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Varias llamadas perdidas se apreciaban en el registro del teléfono del menor, todas del agente Sterling, junto a varios mensajes. El chico había decidido que se tomaría un tiempo lejos de los berrinches del hombre, si bien no quería perder su amistad esto era necesario, se había comportado como un niño al cual le prohíben salir a jugar.
 
El se encontraba sentado a la mesa del comedor intentando tejer algo, con Lovey frente a él ya que era para ella la bufanda que intentaba hacer. Escuchó los pasos del mayor acercándose desde el baño, pero esto no lo sacó de su lucha con las ajugas y la lana color roja. Al llegar al comedor, Tristan se encontró con la tierna imagen de un Walter con el ceño fruncido, sacando apenas la lengua y concentrado en la enmarañada lana.
El pelinegro contuvo una risa al ver el intento de tejido del chico.

- Buenos días – lo saludó, recibiendo como respuesta un “hmm" – ¿Qué haces?

El chico desistió de su trabajo, dejándolo abruptamente en la mesa haciendo retroceder un poco a su amiga. Se cruzó de brazos en su lugar mientras hacía un puchero.

- Intentaba tejer una bufanda para  Lovey y los demás, pero no logro mantener los puntos en su lugar – el mayor se carcajeó silenciosamente.
 
- No te frustres, Walt. – lo animó mientras tomaba entre sus manos aquel desastre textil y comenzaba a desenredarlo. – Todo es cuestión de práctica, te enseñaré como empezar y luego puedes seguir tu.
 
- ¿Sabe tejer? – preguntó incrédulo.
 
- Pues si, mi madre me enseñó de joven. Tejíamos nuestros propios gorros, bufandas, suéteres y hasta guantes. – recordó con una sonrisa nostálgica en su rostro.
 
- Woow, eso es genial. – le comentó encantado el menor mientras miraba con asombro la velocidad con la que desenredaba aquello que solía ser un ovillo de lana.
 
Cuando al fin terminó con su labor, el mayor le extendió las agujas al chico. Acercó una silla al lado de este, se sentó y fue explicándole a la par de mostrarle como hacer los puntos y empezar a tejer.

El chico escuchaba atentamente las enseñanzas que le otorgaba su amigo, o bueno, tal vez más que su amigo.
Al cabo de unos minutos pudo ver su progreso, la prenda comenzaba tomar forma. Lo que antes se asemejaba más a una telaraña que fue desarmada por un fuerte viento ahora se desenvolvía en una pequeña bufanda, claro aún no estaba lista, pero el chico sentía más que orgullo de su obra. Lovey celebró con él al ver su progreso.

- ¿Lo ves? No era tan difícil – el castaño rió – Si quieres también puedo enseñarte a tejer con crochet.
 
- Como quiera, maestro. – respondió riendo.
 
Ambos rieron para luego verse a los ojos sin que esas sonrisas se borraran de sus rostros. El mayor se dio cuenta y volteó la vista apenado, con un rubor en su mejilla. Al hacerlo, pudo notar como el teléfono del chico brillaba y se movía levemente sobre la barra de la cocina.

- Walt, creo que alguien te está llamando – avisó al chico.
 
- Déjalo, seguro solo es Lance. Ha estado bastante molesto desde lo del almuerzo. – hizo un ademán con su mano mientras volvía a su trabajo.
 
- No parece – se puso de pie y se acercó hasta el aparato – Walt – lo llamó.
 
- ¿Si? – dijo levantando la vista.
 
- Es la directora Jenkins.
 
 
 
 
 
 
 
Los tres llegaron a la agencia después de recibir la orden de su directora, lo que más los había sorprendido era que quería que los dos fueran al lugar.
Bajaron en el ascensor hasta la sala de juntas, Killian se encontraba nervioso a medida que el sonido del ascensor marcaba en que piso estaban. Honestamente, no se sentía muy bienvenido en ese lugar, peor aún con las miradas de todos sobre él. Soltó un suspiro cuando vio que faltaban un par de pisos para llegar a destino.
Walter se percató del nerviosismo del contrario, tomó su mano derecha.

- No se ponga nervioso, estoy seguro de que no es nada malo. – le dio unas palmadas a su mano tratando de calmarlo.
 
- Seguro, Walt, si hubiese sido algo malo habrían llegado a la casa con helicópteros y barricadas. Levantando antorchas y tridentes. – se encogió sobre si mismo cuando los recuerdos lo golpearon.
 
- No diga esas cosas, no es un mounstro. – el hombre pareció sorprenderse, miró a quien sujetaba su mano y este le sonrió. No pudo evitar hacer lo mismo.
 
Antes que se dieran cuenta, en ese momento las puertas del ascensor se abrieron, dejando ver a Marcy y a la directora. Esta última carraspeó la garganta, sacando de su transe a los enamorados, estos se pararon cual soldado inmediatamente.

Stone cold... or notDonde viven las historias. Descúbrelo ahora