Tormenta de hielo

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Millones de agujas se clavaban en su piel tocando cada nervio causando que el dolor fuese insufrible; intentó mover los pies para huir sin embargo no lo consiguió.

Su piel se fue abriendo en cada paso que escuchaba; el crujir del hielo solo le hacía sabedor de su destino, apenas logró abrir los ojos para observar todo blanco; el cielo grisáceo lo invitaba a entregarse a la muerte, después de todo ya no tenía motivos para seguir con vida.

Sus manos amarradas fueron tiradas hacia arriba, las piedras y hielo cortante rasparon su piel dejando un camino apenas con tintes de sangre carmesí, el castigo era severo sin embargo no sabía cuan doloroso podía ser, habían matado una parte importante dentro de él; sus dedos picaban aun rememorando la textura de la pistola, el gatillo era liso y delgado, su índice se sintió de momento plano ante el recuerdo de lo sucedido.

Las risas mezcladas con el sonido de los zapatos pisar la nieve, le daban una idea a Shen Jiu de lo que ocurría; gritaba morir de inmediato, la tortura había durado lo suficiente como para desgastar sus cuerdas vocales, soltó gemidos lastimeros que recordaban al sonido de una tos asmática; aun su cuerpo dolía por las marcas realizadas bajo el caliente metal que se había abierto paso en su piel, de sus piernas corrían hilos de sangre que gracias al frío se habían secado haciendo lucir al joven niño como un mártir a punto de ser crucificado.

Parpadeó lento sintiendo ardor en sus pulmones, calculó que por la densidad del aire en el entorno podrían estar probablemente a menos quince grados. Su cuerpo desnudo apenas y soportaba el dolor.

—Es un pobre niño que se cruzó por accidente en el castigo. —Se burló uno de los torturadores.

El trayecto de la camioneta al muelle había sido lo suficientemente tortuoso como para nublar cualquier pensamiento, un joven de tan solo quince años había sido arrastrado con la ayuda de una cuerda una distancia cercana a los quinientos metros, las heridas en sus piernas y brazos no se comparaban con las costillas, mismas que exponían la piel prácticamente morada por el frío.

El joven había aguantado la temperatura, sería momento de darle un final adecuado digno de un traidor, por eso lo habían llevado a aquel muelle donde comenzaría su despedida por haber expuesto al jefe de la zona donde se concentraba la mafia.

Los hombres encargados del castigo ya esperaban impacientes y burlones al muchacho, quien dejó caer las manos causando un sonido hueco cuando el verdugo soltó la soga. No hubo movimiento. No hubo grito alguno. No existió suplica.

Tan solo era un joven entregándose a la muerte, dispuesto a unirse a sus padres.

—Átenlo. —Ordenó uno de ellos.

Shen Jiu no pudo aplicar resistencia, su cuerpo estaba tan entumecido que ya no creía sentir nada, tampoco podía moverse por el dolor en cada una de sus articulaciones, las lágrimas no servían por lo que llorar solo empeoraría la situación, deseaba una muerte rápida para dejar atrás su tormento.

La soga de polipropileno trenzado se envolvió suavemente contra su cuello, el joven creyó que lo ahorcarían y lo exhibirían colgado en alguno de los barcos de pesca; intentó no caer en el pánico aunque era imposible ya que sus manos comenzaron a temblar con fuerza mientras rogaba internamente morir ya.

Lo tiraron boca abajo y procedieron a atar sus tobillos heridos junto a sus muñecas, creando así total inmovilidad en las extremidades. La soga se sintió cortante cuando uno de los mafiosos tiró de ella causando que Shen Jiu jadeara bajo al sentir el tirón en sus muñecas.

—Al agua. —Demandó el mismo hombre.

El joven se vio alzado de momento para ser lanzado a las mortales aguas, mismo que le recibió quemando sus fosas nasales al instante debido a que no tuvo tiempo de inhalar hondo antes de ser zambullido a las aguas.

The sniper «BingJiu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora