Tú sabes quién es.
A mitad del camino hacia el muro izquierdo, con la perra mutilada mecida en sus brazos, Jack volvió a mirar a su alrededor, en busca de ayuda.
Noona no podía morir.
No aún.
—¡Ayuda! —gritó histérica, a todo pulmón.
Para su frustración, nadie le respondió. Es más, dudaba que la lluvia dejara escuchar su voz a demasiada distancia.
Jack estaba temblando, todo su cuerpo lo hacía. Su aspecto no sugería otra cosa más que saber que algo malo paso: la camisa blanca que tenía puesta y los jeans de mezclilla clara estaban manchados de sangre, sudor y lágrimas, además de un líquido extraño y blanquecino que salía de la abertura en el estómago de la Mastín Italiano.
Estaba aterrada.
Como nunca en su vida.
Solo entonces, sintió como su corazón le latía en el pecho de una manera tan dolorosa y agresiva que creía que le iba a dar un infarto.
Jack padecía de los nervios.
Y justo ahora comenzaba a creer que podía tener un ataque de pánico. Sus sospechas derivaban de las lágrimas que volvían a dificultarle la vista y de lo doble que se veía todo. Su boca soltaba jadeos de cansancio y esfuerzo, provocados por su corazón acelerado y la creciente tensión en sus músculos, y a la vez por la falta de retención de aire que estaba sufriendo.
El terror que le provocaba estar sola fuera de su casa, completamente a oscuras, en medio de una tormenta, sin el móvil para llamarle a su madre y con la reciente imagen de su perra asesinada en la cabeza, hizo que tomara lo primero que encontró a su alcance —su brazo derecho— y lo estrujó con tanta fuerza que, si no se mordiera las uñas por ansiedad, tendría heridas de tercer grado en su piel.
Sus ojos estaban desorbitados, permanecía paralizada y a la vez temblando, miraba fijamente el pasto frente a sus pies.
La desesperación, el terror y el pánico la hundían cada vez más en un estado catatónico. Le dominaban la mente y no la dejaban pensar en nada específico más que en la muerte. Le hacían imposible dejar de hiperventilar, como si el aire de la noche poco a poco estuviera acabándose.
Sí se rendía ahí mismo, debido a lo asustada que estaba, se desmayaría, sin saber que le pasó a Noona o quien era esa figura que veía en las sombras. Bien sabía Dios lo que podía pasarle si se dejaba caer en la inconciencia en ese escenario.
Tenía que resistir.
Por Haden.
Él seguía siendo su único motor los últimos años.
Jack pensaba que seguía vivo.
Y qué algún día volvería a su lado.
«Algún día...».
Con ese último pensamiento en mente fue que al final pudo recobrar la compostura... O, al menos, pudo recobrar la movilidad.
Intentó no volverse a cegar por sus emociones y se levantó del suelo, con Noona en sus brazos como si fuera un bebé descansando.
Miró a su alrededor.
Aunque estar lo más alejada del suelo, en ese momento lo consideraba más seguro, sabía que no podría subir a ella con Noona en brazos y en ese estado, y por más crudo que suene, no dejaría atrás ningún solo órgano. El problema que azotaba la opción del cobertizo era que, simplemente, tenía llave; Jack no sabía cuál era, solo su madre, porque ese cobertizo estaba habitado como un bunker en caso de emergencia, o algo así le había dicho una vez. Y la casa de la piscina... A ese lugar se podía entrar por todas partes: ventanas de ambos pisos, entradas, la entrada especial para perro, techo, patio delantero y trasero. No era segura, pero necesitaba un refugio de la lluvia antes de que se enfermará de verdad y se desmayará, ahora si no pudiendo seguir.
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Pasada La Media Noche ©
Mystery / ThrillerCuatro chicos en una mansión. Un apagón. Red caída. Rastros de sangre por todas partes. Sombras en la casa. Extraños ruidos. ¿Sabías que el miedo puede cobrar vida y convertirse en tu peor pesadilla? ¿Sabías que es capaz de matarte? ¿Sabías que est...