𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁ℴ 𝓉𝓇ℯ𝒸ℯ

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— ¡No quiero comer eso Tzuyu, ya estoy harta! – Gritó Sana por quinta vez en lo que iba de mañana mientras la chica pelinegra trataba de convencerla de que comiera su ensalada de frutas. 

Tzuyu se había tomado muy en serio el cuidado de Sana, incluyendo la dieta que tenía que seguir y hacerlo ir a sus tratamientos, aunque después de estos la menor siempre se levantaba de muy mal humor, pero ella ya había aprendido a tolerar estas cosas porque la salud de Sana era más importante que unas pocas rabietas. 

— Sana... Ya hemos hablado de esto... Sé que no te gusta comer sano constantemente pero es necesario si quieres mejorar – Dijo Tzuyu con voz calmada sorprendiéndose cuando la menor lanzaba el plato lleno de frutas al suelo con una mirada enojada. 

Eso le sorprendía a la chica pelinegra porque a pesar de lo molesta que se ponía Sana usualmente se le pasaba después de un momento y nunca se volvía violenta, pero aparentemente la chica más baja estaba realmente enojada ese día y ese no era un buen augurio. 

— ¿Mejorar? – Bufó Sana con una sonrisa fingida – Nunca voy a mejorar Tzuyu, así que pasar quítate esa absurda idea de la mente porque no va a pasar, con esto solo estoy alargando un poco más mis años de vida pero no me voy a curar mágicamente, entiéndelo. 

Las palabras de Sana eran frías y su rostro se mantuvo inexpresivo incluso después de decirlas ignorando de manera olímpica la mirada de tristeza que tenía la mayor ahora. Tzuyu simplemente se limitó a asentir y se levantó de su silla caminando hacia donde estaba el desastre de pedazos de plato rotos y fruta desperdigada en el suelo recogiéndolo lo mejor que pudo tratar de controlar el temblor de sus manos y las ganas de llorar mientras lo hacía.

Ella sabía que en todas las relaciones había momentos como estos donde existían desacuerdos y peleas, pero hubiera preferido que no fuera con un tema tan delicado como lo era la salud de Sana, lamentablemente no había mucho más que pudiera hacer y menos cuando la menor mantenía esa actitud distante y molesta. 

Cuando terminó de recoger todo lo botó en la basura con cuidado de no cortarse con ningún pedazo y se volteó para enfrentar de nuevo a Sana pero esta ya no estaba ahí, Tzuyu suspiró agotada y decidió que lo mejor era darle su espacio para que se calmara un poco así que fue hasta la pequeña sala de estar y cayó despreocupadamente sobre el sillón colocando una manta sobre su cuerpo tratando de distraerse buscando algo entretenido en la televisión. 

Pero era imposible, más aún cuando las frías palabras de Sana rondaban una y otra vez por su mente haciéndola sentir aún peor, debería admitir que a veces se sintió un poco egoísta por obligar a Sana a hacer algo que no quería hacer, es decir,  era obvio que la menor estaba cansada de tener que ir al hospital tan seguido para recibir tratamientos constantemente, tratamientos que por cierto le dolían cada vez más. 

La cuestión con todo esto era que Tzuyu no podía simplemente dejar que se rindiera y verla sentirse cada vez peor, no quería perderla tan pronto, si es posible no quería perderla nunca, pero al parecer Sana estaba determinado a rendirse con absolutamente todo, siempre insistía en que no se iba a curar nunca pero la chica pelinegra trataba de ser positiva y le recordaba las palabras de su doctor, que la tasa de mortalidad de su enfermedad era muy baja, pero Sana renegaba de eso y le decía que era cuando la detectaban a tiempo y la suya estaba muy avanzada como para pensar de manera positiva.

Pero a pesar de todo Tzuyu sabía que todo lo que decía Sana era un simple acto para cubrir lo realmente asustada que estaba, por eso es que ella solo se dedicaba a abrazarla con fuerza y ​​besar con cariño todo su rostro después de que la menor se dedicaba a gritarle y decir que estaba cansada de todo. 

Ella sabía cómo Sana se sentía realmente porque usualmente después de toda su pequeña rabieta rompía a llorar en la curva del cuello de Tzuyu devolviéndole el abrazo con la misma fuerza y ​​le pedía disculpas por actuar como una idiota, obviamente la chica pelinegra siempre la perdonaba pero eso no evitaba que se sintiera culpable por el resto del día.

𝐋𝐀 𝐁𝐀𝐈𝐋𝐀𝐑𝐈𝐍𝐀 𝐘 𝐋𝐀 𝐏𝐈𝐀𝐍𝐈𝐒𝐓𝐀  |「𝐒𝐀𝐓𝐙𝐔」 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora