Una sonrisa

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Esta bien, debo admitir que mas de una noche deseé que el rubio de la ridícula boina desapareciera, no porque no me sintiera satisfecho con joderlo mientras me complacía como la perra esclava que es, no,  sino cuando me daba cuenta que sin importar mis esfuerzos nada parecía estar mas allá de lo que buscaba, nada lograba torcer esa cara lujuriosa y llena de placer a una de completo temor, como debería de ser.

Eso me hacia sentir humillado.

Si, ya estaba acostumbrado a que nadie en este pueblo de mierda me viera como lo que debería ser pero... la gente me tenia cuidado, no recuerdo la ultima vez que algún idiota intentó meterse conmigo después de lo que le hice a McCormick, tampoco es que la gente no supiera de lo que soy capaz. Pero entonces llegó un estúpido rubio con ropas ridículas y acento extranjero para burlarse de quien soy en la cara una y otra vez.

Sin embargo, esto no era exactamente lo que esperaba.

"Suspendemos las sesiones por un tiempo, volveré pronto" Atte: Philip Pirrup <3

Se había ido, todo en su casa parecía igual por lo que no se llevó casi nada supongo, no sé realmente donde está y aunque fácilmente podría buscarlo no pienso hacerlo. Damien Thorn, hijo de Satanás y heredero del infierno no se arrastra ante ninguna perra masoquista e insignificante.

Ha pasado una semana y aunque debo admitir que el tiempo de paz estuvo interesante no puedo evitar pensar que tal vez me pasé con darle lo contrario, ¿y si está disconforme con mi servicio? ¿debería volver a quemar sus dedos con carbón? ó ¿debería buscar desollarlo por segunda vez? 

Pensaba en mil y un maneras nuevas de tortura cuando de pronto una cabellera rubia dorada, con un corte ridículo y con olor a fresa se me acercó.

—Buen día Damien—Saludó con una sonrisa como siempre, como si no se hubiera desaparecido por una semana completa, dejándome completamente en shock.

Pero su sonrisa... había algo diferente.

—Ey—Intenté tragarme todas mis preguntas y reproches, porque después de todo no me importa donde estuvo.

—Nos vemos en clase—Y sin mas se despidió con la mano pasando por mi lado, ¿Quién se cree este marica? ignorándome como si yo no fuera nadie, soy su verdugo, su dueño, soy su superior. 

A la mierda con lo de volver a la tortura, si le da miedo el cariño pues ese será su castigo.

—Ya que ambos vamos en la misma dirección te acompaño—Le dije mientras rodeaba sus hombros con mi brazo, dejándolo completamente en blanco y quieto, como si todo en él se hubiera detenido. Sonreí, pensando en como seguramente se alejaría de mi corriendo para luego volver y darme su alma porque no puede mas con esto "suplicio".

—Um, si, supongo—Ahora el que se quedó en blanco era yo, ¿acaso estamos caminando por la escuela como si fuéramos una pareja gay de revista progre?

No se veía muy cómodo, su mirada era al suelo y definitivamente estaba tenso, lo he visto mas relajado mientras me lo follo mientras lo estrangulo, pero su aceptación es anormal.

—Esta es mi clase, que tengas un excelente día, Damien, nos veremos mas tarde—Y sin mas se va, sin decir mas, sin sorpresa ni negación, sin pedirme que no siga haciendo este tipo de cosas. Cuando lo vi a punto de entrar me desesperé por su indiferencia, lleno de ira tenia que verlo sufrir al menos una vez así que... lo besé. 

Fue un besos apasionado pero hasta cierto punto, tierno, como si de alguna manera le quisiera trasmitir sentimientos de película vieja, de esas que se dan bajo la lluvia o alguna mamada cursi así. Fue completamente diferente a cualquier beso que nos hayamos dado, diferente a la lujuria, a la pasión o incluso al odio. Pero mas que eso, me sorprendió cuando con sus fría, sudorosas y pequeñas manos tomó mis mejillas en forma de corresponder. Ninguno dijo nada luego de ello, entró en su clase y yo ni siquiera tenia cabeza para entrar en la mía.

El trato| DipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora