Epílogo.

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Eran las cuatro de la mañana en el aeropuerto internacional de Auckland, Yai se encontraba con su maleta en sala de espera, su vuelo aun tardaba dos horas más en salir. 

Hubiera podido comprar una silla en primera clase para viajar antes, y no sufrir la insoportable espera, tenía sus ahorros que pudo cambiar de cuenta antes de salir de Hong Kong, y el sueldo que el castaño le pagaba por ayudarle con la academia; sueldo que se negaba a recibir, pero que, sin embargo, Jiyang consignaba a su cuenta. No era millonario, así que era un buen ahorrador.

Por lo tanto, seguía sentado soportando el frio de la madrugada, hasta que fuera hora de su vuelo.

—¡Maldita sea! —Yai se respiga al escuchar como maldijeron con fuerza a su lado, entonces voltea a mirar, era una mujer de cabello largo oscuro, tez blanca y tenía su teléfono celular en la mano— ¡Lo siento! No quise asustarte —dice la mujer.

—Tranquila —responde el rubio— ¿te puedo ayudar en algo?

—¡Oh, no! —responde ella con una sonrisa—, es solo que... es una tontería, pero acabo de perder una partida de free fire —Yai la mira confundido— ¿no sabes qué es? —el rubio niega con la cabeza, la chica sonríe de una forma tierna— ¿puedo? —pregunta ella señalando la silla cerca al rubio.

—Sí, claro.

La chica se levanta de la silla y se hace cerca al rubio.

—Mucho gusto, Ivanna —sonríe y estira su mano.

—Mucho gusto, Darwin —estrecha la mano de Ivanna—, eres rusa.

—Sí, estoy esperando el vuelo de las seis, vine a hacer un trabajo y ya tengo que irme —la mujer sonríe—, soy fotógrafa.

—¡Que bien!... Qué casualidad, yo también viajo para Rusia en ese vuelo.

—¡oh! ¿en serio? —Yai asiente—, es cierto, se me olvido mostrarte que es free fire, soy un poco despistada —se rasca la cabeza mientras sonríe, Yai la mira encantado—, te ves muy joven para no saber qué es esto —le muestra en el celular un juego.

—No soy tan joven, ya tengo veintiocho —dice mientras sonríe.

—¿Quieres decir que los que pasamos de veinticinco ya estamos viejos? —pregunta sería—, porque tengo veintiséis.

—¡Claro que no! —niega con las manos—, te ves muy joven.

—Solo bromeo —la mujer se ríe por la expresión del rubio que se tornaba un poco ruborizado—, mira, este juego se juega así.

La chica se acerca un poco más al rubio para mostrarle la pantalla del celular, empieza a explicarle de que consiste el juego, Yai mira la pantalla, y luego la mira mientras le explica. Después de un rato, tiene el celular de ella en sus manos intentando jugar, mientras ella solo se ríe y grita emocionada cuando le dice que dispare al enemigo.

Y sin darse cuenta, el tiempo se les había ido volando, escucharon el llamado de los pasajeros con destino a Rusia, la chica guardo su teléfono y se puso de pie.

—¿Te ayudo? —pregunto Yai, mientras estiraba su mano para ayudarle con su equipaje.

—¡Gracias! ¡Eres muy lindo! —dijo ella. Yai bajo la mirada un poco tímido y tomo las maletas de los dos.

Al estar de pie, se dio cuenta que la chica le llegaba a la altura de los hombros, no era muy baja para ser mujer, porque él con su 1,92 era bastante grande. La chica lo miro y sonrió antes de continuar, él le sonrió de vuelta, y así aquellos dos que el destino parecía haber cruzado, se fueron hacia el avión que los llevaría de regreso a su país.

Kill Me SlowlyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora