Proyector de estrellas.

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En medio de la sala de Hufflepuff, con el fuego de la chimenea calentando sus pies, Yuji escuchaba atentamente a Miwa, las palabras trabandose en el interior de la garganta, junto con la cara roja bajo la luz del fuego ardiente.

—Y sé que él entiende algo de esto... Es decir... —Las palabras nuevamente se trabaron en la garganta de la muchacha de ojos azules.

Yuji estaba sentado a un sillón de distancia de Miwa, con las rodillas contra el pecho y jugueteando con el anillo que Satoru le regaló el año pasado, y que, cuando no lo traía puesto, Bianey jugaba con él hasta el punto de dejarlo botado debajo de los muebles.

—Yuji, ¿Me estás escuchando? —Le preguntó la muchacha, preocupada desde su lugar.

Su compañero levantó la vista y la miró.

—No lo entiendo, Miwa. —Murmuró, con su vista perdiéndose en el fuego de la chimenea.

—¿Qué cosa? —Miwa bajó los pies del sillón, las plantas de su piel tocaron la caliente madera y caminaron hasta el sillón de Yuji, hundiéndose a su lado.

—¿Qué sientes cuándo te pasa eso con Muta? —Le preguntó Yuji. Miwa se quedó en silencio, confusa, pero el rostro de Yuji estaba completamente serio, sin rastro de aquella sonrisa boba que constantemente adornaba la cara de su amigo.

—Pues... Como un cosquilleo por debajo de la piel. —Miwa miró nerviosa a Yuji, que lo observaba fijamente, con los ojos avellanados muy abiertos. —Y calor, siento mucho calor donde me toca. Como cuando él se inclina para hablarme en el oído...

De repente, Yuji se levantó sobre el sillón, sus pies abrazando la tela gruesa del mueble. Le pasó las manos en torno al cuello de Miwa, abrazándola.

—¿Yuji? ¿Qué haces? —Preguntó la muchacha, alarmada.

—Sigue hablando, ¿Qué más sientes?

Miwa, aunque algo tensa, siguió hablando de cómo le latía el corazón muy fuerte cuando Muta le hablaba y de cómo le temblaban suavemente las manos cuando pensaba en él; no obstante, Yuji se concentró en cómo notaba el aliento de Miwa en el cuello pero esto no le provocaba más que unas ligeras cosquillas; en como sentía la calidez de Miwa contra sus brazos pero no era más que cenizas comparada con el fuego que suponía tener cerca de Satoru; en los latidos lentos y rítmicos de su corazón. Yuji se separó de ella y la miró a los ojos.

—No siento nada. —Sentenció, mirando nuevamente el fuego.

Miwa lo miró con las cejas arqueadas mientras Yuji se levantaba y volvía a su posición de antes.

—¿Gracias? ¿Creo?

—¿Por qué contigo no? —Preguntó Yuji para si mismo, tumbandose en  sillón y cerrando los ojos con fuerza, ignorando las preguntas de Miwa.

Yuji no pudo guardarse la inquietud mucho más, sobre todo porque esos nervios estaban provocando un desastre tras otro en las clases. Después de tropezarse y reventar sin querer todas las ampollas que había en las mazmorra de Pociones, y de hacer que la rana que tenía que convertir en un florero en Transformaciones se convirtiera en un sombrero de copa con patas en el mismo día, se dejó caer en el banco de Ravenclaw bajo la mirada de Megumi.

—¿Qué te pasa ahora? ¿Estás bien?

Yuji se sirvió un poco de budín de Yorkshire, pero no probó bocado, sino que empezó a revolverlo levemente con el tenedor.

—No, la verdad es que no estoy muy bien.

—¿Ya fuiste a la enfermería? Seguro que la señora Pomfrey puede darte algo para que te sientas mucho mejor. —Le propuso Ieri.

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