Capítulo Ocho

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No confíes en nadie.

Una buena media hora los llevó a los tres hombres “convencer” a Jack de dejar a Noona dentro de la casa, y con convencer me refiero a sacarla a la fuerza dejando a la perra dentro. Jack alegaba que ella sería incapaz de abandonarla y que no dejaría que le desaparecieran también a la perra y David insistía en que, si la llevaban con ellos, solo sería un obstáculo del camino. Jack estaba tan reacia en la idea de no abandonar a Noona que incluso dijo que si la dejaban a ella, Jack también se quedaría, y Martin le dijo que no fuera ridícula y que por su culpa estaban perdiendo el tiempo. Después Jack les sacó el dedo a todos y con la perra en sus brazos se fue hacia la cocina, entonces Joe le interceptó el paso, le dedicó una mirada significativa y le arrebató el cuerpo de Noona antes de dejarlo caer al piso con un golpe seco. Los órganos que aún seguían dentro se esparcieron por el suelo, liberando un olor el doble de putrefacto al que antes sentían. Aquello le destrozó el corazón a Jack, por lo que, cuando se distrajo agachándose para recogerlo otra vez, Martin se acercó a ella y le sujetó de su cintura antes de levantarse y llevarla a la fuerza fuera de la casa como un costal de papas. 

Después de eso, les tomó otros 10 minutos consolar a Jack y convencerla de no odiarlos durante toda su vida porque lo había hecho por su bien.

En cuanto intentó escapar corriendo de vuelta hacia la casa, señalando detrás de ellos y gritando “Ahí está”, David corrió tras ella, le sujetó por el brazo y le dijo fuerte y claramente que si regresaba, moriría, y que ellos no iban a perseguirla para salvarla.

Que si daba un paso más, cada uno se iría por su lado.

Y Jack no lo dio.

Le entró miedo.

Miedo a morir y a morir sola.

Entonces se echó a llorar.

Y David la abrazó fuertemente, dejándole un pequeño besito en la coronilla.

O eso fue hasta que llegó Joe, lo apartó de un empujón, y tomó su lugar apretujando a su amiga, quien le rodeó con sus brazos desesperada.

Al salir hacia una zona segura donde Jack ya no tuviera más oportunidad de volver corriendo, porque obviamente no la dejarían sola ni aunque David los amenazará, Martin se volvió inmediatamente hacia todos.

—Ha parado de llover, no tenemos tiempo —les dijo—. Bien, este es el plan, presten atención...

En un circulo confidencial en medio de la oscuridad, Martin les contó lo que había estado ideando mientras esperaba que los tres bajarán y que la lluvia cesará.

Era más conveniente entrar por sus celulares que ir a buscar una linterna al ático, en primera, porque era más práctico y en segundo, porque subir y bajar toda la mansión era demasiado arriesgado en ese momento. Después tendrían que ir hacia el sótano y, si la hipótesis que había creado mientras miraba la lluvia con los brazos cruzados era cierta, el fallido del sistema de emergencia en los mecanismos de seguridad habría deshabilitado toda la electricidad de la mansión, por lo qué, tener acceso a la oficina de Ellie Thatcher sería pan comido. Sin embargo, después de eso tendrían que volver a subir y salir al patio otra vez para llegar al cobertizo, abrirlo, encontrar algo sobre que aterrizar, acomodar la escalera, acomodar la cosa sobre la que iban a aterrizar del otro lado del muro para que no se rompieran una pierna, y escapar lo más pronto posible por el bosque hasta llegar a la comisaría más cercana en el pueblo.

Sonaba fácil.

Demasiado fácil...

—Muy bonito tu plan y todo, pero... ¿Y si nos lo topamos en el camino de huida? —sugirió Jack, con voz nasal por haber llorado, aún molesta.

Pasada La Media Noche ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora