Eran las siete y cuarto y no sabía que ponerme. No me había traído nada formal, asi que decidí vestirme como un día corriente, unos pantalones vaqueros y una camiseta roja.
Cogí algunas cosas (incluida la nota de Thomas) y las metí en el bolsillo de los vaqueros.
Salí de mi habitación y le dije a mi tía que iba a salir.
Iba a coger un autobús, pues el Big Beng estaba un poco lejos.
Me puse los cascos durante el viaje, para no aburrirme y no pensar más de lo que debía.
Llegué al lugar del encuentro y Thomas estaba sentado en un banco, esperando.
Me aproximé a él y sonrió. Se levantó y me dió un ramo de rosas rojas. Pensé en el sueño, pues era el mismo ramo.
Yo lo cogí y Thomas dijo:
-Creía que no venías, aunque sería totalmente normal. Ir por las calles con alguien desconocido.
Me sonrojé y observé sus dulces ojos.
Me cogió de la mano y noté sus dedos acariciando mi mano.
-¿Por qué me dijiste que viniera?-pregunté yo.
-Porque... es que... a ver... cuando chocamos noté que algo extraño sucedió al verte y he dicho que vinieras para descubrir qué es eso extraño-me miró a los ojos y apartó el flequillo de mi cara.
Me quedé en estado de shock y abrí la boca para decir algo, pero no salió nada.
-Solo quería que supieras que, bueno... yo...-estaba nervioso, muy nervioso, o eso parecía.
Estaba esperando su respuesta cuando Thomas me levantó la barbilla suavemente con su mano, y nuestros rostros se juntaron más de lo normal. Sentía el latir de su corazón.
La sangre iba muy deprisa por mis venas y se me aceleró la respiración.
Se acercó a mi oído y susurro:
-Te quiero