2. La Huida

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Ni mis padres ni yo sabíamos qué estaba ocurriendo. De repente, sin previo aviso, se presentan a las ocho de la noche en la puerta de casa dos policías con la orden de llevarme de vuelta al hospital.

—Perdone, pero no entendemos qué está ocurriendo— dijo mi madre confusa.

—¿Por qué tienen que llevarse a nuestro hijo de vuelta al hospital?— preguntó mi padre —. Él ya se ha hecho la "Prueba de los 9 años".

—Ya sabemos que su hijo se hizo la prueba hoy entorno a las cuatro y media de la tarde— respondió el agente Fler —. Pero mientras los médicos estaban haciendo el análisis de sangre y mucosa bucal detectaron una anomalía y es necesario llevarlo de vuelta al hospital para realizar unas comprobaciones.

—¿Tiene que ser justo ahora?— preguntó mi padre algo reacio a lo que pedían los policías.

—Sí, nos han comunicado que son de máxima prioridad esas comprobaciones y que hay que realizarlas lo antes posible— respondió el agente Rost remarcando las últimas palabras —. Si se oponen a entregarnos a su hijo serán llevados inmediatamente a comisaría por resistencia a la autoridad.

—No te preocupes cariño, seguro que no es nada grave— dijo mi madre intentando calmar a mi padre.

—Está bien, pero, ¿cuánto tiempo será?— preguntó mi padre.

—Eso dependerá de los médicos— respondió Fler —. Ahora si nos disculpan tenemos que llevarnos a su hijo al hospital.

—De acuerdo, por favor cuiden de él— dijo mi madre.

—No se preocupe, tendremos cuidado— respondió Rost.

—Ya has oído, Oliver, vístete rápido que te tienes que ir con los policías— dijo mi madre.

—Vale mamá...— respondí nervioso, mientras subía a mi habitación a vestirme.

Cuando llegué a mi habitación, cerré la puerta y me quité la ropa de estar por casa. Me puse unos pantalones cortos azules, con cremallera en los bolsillos, una camiseta roja y unas zapatillas blancas con velcro. Cogí la Nintendo, que tenía el cartucho del Pokémon metido dentro, y me la metí en el bolsillo derecho del pantalón pues quería seguir jugando en el coche de policía de camino al médico. Después de meterme la Nintendo en el bolsillo, cerré la cremallera del bolsillo, abrí la puerta y bajé al salón. Mis padres estaban sentados en el sofá cabizbajos, esperando a que bajase. Cuando bajé me acerqué a ellos, les abracé y les susurré al oído:

—Os quiero.

—Nosotros también te queremos hijo— respondieron con ojos llorosos mientras me abrazaban.

Finalmente, me despedí de mis padres y salí por la puerta principal con los policías. Fuera, estaba aparcado el coche de policía con el que habían venido el agente Fler y el agente Rost. Estaba justo enfrente de casa y tenía el intermitente puesto, indicando que el coche no había estado allí mucho tiempo. Nos acercamos al coche y Fler me abrió la puerta, entré lentamente y me puse en la parte de atrás, en el asiento de en medio, para que el aire acondicionado me diese directamente y estar fresquito. Lo primero que me llamó la atención al entrar en el coche; pues es una de las cosas más destacables de un coche de policía, fue la reja que separa al piloto y al copiloto de los pasajeros de atrás. Al verme separado por una reja de los policías me sentí incomodo, como si fuese un criminal, parecía que me estaban arrestando. Rost y Fler también se subieron al coche, Rost ocupó el asiento del conductor y Fler se puso de copiloto. Me puse el cinturón y me los quedé mirando un rato, había algo extraño en ellos, estaban como nerviosos y algo incomodos y apenados. Después de unos segundos de silencio en el coche y de que los policías se pusiesen el cinturón, por fin, arrancaron el coche y partimos rumbo hacia el hospital.

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