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Jotaro lo cargó todo el camino hasta la posada, ya era bastante tarde en la noche así que no habían personas transitando en las calles del pueblo de Ogano. Con una expresión aterradora amenazó a la dueña de la posada para que no hablara una palabra si quería conservar su vida. Al llegar a su habitación susurró suavemente en el oído de Noriaki hasta lograr despertarlo. Kakyoin abrió los ojos lentamente, le avisó a Jotaro que iba a su habitación a bañarse y que se alistara para irse lo más rápido posible de allí. Luego se soltó de este y se dirigió a hacer lo que había dicho. Apenas estuvieron listos salieron de allí en dirección a la estación y luego de una llamada telefónica había conseguido boletos para regresar a Tokyo esa misma noche.

El viaje en tren fue silencioso, pero cómodo. Al no haber nadie en el vagón dónde iban, Noriaki se dio el lujo de sentarse en el regazo de Jotaro y quedarse dormido ahí mismo, con la mejilla recostada en su amplio pecho, como un niño pequeño. Jotaro sin queja le regaló ese privilegio,lo envolvió en sus brazos y recargó la barbilla en su cabeza;  en esa posición los atrapó el amanecer de Tokyo.  Al despertarse Kakyoin se veía más relajado de la tensión de la noche anterior y con una diminuta sonrisa, el moreno lo acompaño hasta su apartamento.

– Bueno, creo aquí finaliza la aventura. – dijo el pelirrojo dejando sus maletas en la entrada y recargándose en el marco de la puerta.

– Supongo. – en realidad no quería que las cosas terminaran así.

– A pesar de que nos conocimos de una forma poco común, fue divertido. Gracias … por todo. – Jotaro se sorprendió por el agradecimiento repentino y se rascó la nuca en un gesto nervioso, Noriaki tenía algún tipo de poder que lo hacía dejar de actuar como un ente de violencia y peligro. En ese momento Jotaro solo se sentía como un joven común y corriente que no encontraba la manera adecuada de pedirle una cita al chico que le gusta.

– No hay de qué – respondió simplemente, y el silencio se cernió entre ellos. Jotaro supuso que ese era el final, así que se disponía a irse cuando Kakyoin lo agarró por el cuello de la camisa.

– Eres muy lento. – dijo para luego plantarle un beso en los labios y halarlo al interior del apartamento, cerrando estrepitosamente la puerta tras de sí. Noriaki sacó fuerzas de no sabe dónde para empujar a Jotaro contra la pared, y se alzó en la punta de los pies, colgándose de su cuello para profundizar el beso. Al principio el más alto se tensó de la sorpresa, pero luego lo agarró fuertemente de la cintura y correspondió el ósculo con desesperación. En un movimiento un tanto brusco Jotaro lo había girado cambiando las posiciones, viendose el pelirrojo ahora acorralado contra la pared por ese cuerpo enorme.

Jotaro mordió su labio inferior, haciendo que abriese la boca y sacándole un jadeo.  El moreno aprovechó para meter su lengua en la cavidad bucal del otro, repasando cada rincón con esta. Noriaki sintió que sus piernas perdían fuerza cuando la lengua de Jotaro hizo contacto con la suya y jugueteó con ella. Se saboreaban el uno al otro, con hambre, se separaban unos momentos para respirar, se miraban a los ojos, encendidos por el fuego en la mirada del otro, y volvían a estrellar sus bocas con pasión desmedida. Los dedos de Noriaki halaban de vez en cuando el cabello de la nuca de Jotaro, insitándolo a más. Y las manos de Jotaro recorrían la curvilínea figura del cuerpo del pelirrojo, hasta llegar a su bonito y redondo trasero , apretándolo con sus grandes manos, masajeándolo por encima de la ropa, sacándole preciosos jadeos a Noriaki. El calor subía por el cuerpo del pelirrojo con cada toque de Jotaro. Más. Quería más.

– Vamos...a….la cama. – comentó con la respiración entrecortada. La sangre de Jotaro corriendo hacia el sur al ver el erótico rostro del pelirrojo, su cabello despeinado, sus labios hinchados y rosados por la fuerza con la que lo había besado, un rastro de saliva bajando por la comisura de su boca, las amatistas vidriosas, llenas de deseo. Jotaro lo cargó, pasando un brazo por debajo de sus piernas y otro por su espalda, para dirigirse a la habitación. Recostó al pelirrojo en la cama y apresuradamente comenzaron a sacarse la ropa hasta solo quedar en boxers, desesperados por sentirse de nuevo. Cuando estuvieron casi desnudos se miraron a los ojos, de nuevo el fuego en la colisión de turquesa y amatista, y algo más no tan salvaje.

Love Me Dangerous [Jotakak]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora