Capítulo 3

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NdA: lo prometido es deuda c: ¡Muchísimas gracias por darle una oportunidad al ficucho! Como este capítulo me estaba quedando larguísimo, he optado por cortar la última parte y darle forma de escena extra. La publicaré en un par de días nun

Draken conoce a todas las chicas que trabajan en el burdel

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Draken conoce a todas las chicas que trabajan en el burdel. Saludarlas forma parte de su rutina, como ese café a primera hora de la mañana sin el que muchos no son persona, o el enjuague bucal antes de acostarse. Está hecho a ese coqueteo afectuoso que es más un intento (fútil) de ponerle nervioso que una proposición genuina, a todas las variantes posibles de "eh, Kenny, ¿quieres algo de acción?" a las que siempre responde "no, gracias".

Lo que es nuevo para él son las sonrisillas pícaras que las chicas esbozan esa noche al cruzarse con Mikey y con él, como si supiesen algo terriblemente vergonzoso, maravilloso y escandaloso sobre ellos. Algunas de ellas tienen que llevarse las manos a la boca para amortiguar esa risa imparable y contagiosa que solo puede generar un cotilleo jugoso, y Draken está demasiado alerta como para no entender de inmediato de qué se trata.

Estupendo.

Los rumores han llegado hasta lo más parecido a un hogar que ha tenido nunca. Sabe que las chicas no lo hacen con maldad. Que simplemente están pasmadas y fascinadas con esa nueva luz bajo la que están comenzando a verlo. Algunas se cuelgan del brazo de una de sus compañeras al percatarse de su presencia, se cuchichean "mira, MIRA, ha venido con él" sin molestarse en disimular esa emoción que embarga a los demás cuando se alegran de que le haya sucedido algo bueno a alguien a quien aprecian. Probablemente estén pensando que el hecho de que Mikey ostente el dudoso honor de ser la única persona a la que Draken ha invitado a su habitación acaba de cobrar todo el sentido del mundo. El caso es que aunque no sea de forma intencional, por primera vez en quince años esas mujeres están consiguiendo azorarlo.

El cabronazo de Mikey, en cambio, parece encantado con la situación, lo cual no hace más que reforzar sus sospechas de que es él quien está detrás de toda esa patraña. Nunca ha sido especialmente cordial con nadie, pero ese sábado a medianoche imprime más simpatía que nunca a sus "buenas noches", a sus "hola" y a sus "bien, muchas gracias" que en toda su trayectoria de crío arrogante y apático. Draken tiene que apelar a todo su temple para no zarandearlo por los hombros y obligarlo a desembuchar, a cantar como un puto petirrojo. A exigirle una explicación mínimamente elaborada. Pocas veces desautoriza a Mikey en público y no quiere empezar justo ahora. Y menos por algo que espera que puedan resolver hablando.

Pero joder, qué ganas le tiene.

En cuanto el ascensor se detiene en el cuarto piso, Draken agradece encontrarse con el corredor principal desierto. Por fin. Un poco de privacidad.

—¡Kenny! ¿Se puede saber dónde te habías metido? Llevo un buen rato buscándote.

Reconoce la voz antes de girarse hacia la muchacha que se acerca hacia ellos a toda velocidad, atusándose una de las dos coletas en las que lleva peinado el cabello. Es Remi. No lleva el salto de cama que suele usar por encima de la ropa interior cuando está de servicio, sino un sencillo vestido sin mangas color espinaca, unas sandalias y un bolso marrón contra el pecho, de manera que Draken supone que acaba de terminar su turno. No obstante, hay algo en la urgencia con la que rebusca en su bolso que le da malas vibraciones. El tipo de vibraciones que uno percibe cuando presiente que van a hacerle pasar por momento terriblemente bochornoso.

Modus operandi (Draken/Mikey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora