porque te ayudo a practicar cosas.

—No hace falta que me ayudes en eso... —Dijo Yuji sin quitar la mirada de la pieza en su dedo. —Me basta con que vengas.

Satoru no dijo nada después de eso, pero Yuji notó como los pómulos del albino se encendían a colores rosas.

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Pido perdón por no haber actualizado, tengo muchos exámenes en estos días:((

♡⃕  Estrellas Fosforescentes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora