II: Un caos inevitable

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Zinnia

He terminado con una tarea que me llevó horas y me dejó agotada; limpiar y ordenar mi apartamento, además de lavar mi ropa sucia, incluida la de cama, y estoy por ponerme a preparar mi propio almuerzo. No es mucho lo que sé hacer mas, debo sobrevivir como sea si no quiero morir de hambre o vivir de comida chatarra. Estoy por dirigirme a la cocina cuando tengo que parar en seco al escuchar que llaman a mi puerta.

Bufando me doy la vuelta para ir a abrir, esperando que no sean ninguna de mis hermanas para fastidiarme. Estoy harta de ellas. Desde que nuestro padre murió y dejó a mi nombre casi toda su extensa fortuna no han hecho más que mostrarse fastidiosas. Hasta intentaron impugnar el testamento; con la ayuda de mi madre, otra ambiciosa más, alegando que mi padre no estaba en pleno uso de sus facultades mentales cuando tomó esa decisión, según ellas, absurda, pero no les ha valido de nada. Sé que enfermo sí, pero loco papá no estaba de ninguna manera.

Dispuesta a volver a enfrentarme a alguna de las fastidiosas de mis hermanas abrí esa puerta creyendo que me encontraría con Jessica o Gianna, y mandarlas al mismísimo demonio si venían a joder mi paciencia, pero no eran ellas.

Mis ojos se abren en demasía al verlo, Alexandre Jacob se encuentra frente a mí, alto, atractivo e imponente. Trago con dificultad observando el sueño húmedo de cada mujer frente a mí con una sonrisa en los labios, y mirándome con sus increíblemente hermosos ojos azules, pura belleza masculina y fantasía sexual, el mismo que, y debo decirlo, me hizo masturbarme la primera noche que lo conocí porque era la única manera que tenía de calmar el deseo y las ansias con las cuales me dejó con todas sus insinuaciones. Me dejó bastante caliente y no haber caído en sus brazos fue una lucha titánica, pues lo deseaba... lo deseo.

—Hola, Zinnia —saluda él con voz cálida y suave, sin desaparecer la sonrisa de sus labios.

—Alexandre —musito, casi sin aliento, apretando con mucha fuerza la puerta ante la presencia de ese hombre en mi casa, y lo que su mirada, intensa y apabullante, causa a mi cuerpo.

— ¿No me invitas a pasar, pocahontas?

¿Pocahontas?

A penas puedo controlar mi propia respiración y el corazón me late en las costillas.

Podría no dejarlo entrar, apenas conozco ese hombre, pero aun así abrí la puerta y lo dejé pasar. Sus besables labios se despliegan en una sonrisa más amplia, y acto seguido me rodeó para entrar en mi casa, su aroma llenándome los pulmones. Me mareé.

Lo miro mientras echa un vistazo a mi apartamento, limpio y ordenado por suerte porque había sido una floja durante los últimos días que apenas limpiaba, pero como vivo sola...

Por otro lado, Alexandre luce tan limpio y pulcro. Viene vestido con una americana, una camiseta en color negro debajo de la misma y unos vaqueros aferrándose perfectos a su delicioso trasero, lo que me hace sacar la lengua y lamer mis labios. Es un pecado andante, pienso mientras yo parezco todo menos limpia. Traigo unos cortos pantaloncitos en color gris que se ajusta a mi cintura con un listón, acompañado de una blusita de tirantes sin sujetador, mi cabello es un desastre; tanto que debo parecer una especie de bruja en este momento, y mis pies, largos y delgados, están descalzos. Además de apestar a sudor por haber estado toda la mañana ocupándome de limpiar mi casa, pues ya no tengo las mucamas para que me lo hagan todo como cuando vivía con mi madre.

Soy un asco.

—Es un placer volver a verte, Zinnia —dice, clavándome la mirada en los ojos, pero vi como con disimulo observó todo mi cuerpo antes de que su mirada finalmente cayera en mi rostro.

Por Siempre, Tuyo (Inevitables #3.8)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora