capitulo 1. La partida.

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Luisa volvió a despertarse agitada. El corazón le latía a mil por hora y lo sentía como si lo tuviera en la garganta, a punto de vomitarlo. Tenía las raíces del blanco cabello empapadas en sudor, sobre todo en la zona de las cienes. El corazón le seguía latiendo a una velocidad insólita. Temblaba.
Un escalofrío le recorrió la nuca.
Su papá apareció en la puerta de su habitación a toda velocidad. Había corrido desde la pieza donde dormía con la madre de Luisa, para socorrer a su hija, como todas las noches.
En su rostro se leía una expresión de miedo y preocupación.
Lui nunca dormía de corrido. Desde que tenía memoria se despertaba una, dos y hasta tres veces por noche a causa de pesadillas.
En general gritaba, pero ella no se daba cuenta.

- Otra vez papá, otra vez un señor feo quería llevarme. No quiero que me lleve.

- Tranquila hija, soy el único señor feo en esta habitación - El padre le sonrió. Siempre era muy amable con ella, como si la niña fuera lo más importante en su vida. Y lo era.

Tenían el mismo color de pelo rubio casi blanco y los ojos azul oscuro.
Victor entro tranquilo en la habitación de su hija y se sentó al lado de su cama, en un banquito que dejaba ahí cada noche, para que Lui supiera que si las pesadillas la acechaban de nuevo el padre estaría con ella hasta que volviera a conciliar el sueño.
La pieza de la chica tenía todas las paredes blancas, y accesorios rosa claro (sin contar todos los peluches y juguetes tirados por todas partes, de todo tipo de colores brillantes).
El padre de la niña le acaricio el cabello con suavidad y le toco las rosadas mejillas con dos largos y rasposos dedos.
Amaba a su padre más que a nadie en el mundo. Siempre estaba para ella. Daba la vida por su hija. Siempre haciéndola reír.
Además, él hacia cosas que nadie más podía, ella lo sabía, lo había visto. Aunque estaba segura que era un secreto y lo respetaba. Entonces nunca hablaba del tema.
Cuando estaba enferma, él siempre le hacía sopas que la curaban en segundos. Como por arte de magia.
Victor solía contarle a su hija cuentos de Hadas de una forma que casi parecía haberlos vivido. Sus ojos azules brillaban con cada palabra, al igual que los de Luisa. Pero a la madre de la niña no le gustaban esos cuentos. Decía que Victor le llenaba la cabeza a Luisa de "temores" y que por esa razón tenía tantas pesadillas. Sin embargo, tanto Lui como Victor sabían que esa no era la razón de sus pesadillas.
También, los días que la niña estaba triste, el padre la llevaba al parque y hacia cosas grandiosas. Como hacer florecer miles de flores con colores diferentes y aromas distintos con los que Luisa podía jugar y entretenerse un gran rato.

- No va a pasarte nada. Nadie va a llevarte chiquita. Acá estoy yo cuidándote. Ademas... - bajó la voz hasta hacerla un susurro y acerco la cara a la oreja de la niña. - Nadie sabe lo especial que sos.

Victor le guiñó un ojo a su hija y volvió a tomar la postura más erguida. A veces tenían este tipo de conversaciones. Pero no muy seguido, porque en general él estaba muy cansado de tanto trabajar y se limitaba a contarle historias locas o cantarle hermosas canciones inventadas hasta dormirla.

- ¿Soy especial, como Harry Potter que es un mago?

Victor soltó una carcajada de sorpresa y alzó las cejas.

- Algo así chiquita. Me gusta que leas esas cosas y que abras tu mente. Hay muchas cosas en este mundo que todavía no entiendes, y muchas que quizás nunca entiendas. Pero es importante nutrirte lo más posible de sabiduría, sea cual sea. Empezar un libro a los 5 años demuestra una mente realmente brillante.

- Pero mamá dice que leer esas cosas no sirve. Que tengo que hacer más amigos, o leer cosas más... bueno... ella dice "reales".

La madre de Luisa siempre decía que Victor le metía demasiadas ideas raras en la cabeza. Que debía hacer cosas de niña como jugar con muñecas, pintarse como adulta, usar tacos de plástico, peinarse, etc. y no leer y pretender estar en el bosque o en los parques todo el tiempo.
Luisa sabía que su madre no lo hacía por mala. Simplemente le preocupaba la falta de amigos que tenía la niña.
El hombre acercó un poco más el banco a la cama dejando escapar un suspiro. Su expresión paternal había cambiado. Sus ojos estaban ennegrecidos y no había rastros de ninguna sonrisa cerca. Su rostro estaba crispado y tenso.

- Lui, las personas como vos y como yo somos personas diferentes a las que vos y mamá están acostumbradas a tratar. Somos... "especiales" podría decirse... Venimos al mundo con una labor específica. Tenemos dones. Hacemos cosas que solo nosotros podemos. Hija, tu vida vale mucho. Yo estoy seguro que la razón por la que viniste es realmente importante. Tu don es muy poderoso e importante, más que el de cualquier otro. Más que el mío, incluso. Y no lo digo solo porque soy tu padre. Siempre voy a cuidarte chiquita.

- ¿Dones? - Preguntó la niña extrañada. Su padre nunca había hablado de eso.

- Claro. Algunos tenemos varios dones comunes. Y otros tienen un solo don especial y poderoso.

El padre de Luisa miro por la ventana, la niña siguió la dirección de su mirada y vio que la gran cantidad de nubes tormentosas rápidamente se iban para dar lugar a un cielo azul oscuro como sus ojos y salpicado de estrellas brillantes, blancas y celestes.
Pudo ver la luna, como una blanca sonrisa dirigida hacia Luisa.

- ¿Y cuál es el mío? Mi don, me refiero.

Victor volvió a mirarla y le sonrió paternalmente otra vez.

- No lo sé chiquita. Pero estoy seguro que es demasiado peculiar. Lo siento cuando lloras y cuando te reís. O cuando tenés este tipo de sueños... En el fondo siento que tratas de decirnos algo, y puedo imaginarme que es. Por eso siempre voy a protegerte chiquita. Con mi vida. No solo porque te amo, sino porque temo lo que puedan hacerte a vos y a tu don. Nunca voy a dejar que nadie te haga daño o quiera aprovecharse de tus habilidades. Voy a hacer todo lo que sea necesario, incluso aunque no esté a mi alcance, para que puedas disfrutar la vida siempre. Hay gente muy mala allá afuera. Gente que solo quiere poder, que no le importa quien se interponga en su camino, va a destruirlo si es necesario. - Victor se revolvió el cabello. Su cara paternal nuevamente había desaparecido y parecía nervioso hablando del tema. O quizás asustado. - Pero vos vas a ser diferente. Vas a ser mucho mejor - Hizo una mueca intentando sonreírle a su hija. - La primera vez que te vi, recién bañadita en tu cuna durmiendo tan plácidamente supe que eras especial. Tu mamá no me creía. Es el día de hoy que todavía no me cree. Pero siempre acordate de estas palabras. Sos especial chiquita.

A Luisa le encantaba cuando el papá la trataba tan misteriosamente. Sabía que algo ocultaba, pero nunca hacia demasiadas preguntas. Le gustaba saber solo lo que su padre quería que ella supiera al respecto.
Victor la tapo hasta el cuello y estiro la mano hacia la ventana. A ésta la atravesó una enredadera llena de flores. Arranco una y se la dejo en el pelo a su hija. Era un jazmín blanco y perfumado. La beso en la frente y se volvió para irse.

- Te amo chiquita.

Y luego se fue así, sin más. Esa fue la última vez que Luisa vio a su padre.

Madre del Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora