Siempre le decía Abuelo, pese a que en realidad no lo era, así lo llamaba por el afecto que le tenía, sumado a su aspecto.
El cambio en su salud se había vuelto notorio en las últimas semanas, una tarde, en el porche de su vieja casa, sus palabras confirmaron mis sospechas.- Querida, ya no me queda tiempo.
Había tenido ya tiempo para preparar mi mente para la noticia, pero aún así gruesas lágrimar se deslizaron por mis mejillas. El Abuelo era mi único amigo, no tenía a nadie más, cuando mi cabeza dolía, me contaba historias y me calmaba.
Finalmente me resigné, aún entre lágrimas y con la voz quebradiza.- Supongo que ya lo sabías.- Me insinuó.
Asentí.
- Bien, es mejor así, duele menos, y se olvida más rápido.
Él siempre hablaba de forma extraña, aveces levantaba la cabeza y miraba hacia el cielo mientras me contaba historias.
- Pero no estés triste, querida, donde voy es un lugar apacible, estaré bien, y en algún momento, tú también.
Sus palabras desprendían melodías inefables que se me hacían símiles a ensoñaciones de alguna infancia lejana.
- Pero, antes de irme, puedes pedirme lo que sea.
Esa conjunción de palabras encendió una chispa en mi mente, una duda implícita que yo misma desconocía, una pregunta que, por una u otra razón, jamás había planteado.
- Abuelo, ¿por qué el espejo de la sala está volteado?
Su rostro cambió en un instante, su antaño apacible semblante se endureció de golpe. Sus ojos ahora se perdían entre las nubes grises que simulaban ser plata entre los rayos del sol.
- Querida, esa no es una historia para niños, me temo.- Dijo, forzando una sonrisa.
Su expresión me extrañó, de modo que fruncí el seño.
- Verás, no es misterio que nuestra ciudad es una de historias de fantasmas, artistas malditos y tragedias inexplicables. Hasta hay quien dice que Real Portento fue levantada sobre un antiguo altar megalítico que....
- Abuelo.- Lo interrumpí.
No hicieron falta palabras, resignado, soltó un suspiro, y accedió.
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El Espejo
HorrorCreative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 Portada: Condesa de Haussonville, por Jean-Auguste-Dominique Ingres. Actualmente en Dominio Público.