Capítulo Tres

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La figura de cabello blanco

Jack avanzaba tan molesta que no le importó la oscuridad en la que se estaba adentrando. A 50 metros de la puerta, cuando ya no veía ni sus propios pies y avanzaba a tientas, se dio cuenta de que había olvidado su móvil en la barra del minibar.

—¡Maldición! —murmuró.

Dejó de avanzar tan deprisa para comenzar a caminar con cuidado, intentando distinguir algo. Se ayudó con las luces de la sala de estar, que se habían encendido en cuanto ella salió, capricho de, probablemente, Joe.

Era su mejor amigo, y lo amaba, pero nunca la dejaba tranquila, y aquello le frustraba demasiado.

—¿Noona? —le habló, alzando las manos hacía enfrente intentando palpar algo.

Ninguna respuesta.

Tal vez no estaba afuera... No, Jack había visto algo en el pasto, si no era Noona, ¿Qué más podría ser? Los muros eran tan altos que ni un gato podría traspasarlos.

—¿Noona? Contesta, cariño. Tenemos que entrar. Comenzará a llover en cualquier minuto...

Nada.

—¿Noona?

Jack ya no tenía ni noción del tiempo ni noción del lugar donde se encontraba, pero, según sus no tan equivocados cálculos, debía estar acercándose a la mitad del terreno. Con eso logró ubicarse un poco: su objetivo era llegar al muro izquierda, justo donde estaba el control de electricidad; justo hacía donde había visto arrastrarse aquella figura en el césped.

Avanzó paso a paso.

Comenzaba a sentirse mal por gritarle a los chicos. Jack sabía que no había sido justa en echarles la culpa de que Noona estuviera afuera, al fin y al cabo, ¿de quién era la perra?

De ella.

Ella tenía la culpa de que haya podido salir.

Lo que le llevaba a pensar en lo extraña que se estaba convirtiendo la noche. Primero, antes de que llegarán los chicos, el extraño repartidor de pizza que se había equivocado de dirección y le había dejado un pequeño botón de las nuevas elecciones. Después, la sombra que vio a la mitad de la película. Luego, el extraño movimiento de las luces afuera, un hecho que por más que quería no podía sacarse de la cabeza. A continuación, la lata mágica de la cocina. El rincón en el que creyó ver una persona. La llamada de su madre. La fuga en HFK. Las luces de nuevo. La figura de nuevo. Después la desaparición de Noona. La inexplicable manera en que salió al patio cuando ella sabía que había cerrado todas las entradas y salidas....

Su confusión comenzaba a convertirse en frustración.

¿Qué estaba pasando?

Por primera vez en su vida, comenzaba a pensarse dos veces el por qué le gustaba vivir en una casa tan grande.

Una gota de agua le cayó en la nariz, sorprendiéndola. Se la limpió mirando hacia arriba: otra en el ojo.

Y entonces un pensamiento llegó a su mente. Uno que le hizo congelarse de arriba abajo.

Haden también había ido a buscar a Noona cuando desapareció.

Curiosamente, ese día, tampoco se explicaron cómo era que Noona había salido al patio.

Curiosamente, ese día, también estaba empezando a llover.

Y entonces sintió una gran necesidad de regresar a casa con sus amigos cuando pensó que eso no podía ser una coincidencia.

Pasada La Media Noche ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora