𝑆𝐼𝐸𝑇𝐸

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Para la noche, Gulf volvió de Chiang Mai a la casa "humana" de ambos él y S. M. Estaba lloviendo fuertemente en aquel cielo nocturno y no habían intenciones de la lluvia sobre cesar. El ángel ya llegó a la puerta todo empapado en agua y toca a la puerta súper animado con una sonrisita a pesar del frío.

Sergei Mew no tarda en abrir. Abre primero asomando su cabeza, luego la abre enteramente al ver a su angelito empapado. —¡Gulf! Estás--- ¡Todo empapado! Vamos adentro.— El vampiro lo toma de sus manos, pero el ángel no se mueve de su sitio.

—Estoy súper feliz.— Dice el ángel brincando en sus pies con mucha felicidad. Más felicidad que la de cualquier humano. Era como un niño después de todo.

—Eso lo puedo ver, mi angel. Adoro esa sonrisa tuya.— Dice el vampiro acariciándole ambos de sus empapados cachetes. Gulf sonríe a pesar de toda la lluvia que le ha caído encima.

—Sergei Mew, quiero que, volemos.

—Pero está lloviendo amor.

—Desde cuando eso nos ha de importar.— Sugiere todo calmadito el ángel con las más bonita sonrisa de labios encogiéndose de hombros con unos ojitos redondos que parpadean lento.

—Tienes razón.— Dice el vampiro. Este solo está vistiendo una bata azúl de mangas largas con unos pantalones pijamas blancos. Sin zapatos.

—Pero tú lideras.— Dice Sergei Mew porque él no puede volar.

El ángel Gulf le toma la mano izquierda y Sergei Mew le rodea la cintura bien abajo. El ángel saca sus alas y los pies de ambos comienzan a levitar del suelo. Suavemente. A su paso. Como si un hilo los alzara a ambos. Poco a poco.

Hasta que están siendo alzados ambos por los cielos. Ambos van rotando así como la Tierra rota en su propio eje sin que nadie lo note. Mientras más se alzan por los aires en su suave baile rotativo, Gulf coloca su mentón sobre uno de los toscos hombros de su hombre.

Ojitos a medio cerrar mientras siguen rotando ahí. Sergei Mew recuesta la mitad de su rostro sobre aquella cabecita sin que ambos dejen de rotar. Ya han alcanzado el cielo azúl lleno de estrellas.

—¿Cómo te fue con tu padre?— Pregunta S. M.

—Fue maravilloso. Pero, Sergei Mew, ahora mismo solo quiero. Que estemos los dos y hablemos de otra cosa que no sea de nuestros padres.— Dice el angelito en voz baja.

—Es un alivio. Porque yo tampoco quería.— Dice el vampiro frotando su cachete contra el cuello de su ángel a media rotación.

—Así que preguntaste por consideración.— Dice el ángel en una sonrisa.

—¿Acaso es eso un crimen?— Bromea el vampiro.

—Ni tu belleza es un crimen.— Ríe el ángel frotando su cachete contra aquel hombro como si frotarlo pudiese hacer que se hundiese en él. El vampiro sonríe.

Han alcanzado el límite dónde ya no deben seguir subiendo. Se quedan en un punto fijo cerca de la luna. No haciendo más que rotar.

—Estaba pensando: y no tenemos disfraces para Halloween.— Dice el ángel.

Al vampiro se le afligan los ojos cuando su amado menciona el día de Halloween. Pues no le ha dicho a su querido angelito que en ese día es que va a pelear a muerte contra una demonio que seguramente será buena combatiente. No quiere decirle porque sabe que a su angelito se le romperá el corazón. Se le va a romper y la emoción de haber recuperado a su papá se va a esfumar en un dos por tres. Ya había sido suficiente estrés por hoy.

Los Oscuros 3 • MewGulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora